La sensación de inseguridad se ha apoderado del conjunto de la sociedad ceutí. Esta es una realidad irrefutable. No faltan hechos y evidencias, que se producen con una frecuencia desmedida, que la justifican. Las autoridades (incluimos la competente, Delegación del Gobierno, y la cooperante, Gobierno de la Ciudad); se han enfrascado en trasladar al debate público un inextricable galimatías sobre un socorrido concepto de nuevo cuño (“inseguridad subjetiva”) diseñado expresamente para eludir su responsabilidad “negando la mayor” (según la lógica aristotélica). Esto, en sí mismo, es una estupidez; porque ni explica lo que está sucediendo, ni cambia un ápice la percepción ciudadana. La otra reacción, esta patética, es apelar a las teorías conspirativas (“en realidad no sucede nada, per “alguien me tiene hincha”). Sobre estos dos débiles pilares se construye un discurso oficial, tan fuera de lugar, que descalifica rotundamente a sus pergeñantes. Eso sí, plácidamente mecidos en su mayoría absoluta. Una portentosa exhibición de irresponsabilidad.
Otro fenómeno a destacar sobre esta cuestión, es la preocupante miopía del conjunto de la población. Un cuerpo social escasamente reflexivo que asocia automáticamente los términos inseguridad y policía, sin ir más allá. Es una ecuación de una simpleza bochornosa: “Más inseguridad, más policía”. Es cierto que en nuestra Ciudad existe un clamoroso déficit de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad para atender todas las necesidades de manera simultánea (así lo denuncian las entidades representativas de estos funcionarios con datos objetivos difícilmente rebatibles). Este problema se complica con unos incomprensibles (e inadmisibles) recelos entre los diferentes cuerpos apelando a disquisiciones competenciales; una obvia falta de dirección política (acomplejada ante la “autoridad de los mandos” y su propia incompetencia en esta materia); y algunas disfunciones incomprensibles que impiden racionalizar adecuadamente los servicios (una inconcebible permisividad que deja despoblada de agentes la Ciudad durante los fines de semana). Es preciso denunciar esta situación y reivindicar (con toda la fuerza de la que dispongamos) medidas políticas urgentes que resuelvan lo que, sin duda, es un problema de primer orden para toda la ciudadanía (exceptuando los cargos públicos del PP).
Lo que sucede es que este es un análisis claramente insuficiente. No basta con indagar sobre la dimensión policial de la seguridad ciudadana. La inseguridad es, siempre, una derivada de la inestabilidad social. Como si de un termómetro se tratara, el nivel de inseguridad nos indica el grado de conflictividad social subyacente. ¿Cuál es la causa de un “rebrote” de inseguridad sin que hayan cambiado sustancialmente las condiciones objetivas? Es obligado responder a esta pregunta si tenemos realmente la intención de conocer la verdad para poder intervenir con alguna posibilidad de éxito. Y es aquí donde tropezamos con un muro insalvable. La ideología dominante en la Ciudad, representada políticamente por el PP, se niega rotundamente a reconocer la brutal desigualdad sobre la que se sostiene esta Ciudad. Un desequilibrio imposible de mantener en el tiempo. Una amenaza constante. La única forma que tienen de defender públicamente su errática política, es negar la realidad (en Ceuta “nadie pasa hambre”, “no se han destruido puestos de trabajo”, “se ha actuado como nunca en todas y cada una de las barriadas por igual”, “el esfuerzo en educación y en becas es extraordinario”). Todos los entrecomillados son frases textuales del PP pronunciadas en la Asamblea para contra argumentar las denuncias sobre los índices de paro, pobreza, fracaso escolar o desequilibrio territorial.
Fundamentar una estrategia política en la negación de la realidad es una irresponsabilidad absoluta que, en situaciones extremas (como la nuestra) sólo puede derivar en tragedia. ¿De verdad el PP piensa que puede condenar a miles de jóvenes al paro, la pobreza y la marginación social perpetua sin coste social alguno? ¿De verdad piensan que los efectos de este colosal desastre se pueden resolver con las porras policiales?
El PP se está convirtiendo en el auténtico peligro para esta Ciudad. Pondré un ejemplo. En dos mil dieciséis, el Presupuesto de la Ciudad, contemplaba un millón ochocientos mil euros (poco) para financiar un Plan de Empleo Juvenil (contratos de seis mese rotatorios para jóvenes que no hubieran trabajado nunca y pudieran tener una primera experiencia laboral , con la intención de mejorar los niveles de inserción social y favorecer la autoestima de estos jóvenes sin horizonte profesional). Para el año dos mil diecisiete este programa ha sido suprimido. Dedicarán el dinero a un nuevo (e innecesario) contrato de limpieza.