El taller de imagen personal impulsado por el SPEE y UGT visita a personas mayores y dependientes de diferentes centros como la residencia Virgen de África “Nos estamos dando cuenta de que es un servicio que necesitan y les hace mucho bien, pues cuando llegamos las enfermeras y cuidadoras nos aseguran que el día en que las ponemos guapas están mucho más tranquilas y alegres”. Rosario Castillo es una de las 14 alumnas del Taller de Peluquería y Estética que Servicio Público de Empleo Estatal (SPEE) desarrolla desde el pasado mes de diciembre en las aulas de UGT de la avenida de Madrid. Ahora, con la fase teórica ya superada, estas aplicadas alumnas están llevando a la práctica lo aprendido a la par que contribuyen a una labor social que es más importante y eficaz de lo que en un principio habían pensado. “Como estos talleres tienen una perspectiva social, además de estar enfocados para mujeres desempleadas mayores de 25 años la parte práctica la desarrollamos en diferentes centros de mayores y personas dependientes”, explica la directora del Taller, Inmaculada Cadavieco.
Ella se encarga de la parte de estética mientras que su compañera, Noelia Blanco, es la encargada de que las alumnas utilicen bien el cepillo, el secador, la tijera y los tintes. La sonrisa de sus divertidísimas clientas no puede ser más sincera. “¿De verdad? ¿Me han puesto guapa? Pues muchas gracias hija... ¡y mira las uñas qué bonitas me las han dejado!”, cuenta Adela Pérez que, ayudada por su andador, encamina muy contenta sus pasos hacia su habitación en la 4ª planta de la Residencia Virgen de África. Ha escogido el color coral para la manicura “porque es diferente pero a la vez muy fino” y se alegra cuando le informan de que, además, es el color de moda. “¡Mira que suerte tengo! ¡Encima voy a la última moda!”, exclama más satisfecha todavía.
Entre las responsables de su buen humor encontramos a Nadia Mohamed que, con 40 años, ha visto en este curso una excelente oportunidad para el futuro. “Está siendo muy gratificante porque hay mucho compañerismo y las profesoras son excelentes”, opina la alumna con la pena de ver cómo el taller llega a su fin. Siente que la gratificación que recibe, además, es doble ya que no solo aprende sino que al mismo tiempo alegra la vida de las ancianas. “Se ponen super contentas y estamos todo el tiempo riéndonos con ellas”, comenta Mohamed, “por ejemplo, para las manicuras les traemos colores apagados, rositas, y sin embargo ellas nos piden colores llamativos porque quieren ponerse las uñas como sus nietas”. También les preguntan consejos de belleza e incluso alguna que otra pide cosas imposibles. “¡Nos preguntan si les podemos quitar años!”, dice la alumna entre risas.
A la vista está, las arrugas y los años no están reñidas co la belleza. Margot González, otra de las residentes, lo sabe bien. Le acaban de peinar su cabello ya encanecido y, con sus uñas de las manos y los pies perfectamente pintas de rosa claro, encara el ascensor con la cabeza bien alta. Hoy paseará por las calles cercanas más bella que otros días. “Por mí podían venir todos los días”, confiesa. Cadavieco confirma que su presencia en los centros está muy solicitada e incluso le han enviado cartas de agradecimiento por la labor que llevan a cabo. Además, aunque la mujeres sean sus mejores ‘clientas’ no cierran la puerta a los varones. Francisco Hidalgo, que ha aprovechado para leer el periódico mientras Rosario le cortaba uniformemente las uñas de las manos y de los pies, es hoy el único hombre. Rodeado de mujeres, cuentan que para acompañar a la pedicura le han dado un masaje en las manos y en los pies. Se siente como un marqués. “Sería estupendo que vinieran todos los días y, de paso, tenían trabajo las muchachas”, argumenta. Y es que, si una labor como esta consigue aunar las opiniones de tanta gente, parece que se está haciendo un buen trabajo.