Rocío Morano y Francisco Ojeda decidieron un buen día cerrar el paréntesis de ausencia que abrió en 1992 la desaparición de la mítica Africa Star , la cerveza que se había fabricado en Ceuta de forma ininterrumpida desde el lejano 1957.
Así, con unos “ahorrillos”, una envidiable vocación emprendedora y el deseo de rescatar un capítulo de la historia de la ciudad levantaron hace poco menos de tres meses al público las puertas del local de la Plaza Rafael Gibert, la Plaza Vieja, donde se fabrica, se puede saborear y, sobre todo, se vende la que es ya la primera cerveza artesana y producida íntegramente en la ciudad.
Pese al éxito que les ha proporcinado el boca a boca, los comienzos no fueron fáciles. Con conocimientos de Química ella y aparejador él, aquel “por qué no hacerlo nosotros” con el que decidieron emprender la aventura tras una conversación con su amigo José Luis Cordero esconde horas de experimentación, de cocciones que dieron a probar a familiares y amigos, de pulir ingredientes y sabores hasta dar con la fórmula exacta. El resultado de todo aquello son las tres variedades de cerveza que Rocío y Francisco lucen ahora sobre la barra de su local. Todas bajo la marca Ceuta Star –que incluye el ceitil, la que fuera moneda de la ciudad– pero con tres colores que marcan la diferencia: una más oscura, casi caoba, a base de malta caramelizada; una segunda a base de mezcla de cebadas y, para completar la triada, otra afrutada y suave, dulzona, de gusto “aplatanado”, como la definen sus auténticos creadores. “Cada una tiene sus seguidores, pero las tres se venden muy bien”, aseguran.
La recompensa, en tan poco tiempo, les ha llegado en forma de halagos y de negocio pujante. El producto que sale desde mayo de sus tanques de fermentación se vende ya en un buen puñado de bares y chiringuitos. Y todo ello sin haber hecho aún una campaña masiva de difusión. “Pretendemos ir poco a poco, porque no queremos que los pedidos masivos nos desborden. Ya habrá tiempo de dar más pasos”, adelantan Rocío y Francisco. De momento se conforman con los, como mínimo, 1.600 litros –para unos tres botellines por cada uno– que pueden salir cada mes de su pequeña fábrica. “Ya se ha dado el caso de quedarnos sin cerveza para vender o incluso sin botellines”, confirman como testimonio de que el negocio no para de crecer.
Cada botellín sale al mercado a 1,80 euros. Es el plus que hay que pagar por un producto artesanal –“hecho con mucho mimo”, subraya Rocío– que escapa a la fabricación a grandes escalas y en el que todo se hace a mano, desde el etiquetado hasta la chapa que corona cada envase, colocada una a una. También premia el esfuerzo de la pareja, que muchos días levanta el cierre del establecimiento a las seis de la mañana para arrancar un proceso de esterilización, molienda, macerado y mil secretos más que se prolonga durante ocho horas, que no se puede interrumpir y del que sale un líquido debe reposar un mes antes de poder saborearse. Y todo ello, sin ningún añadido químico.
Cebada, lúpulo, trigo e irish moss, una variedad de alga plagada de propiedades. Esos ingredientes y un puñado de ilusión caben en cada uno de los botellines de Ceuta Star, cerveza con denominación de origen.