Los residentes en la barriada perciben que el puente se mueve desde hace un año y están a la espera del dictamen de la Ciudad.
El paso elevado de Juan XXIII se mueve. Eso es lo que perciben los vecinos de la barriada. “Se notó la primera vez en San Juan –junio de 2015–; cuando fueron los fuegos artificiales, el puente se llenó de personas y notamos el movimiento”, recordó Antonia Moya, presidenta de la Asociación de Vecinos. Incluso cuando cruzan simultáneamente “cuatro o cinco personas” sienten esa vibración, acrecentada, a juicio de la portavoz vecinal, por el elevado número de vehículos que circulan a diario por la carretera nacional N-352. La proximidad del mar, valoró, también ha acelerado el deterioro de una infraestructura que es el orgullo de la barriada.
Las grietas han comenzado a aparecer en el paso elevado, sobre todo, en los pilares. Los residentes confiesan que están preocupados. “Vienen, miran y me avisan de que las fisuras son cada vez más grandes”, señaló Moya quien reprodujo las bromas que ya comienzan a hacerse en la barriada en torno al puente: “Un día de estos se nos viene encima y al que le caiga, le pilló”. En verano, coincidieron los viandantes consultados, es cuando más se usa esta pasarela y los traseúntes “se quejan”.
La Policía Local ya ha tomado fotografías y evaluado los desperfectos, como agradeció la presidenta de Juan XXIII. Sin embargo, los afectados desconocen si entraña peligro o no porque aún se mantienen a la espera de una respuesta. Consultado al respecto, el Gobierno autonómico no se ha pronunciado.
Por su parte, el Área Funcional de Fomento de la Delegación del Gobierno puntualizó que tanto el puente como las reparaciones corresponden a la Ciudad Autónoma. Otro asunto sería que hubiesen desprendimientos sobre la carretera, caso en el que la Administración General del Estado podría intervenir. Desde Delegación informaron de que sus servicios de vigilancia no han detectado derrumbes.
No es la única demanda de la barriada. El desnivel al final de la rampa para minusválidos que conduce a la playa de Juan XXIII impide que sea utilizada por discapacitados y personas mayores. “A mí me encantaría bajar a la playa todos los días para estar con mi familia”, relató Francisco Galán, un vecino en silla de ruedas; “pero poder, no puedo, porque cada vez que bajo, si no pincho la rueda, me quedo encajado”.
La playa adolece de una serie de equipamientos que los bañistas reclaman. Así lo explicó Rosa Tabarra, usuaria del arenal: “Queremos que la arreglen para que esté en condiciones”. Expresaron su satisfacción con las dos sombrillas instaladas este año, aunque las consideran insuficientes. Asimismo, solicitaron al menos una ducha y la reparación definitiva del túnel que, a pesar de que ha sido tapiado en varias ocasiones, “alguien derriba para usarlo” y es un “foco de infección”. Juan XXIII espera que las autoridades atiendan sus peticiones y, hasta los más pequeños de la barriada, pidieron “duchas y arena limpia”.
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