No hay barriada que se salve. Tampoco hora de calma (se las llevan de madrugada, pero también en horas punta). El robo de motocicletas se ha convertido en una práctica demasiado común.
Y lo más grave es que parece que nadie le pone remedio. De hecho el reparto de seguridad en distritos que publicita la Jefatura Superior de Policía en sus notas de prensa no tiene el efecto esperado para frenar lo que se ha convertido en una auténtica sangría.
Las denuncias por robos se acumulan en las dependencias de las fuerzas de seguridad. Pocas son las que se recuperan. Incluso las víctimas pierden la fe en la efectividad de los protocolos oficiales y terminan acudiendo a los grupos de Facebook para alertar del robo sufrido y pedir colaboración ciudadana. Se sabe que algunas actuaciones delictivas se efectúan por encargo, para luego hacer entrega de la moto a quien ha 'pedido' ese modelo; otras, simplemente, terminan despiezadas para su posterior reventa, habiendo garajes que sirven de almacén.
Hace un par de meses el PSOE llegó a reclamar más medios de seguridad para combatir estas prácticas, recogiendo el sentir ciudadano ante lo que constituye una inseguridad manifiesta, a pesar de que desde la cúpula policial se quiere dar a entender un sentimiento contrario. A las críticas ni siquiera ha habido respuesta. Las consecuencias se pagan día a día.