En una columna con vocación fundamentalmente ceutí, es inevitable que algunos titulares se repitan, aunque, eso sí, propiciando siempre nuevas aristas a cada contenido. Lo que no es óbice de que, en puntuales ocasiones, se haga inevitable incidir en lo mismo, cuando los responsables de turno deciden hacer oídos sordos a determinadas críticas. Es el caso de los grandes carteles que proclaman en el Mercado Central lo de “Por un mercado sin humos”, de los que cada vez pasan más olímpicamente determinados concesionarios y usuarios. No entraré nuevamente de lleno en el tema, pese a que es lamentable, especialmente cuando desde la institución local se propician tantas campañas contra el tabaco y, paradójicamente, pasan de poner remedio a lo que está sucediendo en ese recinto. Por lo visto, con colocar multitud de anuncios bien visibles de ‘PROHIBIDO FUMAR’ es suficiente. ¿Y quién vigila su cumplimiento?
“- Eso es porque las leyes sobre el tabaco son de un gobierno socialista. Otro gallo cantaría si las estuviera promulgando desde Madrid un ejecutivo del PP como el local”, me suele comentar, indignado, un concesionario, harto de que los humos invadan su puesto, como si nada.
Otros se lamentan de lo mal que van sus negocios, y no por la crisis precisamente. “La cosa viene de lejos y no tiene solución, porque el público se ha acostumbrado a la comodidad de ir con sus coches a los supermercados, y como aquí eso no es posible, pues o no vienen o, simplemente, sólo acuden para buscar determinados productos frescos que no encuentran en ellos.”
Competir con las grandes y medianas superficies. Es la difícil lucha diaria de estos sufridos comerciantes. “Tenemos mucha competencia y somos conscientes de que cada vez nos vamos quedando más atrás, porque contamos con pocos medios para competir con ellas y, de alguna forma, tendremos que solucionarlo”.
“Existe mucha apatía por parte de algunos. Otros ya tiraron la toalla y así nos va”, me dicen también estos comerciantes, para quienes que el trato directo debe ser su mejor arma en esa desigual lucha. Que la gente pregunte y se comunique, que tenga en cuenta la importancia, la calidad y frescura de sus productos perecederos, que son su gran arma. “Todo eso sin olvidar nuestra envidiable situación estratégica: estamos en el mismo centro y eso es una ventaja innegable, pero…”
Yo diría que no todo son lamentos ni sombras en nuestro Mercado Central. Hay luces también. Luces blancas y diáfanas que enfocan y dan fulgor a esos seductores mostradores con los mejores frutos de nuestros mares, frescos y flamantes como en pocos sitios. “La prueba está en esa gente que viene de turismo y se acerca a los puestos, simplemente para ver la calidad, la variedad y los precios que aquí ofrecemos.”
Me dice mi pescadero habitual, que dicho sea de paso es quien, con diferencia, suele tener su puesto abarrotado de clientela todos los sábados, el día fuerte de la semana, que cuando llega el verano, precios y surtido se ven resentidos para el pescado fino por la fuerte demanda turística de las zonas vecinas de Marruecos. Aún así y todo la oferta sigue siendo atractiva.
Nuestro mercado no es lo que fue. Hay quienes abogan por revitalizarlo, acogiendo exposiciones, degustaciones o campañas diversas. Otros me hablan de por qué no participar de alguna forma en ese Centro Comercial Abierto.
Iniciativas, sí. Lo merece nuestro viejo Mercado de la Almina al que, posiblemente, le quede más vida de lo que parece pues, con la crisis, los vientos no soplan a favor del proyecto de la construcción de un nuevo recinto.
En fin, que siguiendo una inveterada costumbre, cierro mi columna y me dispongo a marcharme, muy gustosamente, como todos los sábados, a hacer mi ‘plaza’ y a pegar la hebra con amigos y concesionarios, café con churros incluido, en el sitio de costumbre. Anímense a hacer lo propio, porque nuestro mercado tiene gancho. Como también que se impida fumar de una vez en su interior. Y si no, retírense de una vez todas las indicaciones que al más puro estilo kafkiano pueblan muros y paredes. Que ya está bien, hombre.