La Guardia Civil se tuvo que emplear a fondo durante la madrugada y todo el día de ayer sacando a jóvenes del agua, salvando vidas. Se la juegan sobre embarcaciones en un mar del que nunca hay que fiarse, incurriendo en unas maniobras extremas, evitando que se sucedan muertes.
La frontera sur de Europa necesita medios, muchos más recursos a la hora de hacer frente a una presión que empeora en situaciones adversas como las que se están viviendo. Son los momentos más peligrosos, pero a su vez los que generan mayor atracción.
Las escenas que se repiten a diario en el mar deben provocar una reacción inmediata no ya del Gobierno de España, sino de una Europa que mira hacia otro lado y que incurre en una auténtica dejación de funciones en su frontera sur.
La Guardia Civil pone vidas a salvo, pero nadie cuenta o repara en la hilera de jóvenes que desaparecen en el mar y que protagonizan noticias, dramas, espacios informativos para después caer en el olvido.
El temporal lleva a extremos, cualquier día puede escribirse la crónica de una tragedia, porque la misma se roza sin miramiento. Ante ese límite Europa tiene que reaccionar, no puede seguir obviando lo que está pasando. No hacerlo y tener conocimiento de todo esto tiene un nombre.