Los Reyes llegaron en calesa al Puerto, fueron recibidos por Vivas, repartieron caramelos e ilusionaron a los más pequeños
“¡Son de carne y hueso, de carne y hueso...!”, se repetía ayer admirado un niño mientras pellizcaba del brazo a su madre y sus ojos contemplaban, apenas a medio metro de distancia, a esos tres Reyes Magos que, en efecto y a pesar del nimbo de seres todopoderosos que rodea sus siluetas, son reales en el sentido de visibles, de palpables, de amados.
Como el pequeño, cinco minutos después de la escena referida en el preludio de la presente crónica, aguardaban admirados medio centenar de niños que, controlados por sus familiares, veían como entre todas las embarcaciones que quedaban a un lado y otro del Puerto Deportivo de Ceuta se erigía el pico del afortunado barco que transportaban, directamente llegados desde Oriente, a los tres Reyes Magos.
Eran las doce y dos minutos de la tarde cuando Melchor, Gaspar y Baltasar pisaban Ceuta por primera y última vez en el año que acaba de nacer. Algo cansados por el largo viaje, colorados por el brillante sol que caía a plomo a esa hora, y con exquisitas maneras, el trío mágico fue descendiendo las escaleras de la Calesa Real para, al fin, poder abrazar al respetable.
Entre ellos, además de los mencionados niños, con los que los Reyes se hicieron fotografías, repartieron carantoñas y dieron los primeros caramelos de la dulce jornada, se encontraba Salvador Jaramillo, máximo responsable de Festejos, quien fue el cicerone de la comitiva hasta que ésta llegara al Ayuntamiento de la Ciudad, donde el presidente Juan Vivas aguardaba para dar la mejor de las recepciones de bienvenida posibles, que son esas que se hacen con el corazón.
Pero hasta tal momento y antes de la multitud vespertina, los Reyes tuvieron una primera toma de contacto con el trajín de las calles, con los clientes acodados en los cafetines y en definitiva con los vecinos de Ceuta con los que mantuvieron intercambios de frases y de saludos.
“Aquí, aquí...”, daba saltos un pequeño a la altura del café ‘Gran Vía’, “yo quiero caramelos”, insistía en una petición que fue satisfecha después de que Melchor hiciera la pregunta de rigor: “¿Te has portado bien este año?”
La carroza de caballos iba ganando metros, una lluvia de caramelos caía desde la altura del trono y el jolgorio comenzaba a calentar motores antes de la gran noche, la de los regalos, la de las ilusiones, esperanzas y abrazos fraternales.
“Sean bienvenidos”, expresaba el presidente Vivas en el Ayuntamiento a cada uno de los Reyes Magos, “abrimos los brazos para cobijar la visita y la estancia de Sus Majestades, quienes estoy seguro que, como en años anteriores, se portarán bien con los ceutíes y con la propia ciudad a la que empujarán con su ánimo y optimismo a que todos consigamos espantar a los nubarrones de estos tiempos”.
Agradecidos con los palabras del presidente y una vez que también fueron recibidos los pajes de Sus Majestades, Melchor, Gaspar y Baltasar accedieron al Salón del Trono del Ayuntamiento donde tras saludar con reverencias a todos los presentes –autoridades del Gobierno, periodistas, niños y vecinos ceutíes– se sentaron para adopar una cómoda posición con la que atender mejor las peticiones de los pequeños.
Y como es habitual, entre éstas, vociferadas con rotundidad y en público antes incluso de expresárselo al Rey Mago, se encontraban un sinfín de preferencias, siempre presentadas bajo dos innegociables comienzos: “Yo quiero un...” y “Voy a pedir un...”.
Respecto a los materiales, los años y las épocas pasan, las generaciones nacen con distintos ojos, las necesidades se transforman pero hay clásicos que jamás cambian de moda, como los coches teledirigidos, las camisetas del equipo de fútbol preferido o el modelo más coqueto de la muñeca ‘Barbie’.
Cuando la hora del almuerzo llegaba, la fila de niños fue menguando y los Reyes pudieron reunirse, en soledad, para cocinar unos sueños que cada seis de enero alimentan más que el mismísimo roscón.