Cecilia Malmström, sueca, 46 años y comisaria europea de Interior desde 2009. Su nombre, desconocido para el común de los mortales a este lado del Estrecho, se coló con estrépito en la tormenta mediática posterior a los sucesos trágicos del 6 de febrero.
Desde Bruselas, deslizó críticas contra la actuación de la Guardia Civil aquella madrugada en la que las aguas se tragaron las vidas de 15 inmigrantes, convirtiéndose así en uno de los grandes ejes sobre los que pivotó la refriega política durante las siguientes semanas. Tanto escoció la puya del supuesto aliado que desde Ceuta y Melilla se le invitó a visitar ambas ciudades en reiteradas ocasiones, pero desde entonces ni está ni se le espera por estas tierras.
Quien sí llegó en abril fue Ramón Luis Varcárcel, ex presidente de Murcia y presidente del Comité de las Regiones de la UE desde 2012. Durante su periplo por Ceuta del pasado 4 de abril, con subida al CETI incluida y entrevistas con Juan Jesús Vivas y Francisco Antonio González, se comprometió a trasladar a Malmström y al propio presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, un informe en el que detallaría la realidad de la presión migratoria sobre ambas ciudades y, por encima de todo, trataría de recordar a Bruselas que entre sus obligaciones figura también la de respaldar a Ceuta y Melilla en su condición de vigilante perpetuo del coladero en el que parece haberse transformado su frontera sur.
Ese informe de 12 folios fechado el 11 de abril, tan solo una semana después de pasar por nuestra ciudad, es el que esta tarde tiene previsto colocar Valcárcel sobre la mesa de la comisaria de Interior cuando se encuentre con ella en Bruselas. El documento combina un diagnóstico del escenario actual, con especial atención a los sucesos del 6-F, con recomendaciones finales y, sobre todo, una advertencia en el preámbulo: Vivas e Imbroda creen que “el esfuerzo [de ambas ciudades] por ayudar y atender a los inmigrantes no está siendo reconocido por las autoridades de la UE. De hecho, echan de menos una visita del comisario responsable de inmigración”. Guante lanzado de nuevo.
A partir de ahí, Valcárcel se refiere a la fuerte presión migratoria que se agolpa en el lado marroquí de la frontera, a la colaboración que presta Rabat o a los esfuerzos continuos por frenar a las mafias que comercian con vidas humanas. En el caso concreto de Ceuta, constata cómo el flujo de inmigrantes ilegales ha menguado desde el 6-F, trasladándose el grueso de los intentos de entrada a Melilla. También se detiene Valcárcel en su análisis en el papel que juegan los CETI, donde los recién llegados gozan de “libertad total para salir y entrar” y de cuyos empleados alaba su “labor extraordinaria de atención”, que incluye la detección de presuntos abusos o la presencia de redes de trata de mujeres. La sobreocupación, celebra, ha descendido, aunque alerta sobre el nuevo problema que representa el goteo incesante de entrada de inmigrantes sirios.
Tras el análisis, las conclusiones. El expresidente murciano las resume en tres, pero antes reitera su mensaje: este “drama humano” precisa “una respuesta común europea” porque “Ceuta y Melilla son también frontera de la UE”. Por ello receta “control eficaz de las fronteras exteriores, cooperación con los países de origen y solidaridad del conjunto de la UE con los estados que son frontera exterior”. Las dos líneas que preceden a los anexos insisten, por enésima vez, en la “invitación a la comisaria Malmström”. ¿Se dará por aludida?