Participará en el curso sobre nuevas masculinidades que desde ayer se imparte en el Campus
Son muchas las ocasiones en las que se demanda la adhesión del sector masculino en la lucha por la igualdad, se solicita su unión, ayuda y colaboración, pero pocas veces está presente. Al final la lucha converge en una misma dirección difícil de alcanzar el fin predeterminado al no poder abarcar a todos los sectores sociales. Pero la tendencia comienza, aunque de forma pausada, a revertir. Borja Rodríguez es la voz masculina en el curso organizado por la Fundación Cepaim que desde ayer acoge el campus universitario y que versa, precisamente, de la necesidad de implicar a los hombres para conseguir una sociedad igualitaria.
Rodríguez es psicólogo, sexólogo y terapeuta de parejas desde una perspectiva de género. Experto en prevención, detección y atención de la violencia de género es, además, educador social y en la actualidad trabaja en la Fundación Aspacia como coordinador del Área de Hombres Condenados por Violencia de Género. Una temática que abordará en una de las dos ponencias que realizará durante la jornada de hoy.
–Tratará la corresponsabilidad en su primera ponencia. ¿Qué aspectos planteará?
–Principalmente los roles masculinos preestablecidos y asumidos que generan una carga, un maslestar y son un gran lastre en esa carrera hacia la igualdad. Quiero poner de manifiesto que hay que unir roles, y no debemos ir, hombres y mujeres por caminos diferentes. Que ambos podemos sentir, hacernos cargo del cuidado de los hijos, trabajar o estar desempleados, sin que ello suponga una carga mayor para una de las partes. En concreto me voy a centrar en el autocuidado, en que los hombres aprendan a cuidarse solos sin depender de su pareja o madre, porque considero que es la raíz a muchas circunstancias de dependencia.
–Se dirigirá principalmente a mujeres porque de 50 inscritos tan solo 7 son hombres.
–Es normal en este tipo de cursos, pero si lo hubiésemos organizado el año pasado o el anterior la participación masculina hubiese sido nula. Avanzamos lentamente, poco, pero algo se consigue ya que muchos hombres todavía se sienten intimidados o agredidos si se les dice que deben asumir un cambio de rol en su masculinidad.
–¿Considera que la comunicación es unidireccional y que no se llega realmente a quien se pretende?
–Hemos sido educados en una sociedad heteropatriarcal, yo mismo he tenido que deconstruirme en muchos aspectos, así que cuando se le dice a un hombre que puede llorar, que debe asumir la responsabilidad en el hogar o de los hijos o que el acoso es violencia, descoloca desde la perspectiva de perder su masculinidad.
–Existe un enorme grueso poblacional, hombres y mujeres, que se oponen a esa lucha e incluso atacan las conductas del cambio.
– La gente necesita aferrarse al camino borrego para que todo siga igual. Tan solo hay que poner la televisión donde estamos constantemente bombardeados por este tipo de conductas en las que predominan lo gritos, insultos y el hombre tiene que ser un macho ibérico, y, además, las asumimos como normales; O entre los folletos de juguetes, de los que solo uno no se ha atrevido a diferenciar entre azul para los niños y rosa para las niñas, estos son tan solo unos ejemplos de los múltiples que abundan en nuestras sociedad.
–¿Es efectiva la lucha emprendida?
–Todavía falta mucho. Lo esencial es la educación, trabajarlo desde la base en los centros escolares donde los datos y estadísticas vierten cifras aterradoras, y es que la mitad de los jóvenes están de acuerdo y apoyan la violencia, y a mi eso me genera mucho miedo porque en el marco de educación no se está haciendo nada o lo que se hace no es productivo.
–¿Cómo se debe trabajar?
–En mi opinión, de forma transversal. No a través de una asignatura de igualdad de género, si no implementándolo en todas las demás. Enseñando en ciencia que no solo Marie Curie fue una gran científica, que hay muchas más mujeres que han destacado en este campo y poco o nada se habla de ellas. Hay que comenzar a empoderar a las mujeres desde niñas.
–Otro de los campos en los que trabaja es en un programa de instituciones penitenciarias con Condenados por Violencia de Género. ¿Cómo reaccionan cuando aborda estos temas?
–Las primeras reacciones siempre son de negación, se alteran e, incluso en varias ocasiones se han enfrentado a mí hasta el punto de casi agredirme. Pero a medida que avanzan las sesiones la sensación que les genera es de rabia y mucha impotencia por que no se les enseñe antes.
–¿Consiguen reinsertarse y no recaer?
–La mayoría de ellos lo hace, aunque también hay otros que desde la primera sesión percibo que no van a cambiar. En cuanto a las recaídas a veces se producen.
–¿Considera efectiva la Ley de Violencia de Género?
– Ha hecho bastante pero hay que hacerle una revisión muy grande. Lo que no es lógico es que a estas alturas las víctimas por violencia superen a las del pasado año, algo falla y es la voluntad política y legislativa como está siendo evidente en los juicios de los violadores de San Fermín, donde las personas que juzgan no son imparciales porque para ellos enseñar una teta es provocar. Así que con esa postura se está reforzando al agresor y asilando a la víctima que, además, es una actitud social muy generalizada. Ocurre con el ‘bullying’ en los colegios, al niño víctima se le deja fuera del centro y el maltratador se queda fomentando así sus acciones y dándole cancha para que siga actuando. En violencia de género ocurre exactamente igual. En vez de educar para que no se produzca se intenta solucionar de algún modo cuando el daño ya está hecho.
–¿Qué opinión le merecen las denuncias falsas?
– El índice de denuncias falsas es ínfimo, de un 0,005%. Es decir no se producen, el problema es que para el policía de turno, o gran parte de la sociedad, una amenaza no es violencia de género.