Se enfrentaba a su última novela. Una más de las cerca de cuarenta que había publicado. No sería una novela brillante, pero a él no le hacía falta. Él ya no era solo un escritor; se había convertido en una marca. Una marca que generaba muchos ingresos a las editoriales, y que por tanto, se mimaba como la gallina de los huevos de oro.
Y el escritor lo sabía. Su instinto comercial, adobado con sus escasas apariciones y sus espléndidos artículos de prensa, le habían rodeado con un aura, que convertía sus historias en número uno de ventas en su país.
Era ante todo un escritor “de oficio” , lo cual se comprobaba en su método de trabajo diario.
Ante la idea primigenia, primero se documentaba ampliamente en su extensa biblioteca, después preparaba el escenario, el ambiente, el tempo y los personajes y, lentamente, iba construyendo su historia como un buen arquitecto.
Sin embargo, este escritor tenía un “talón de Aquiles”. Y ése no era otro que sus capítulos finales, que no estaban, ni de lejos, a la altura de sus historias.
Al cabo de seis meses, dió por concluida su nueva novela, dedicando las veinte últimas páginas al desenlace final.
Se acostó satisfecho de su arduo trabajo y dejó encendido su ordenador, para revisar sus últimos capítulos.
La sorpresa vino a la mañana siguiente.
El cursor del ordenador, se había posicionado sobre el inicio de los últimos dos capítulos,pero cuando comenzó a leer, descubrió sorprendido que el final que él había escrito, había sido sustituido por un cierre que superaba con creces en imaginación y prosa, a su escrito inicial.
Al final de los nuevos párrafos, había un post sript , en francés, que decía: “celui-ci est bien meilleur” ( éste es mucho mejor).
El escritor, después de leerlo y releerlo, hubo de admitir que aquel desenlace, cuadraba perfectamente con la historia.
Es más, tras publicar su nueva novela, la crítica y sus numerosos lectores, coincidieron en que los postreros capítulos, alcanzaban un nivel inusitado, que enaltecia la novela en sí.
Desde entonces, este famoso escritor, en novelas sucesivas, SIEMPRE dejaba los tres últimos capítulos, sin escribir, a la espera de que fueran redactados por ese ente desconocido, que lo catapultaba a la gloria.
P.D. Cualquier parecido con la realidad, está bien parecido.