El epicentro de la Plaza de los Reyes estaba ocupado durante toda la tarde de ayer por las tiendas de campaña portátiles que el colectivo sirio utiliza para cobijarse desde que comenzara su protesta, a punto de cumplir ya los cinco meses.
Las habían colocado allí para intentar que se secaran aprovechando la tregua de unas horas que les había concedido la lluvia, la misma que, aseguran, presidió la que consideran una de sus peores noches desde que decidieron dejar el CETI para escenificar y hacer visible su reivindicación. “Ha sido una noche muy mala, y hoy [por ayer] también. El agua cae por todas partes porque entra por las lonas y por los boquetes. No tenemos plásticos ni nada para tapar la parte que cubre las tiendas, así que hemos pasado el día como hemos podido. Aquí estamos solos, no tenemos nada”. El relato es de Ahmad, un joven que asegura que entró en Ceuta el pasado 7 de mayo y que ni siquiera pasó por el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes. Un día después de atravesar la frontera de forma ilegal ya se había sumado a la concentración de la Plaza de los Reyes.
La tromba, con las consecuencias sobre todo para la veintena de menores que aún permanece en el asentamiento, era el argumento más oído ayer entre el colectivo. “Hay niños muy pequeños que pueden enfermar por la lluvia”, se quejaba ayer otra de las integrantes de campamento, de 35 años y con tres niños a su cargo que en esos momentos jugaban a su alrededor, entre cajas de alimentos salvadas del chaparrón y ropa ventilándose en improvisados cordeles. Sobre la posibilidad de regresar al CETI –como se ha insistido en numerosas ocasiones desde el propio centro, desde Delegación del Gobierno y el Área de Menores– o la alternativa de trasladarse a alojamientos alternativos sufragados por la Ciudad, opción planteada de forma reiterada por la Administración local, la respuesta es contundente: “No. Lo que queremos nosotros es salir a la Península. De aquí no nos queremos mover. Estamos aquí desde hace muchos meses, no nos vamos”, reiteran casi con voz unánime.
Mohamed, de 15 años y según su testimonio llegado hace ya siete meses a Ceuta desde la devastada Homs, hace de traductor improvisado. Traslada las palabras de los adultos, que cifran en ocho familias y tres solteros el grueso del colectivo que se niega a dejar la Plaza. En total, “unos 37 o 38”, calcula Ahmad. Todos, asegura, han solicitado asilo menos dos, y él es uno de ellos. “Tardan seis o siete meses en darte una respuesta. Yo quiero el pase [el documento conocido como laissez-passer que la Administración concede por razones humanitarias], que es más rápido”, reconoce sin regateos. Otro adulto se acerca y recuerda la queja que reproduce el grupo desde hace semanas: “Nosotros estamos aquí desde hace muchos meses, pero otros salen antes”, protesta en una referencia velada hacia el colectivo de Mali que, saben, ha abandonado la ciudad durante esta semana al reconocérsele la condición de afectados por el conflicto bélico que también azota su país.
El personal del Área de Menores que les visita a diario insiste a los acampados sobre el riesgo de que los niños puedan verse perjudicados por la llegada del otoño, pero los padres se niegan a dejarlos marchar a alojamientos, más ahora que la última salida de 16 compañeros, asumen, les anima en su objetivo de salir hacia la Península en algún momento. “Ya queda poco; todos iremos al otro lado”, confía con optimismo Mohamed.