Hoy se cumple una semana desde que se cursó el aviso de la aparición de los restos de un delfín en la playa de Calamocarro. Una información que en principio no debería dar lugar a la consiguiente noticia de no ser porque, pasados siete días, todavía no se ha producido la recogida de unos restos ya en descomposición.
Las llamadas de usuarios de la playa así como de vecinos por el mal olor no se han hecho esperar. El 112 ha cursado ya varias de estas, y hasta la propia Guardia Civil, a través del Seprona, ha dado parte sobre la presencia de estos residuos.
Según las ordenanzas, la Ciudad Autónoma, a través de la Consejería de Medio Ambiente, tiene la competencia en este ámbito y, a través del convenio con ATHISA, tiene que encargarse de la recogida de los residuos que pueda haber en las playas. El hecho es que desde la noche del pasado domingo nadie ha pasado por Calamocarro para recoger unos restos que, ahora, ya provocan un olor nauseabundo. El malestar que ha trasladado la Benemérita se suma a las quejas de vecinos del lugar y viene a reabrir el eterno debate sobre la retirada de los restos que aparecen en las playas. Aunque en el caso de marras el problema medioambiental ha pasado a ser un asunto de salud pública de primer orden. Ahora ocurre con los restos del delfín, pero ha sucedido, en demasiadas ocasiones, con las semirrígidas que quedan abandonadas en la arena. Ahí se abre la eterna lucha entre administraciones, dependiendo si esos restos están en la arena o en el mar, ya que la Ciudad confiesa que sólo se responsabiliza de lo que ha llegado hasta la arena de la playa y no del resto.
En el caso de marras, los restos aparecen en plena playa de Calamocarro, a la altura de Punta Blanca, y los requerimientos que se han efectuado desde distintos ámbitos no han servido para que se aporte una solución.