Analizando de manera empírica el posible respeto y reconocimiento, fomento, amparo de nuestras costumbres, tradiciones y recuerdos e historia de nuestra sociedad caballa, la verdad es que a veces esta defensa deja algo que desear, por no decir mucho, y más si cabe en lo relativo a un registro meramente relacionado con el gremio de la mar, que en esta ciudad, rodeada de tanto mar, por olvidarse de tal defensa, tenemos los pesqueros y pescadores que, hoy por hoy, brillan por su mínima escasez, por no decir una nula existencia.
Y para muestra de ello decir que este jueves, 12 de diciembre de 2024, se cumplen 75 años de aquel otro 12 de diciembre de 1949, una efeméride que a lo largo de todos estos años se ha ido diluyendo el significado de lo sucedido y vivido entonces en Ceuta; diluyéndose como un tarro de perfume abierto y arrimado a una ventana con viento de poniente. Precisamente no era viento de poniente el que dirigía el mar de Alborán aquella jornada, un gran temporal de levante sorprendía a toda una flota pesquera que había partido del puerto de Ceuta y desde otras localidades andaluzas cercanas en dirección a los caladeros que se hallaban en toda la cornisa del norte de Marruecos, desde el estrecho de Gibraltar hasta el cabo de Tres Forcas a la altura de Melilla (en aquel tiempo era zona del protectorado español).
En los días anteriores a esta jornada, y teniendo en cuenta la coyuntura social, económica, cultural, religiosa y política existente en una España de postguerra, con sus muchas carencias, la vida cotidiana de una ciudad pesquera como era Ceuta, transcurría con cierta normalidad. Por una parte, la identificada como célula de la sociedad, las familias, que por entonces las componían muchos miembros como para poder denominarse “numerosa”, muchas de ellas venidas de la península, como de La Línea, Tarifa, Estepona, Málaga o Cabo de Gata en Almería, buscaban el sustento en nuestra ciudad, en un sector primario bullicioso como era la presencia de muchísimas embarcaciones pesqueras, astilleros y varaderos, muchas fábricas conserveras, talleres de mecánica de barcos, trasiegos de artes de pesca y establecimientos de ferreterías. Era normal que varios miembros de una misma familia trabajasen en estos establecimientos e incluso fuesen enrolados en el mismo pesquero.
"En memoria de todos esos marineros que murieron en aquella tragedia, a los que sumamos también los muchos caballas que durante años han fallecido realizando la pesca submarina en las aguas de Ceuta. Descansen en paz"
Por otra parte, era un calendario previo a la festividad de “La Pascua”, así era por entonces como se le llamaba a la Navidad, en este calendario vecinos de barriadas pobres construidas en el mismo “rebalaje” de la playa, como en la Ribera o en la Almadraba, que tenían poco para el sustento, se arrimaban a casas de sus compadres para sumar y celebrar estas fiestas, en donde, por ejemplo, se abría una lata grande de atún o de aceitunas y se aprovechaban al máximo, no solo para comer sino para fabricar sonajeros que junto a las botellas vacías de anís servían de instrumentos para amenizar los villancicos con las letrillas propias que configuraban los muchos coros que habían, como el coro de La Paloma o el de Los Marineros.
Ya en la víspera de aquel 12 de diciembre, la mar, que había mantenido una cierta calma, comenzaba a barruntar el alarmante cambio que iba a sufrir. En esta relativa calma numerosas embarcaciones salieron a navegar con sus completas marinerías bien definidas, patrones, maquinistas, luceros, cocineros y marineros, e incluso el típico menor “el chiquillo del barco”. El trayecto marítimo para alcanzar los bancos de pesca suponía trasladarse desde las aguas de la propia bahía sur de Ceuta en torno al Tarajal, y llegar hasta la Restinga y Cabo Negro, a Río Martil y Waslao, incluso alcanzar la propia costa rifeña de Alhucemas.
La mayoría de los pesqueros constituían el arte del cerco, las trajiñas, capitaneadas por sus propios y experimentados patrones que conocían bien el arte de la captura de las diferentes especies de peces entre los que destacaban los boquerones, caballas, jureles, sardinas y melvas. Otros patrones de embarcaciones pesqueras asimilaban actitudes de los experimentados, procurando realizar los mismos movimientos al considerar como acertados, al cien por cien, el conocimiento de éstos.
"Muchas embarcaciones quedaron ubicadas lejos de Ceuta cuando el tremendo temporal formaba ya una verdadera tormenta perfecta"
Algunos de estos patrones, viendo la situación del temporal que se estaba generando, augurando el peligro extremo que siempre guarda el mar, decidieron cambiar el rumbo y volver cuanto antes a puerto seguro. Muchas embarcaciones quedaron ubicadas lejos de Ceuta cuando el tremendo temporal formaba ya una verdadera tormenta perfecta. Otras más cercanas a Ceuta, viendo el peligro que suponía remontar la Almina, arriaron el ancla cerca del pinero y en la zona del tarajal y pusieron proa al viento aguantando a que aflojara el fuerte levante e intentar salir de allí en cuanto se diesen las condiciones. Embarcaciones pequeñas que se hallaban amarradas dentro del foso vieron cómo la corriente y la fuerza del viento las golpeaban contra los muros, destruyéndose algunas.
Sin embargo, hubo embarcaciones que decidieron remontar la bahía sur y regresar a puerto, algunas lo consiguieron a tiempo, pero justo ahí, instantes después, estaba la boca de la tormenta, frente por frente a los isleros de Santa Catalina. Al Lobo Grande, que era de Ceuta, le siguieron embarcaciones foráneas amparándose en el quizás acierto de éste para navegar por ruta segura.
La tragedia acabaría consumándose, la energía que desarrollaba aquel temporal de levante, no daba tregua alguna, de tal manera que tres pesqueros: El Lobo Grande, Los Mellizos y el San Carlos, se hundieron con toda su tripulación en esos isleros de Santa Catalina. Como dice la coplilla que originó aquella tragedia, “unos llamaban a sus hijos y otros buscaban a sus padres”.
De aquellas tres tripulaciones, pocos se salvaron, cerca de setenta marineros murieron aquel 12 de diciembre de 1949. Este hecho no debería caer en el olvido.