La decisión del Gobierno central de cerrar las puertas del CETI y evitar la entrada de nuevos inmigrantes no solo ha sido histórica -porque nunca se había llevado a cabo- sino también torpe y errónea. No hay excusas que sirvan para evitar que quien ha saltado la valla o ha bordeado un espigón quede en la calle porque se argumenta una saturación del centro, forzándole a formar un asentamiento, a comer de lo que se le dé y a generar un riesgo innecesario, por ejemplo de incendio, si se enciende alguna hoguera para cocinar o buscar calor.
El responsable de esa decisión debería dar explicaciones, porque la saturación del CETI no lo es ya que ha habido otras épocas no ya solo de más presión sino además sorpresiva (con entradas de casi mil personas en cuestión de horas) y se han buscado soluciones rápidas con la colaboración de la Ciudad y la Comgeceu, montando literas o buscando zonas vacías. Todo menos ordenar dejarlos en la calle.
Ahora se anuncia que habrá una salida extraordinaria, pero esta no es excusa para no comparecer y explicar por qué se ha llegado a este extremo.
Cuando se cometen errores lo peor es callar, y en este caso concreto no solo no se sabe quién dio esa orden desde Madrid sino que tampoco se han dado datos oficiales sobre la realidad auténtica, no la que se ha querido difundir para tapar una de las mayores torpezas, una barbaridad.