Un aniversario es, según la RAE, el día en que se cumplen años de algún suceso. Y el suceso era que la Confederación de Empresarios (y empresarias supongo) de la ciudad cumplía cuarenta años.
Un acto que debería compaginar la felicidad de cumplir años con las reivindicaciones y los “dreams” de cara al futuro en cada palabra que se pronunciase.
Desde luego la referencia a la “inmigración ilegal” para arrancar el evento ya era un prolegómeno poco alentador a la vez que sorprendente.
Destacar la inmigración única y exclusivamente como algo negativo, cuando no hay ni un solo empresario local que no haya contado con personas migrantes en sus negocios, de manera regular o irregular, por no hablar de las personas que limpiaban, cocinaban y atendían todo lo que fuera necesario en sus casas, ha sido un poco surrealista.
También decepcionante que no se haya corregido por ninguna de las personas que intervinieron.
Hablar de la “inmigración ilegal” no es lo más acertado en la celebración de un aniversario. Tampoco la constante y permanente alusión a la españolidad de nuestra ciudad (¿es que no ven que cuanto más lo exponen más parece que dudan de ello o que lo están cuestionando?).
Curioso el hecho, el dato, de escasísima, por no decir inexistente, presencia de ese sector empresarial multicultural tapado por un halo de nostalgia de aquellos tiempos de los “paraguayos” (denominación que se daba a quienes venían a hacer algunas compras en la ciudad cuando era Puerto franco) de quienes, aunque les vaya todo de perlas (¿del mediterráneo?) muestran dificultad en el reciclaje y en la actualización de la mentalidad empresarial.
Aún hay quienes creen que el sector empresarial va de mirar desde arriba, de sentir que se les ataca o de que son la única resistencia y el ejemplo universal de supervivencia.
He echado de menos datos, los económicos, los de los empresarios y empresarias que sacan adelante sus negocios, especialmente de autónomos y autónomas en una ciudad en la que el número, aún a la baja y aún debilitado, resiste como puede día a día.
Esos sí que merecen una fiesta.
A todos los que levantan la persiana día a día con las dificultades que conlleva, a los que se plantean cada final de mes si continuar o desistir, a los que miran a las personas que tienen empleadas de manera horizontal, de tú a tú, y no vertical, de arriba a abajo, a los que no son ni han sido “empresarios de luxe” agraciados por el aprecio de quien parte y reparte, a todos ellos y ellas, sois los que realmente merecéis que se celebren vuestros logros.
Es posible que estas letras no escandalicen a nadie, total algunos no ven más allá de la imagen y otros están demasiado acomodados en sus posiciones.
Sin embargo, a mí, aún hay cosas que me indignan y me apenan a partes iguales, porque podríamos tener un colectivo empresarial infinitamente mejor posicionado, pero para eso, hay que rescatar la principal cualidad de una persona empresaria: el valor.