Villancicos, reuniones, época navideña con nieve y frío, héroes anónimos… Todos estos son los ingredientes que nos llevan a pensar en que estamos ante una recomendación cinematográfica para estas fechas, pero de eso andamos sobrados, incluso saturados, y los que lean esta humilde columna desde hace mucho sabrán que no es costumbre de quien la suscribe. El caso es que los elementos enumerados se pueden encontrar, aunque sean tangencialmente en la película propuesta, pero nada de argumento entrañable de mazapán. Los héroes de Telemark es una cinta bélica de aventuras e intriga, un tanto (e injustamente) olvidada, que no envidia nada al entretenimiento de acción más actual, con un excelente reparto y unos escenarios gélidos en Noruega que no sólo resultan atractivos por su fotogenia, sino de lo más originales para tratarse de una historia ambientada en la Segunda Guerra Mundial.
Kirk Douglas y Richard Harris encabezan un excelente reparto en los papeles de los líderes de un pequeño grupo de soldados noruegos en una misión prácticamente suicida: deberán sabotear una fábrica de un material que los nazis necesitan para culminar la elaboración de la bomba atómica, que sin duda decantaría la guerra. Cierto aroma a hechos reales envuelve el argumento de una interesante trama en la estela de otras misiones suicidas con elaborados preparativos del estilo a Doce del patíbulo, que, sin embargo, fue estrenada dos años después, en 1967, justo la fecha en la que falleció Anthony Mann, el director de esta película, la penúltima de su filmografía, y también marido de Sara Montiel, por si les sonaba el nombre de otra cosa y no sabían ubicarlo. Mann logra transmitir con eficiencia su oficio en cine histórico de acción, especialmente western, y no en vano es también realizador de trabajos como Winchester 73 (1950), Cimarrón (1960), El Cid (1961), o La caída del Imperio romano (1964).
El hecho que recrea Los héroes de Telemark está enmarcado en 1943, y cambió el curso de la guerra, y el planteamiento de la producción combina géneros con inteligencia; además del bélico, hay espacio para la aventura, el espionaje, la acción y el romance (el de otros tiempos que no pasaban en España la censura, pero resultaban en muchos casos y paradójicamente bordear la frontera de lo inocente con lo casi infantil). También hay que mencionar cierto toque a lo James Bond, y todo este cóctel, bien removido sin mezclar, tal y como le gustaría al mítico agente 007, para formar un buen conjunto final que se complemente y no de la sensación de no tener claro qué camino estilístico tomar.
Se trata pues, en definitiva, de una estupenda película bélica, muy bien escrita, dirigida e interpretada, todo un clásico atemporal que bien puede rellenar el hueco de ocio sabático vacacional de un cinéfilo que sin necesidad de tener problema alguno con estas fechas, prefiera ampliar la mirada hacia posibles entretenimientos audiovisuales un tanto más allá del cine navideño que acaba agotando por saturación y con posibilidad de coma diabético por exceso de edulcorante.
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