Entrar en la cárcel pero no para cumplir condena, sino para pedir ayuda. Esto puede parecer una incongruencia pero, claro, si la protagonista de esta historia es una mujer completamente despistada, que no sabe ni a dónde le han llevado, con miedo y 'liberada' en un lugar desconocido... puede que empiecen a cuadrar las distintas piezas.
Porque precisamente es lo que sucedió ayer con una joven guineana que entró al patio exterior de la prisión de Los Rosales aprovechando que acababa de abrirse la puerta. Allí, en pleno centro penitenciario pidió ayuda, siendo atendida por los funcionarios que prestan servicio, por los guardias civiles y por la Cruz Roja, que fue avisada para su reconocimiento.
¿Cómo llegó hasta Los Rosales? Todo apunta a que fue abandonada por algún vehículo transformado en particular 'patera a cuatro ruedas' que previamente la había colado por el paso fronterizo. Los inmigrantes callan, entre otras razones porque tienen mucho miedo, cada vez más, por lo que evitan facilitar datos que ayuden en las investigaciones llevadas a cabo por las fuerzas de seguridad del Estado. La joven acudió a la cárcel sin saber que entraba en prisión porque en el fondo lo que estaba buscando era el CETI, en donde conviven cientos de compatriotas. Vio la bandera de España, vio vallas... y allá que accedió.
Tras su reconocimiento fue entregada a la Policía Nacional, encargada de los trámites de extranjería para facilitar su posterior entrada en el centro de estancia temporal del Jaral.
Las pequeñas redes dedicadas a la introducción de inmigrantes en vehículos siguen operativas y perfectamente estructuradas. Se apoyan en un paso fronterizo en el que, a pesar de los controles llevados a cabo, resulta imposible el registro exhaustivo de cada vehículo, amén de que se aprovechan las largas colas para poder acceder sin tanto análisis.