Qué sentido primordial tiene la exploración de la diversidad de seres vivos?; cuál es el significado de tanta variedad, y que marca imprime en nuestra alma? Estas son preguntas importantes que cualquier ser humano podría plantearse cuando observa toda la belleza natural que nos rodea.
Toda la calma y serenidad interior que conlleva la contemplación de los paisajes naturales y sus organismos, debe contener un profundo mensaje a descifrar de manera paulatina a lo largo de la vida.
El principal mensaje guardado en la biodiversidad, y quizás el peor entendido en nuestros tiempos racionalistas, sea la obra de amor inmensa que reflejan todas las criaturas. Es un signo indicador, bien palpable en la obra material del Supremo.
Él, que es el Amor mismo, es creativo, inclusivo, y su imaginación en el agradar no tiene límites. Por consiguiente, podemos conocer algo de la esencia del Amor, por su inmensidad en la variedad de la vida en nuestro precioso planeta. Una desbordante colección de criaturas inabarcables para nuestro conocimiento.
Del espíritu del Creador, podemos y debemos esperar cualquier posibilidad, no existen límites, tan solo los que su propia naturaleza e inteligencia superior se quieran imponer. Siendo Espíritu, y bastándose así mismo en el gozo de su intimidad personal, decidió producir almas angélicas diversas y hermosísimas. Todos los ángeles agotan su especie, no existen dos iguales. Incluso cada uno de los caídos, en su soberbia desobediente, y devenidos en seres malévolos, odiadores y blasfemadores, son únicos en su horripilante ser. Sabemos por la ciencia teológica que existen un número concreto de Ángeles, pero no conocemos el número de almas humanas; ese conocimiento será precisamente uno de los signos del final de los tiempos que presagie el regreso de nuestro Señor, pues solo entrarán al Reino de los Cielos aquellos que ya se determinaron desde el inicio de los tiempos.
La obra creadora material, imprime almas vegetativas, según la teología de Aquino que hereda el pensamiento de Aristóteles, en las criaturas orgánicas no humanas. Están dotadas de vida, pero no de eternidad en el mismo sentido que nuestra especie; no obstante, todo será restaurado en el final de los tiempos.
Es obra tan descomunal que resulta imposible de abarcar en su totalidad. La profusión de especies, hábitats y condiciones físico-químicas, es una fuente de sana emotividad y constante motivación exploratoria con la que también nos ha bendecido nuestro buen Dios. Un manantial de inspiración que señala con signos evidentes el camino que nos lleva hacia un tipo de experiencia de la divinidad, a las claras y a lo grande.
Es un mapa salvífico, al estilo de lo indicado por Chesterton en su recopilación de escritos apologéticos sobre el catolicismo, que nos envuelve y regocija, suscitando nuestra admiración por tanta perfección, belleza y orden. Grandes santos franciscanos han sido los que se han tomado más seriamente el mensaje del evangelio de Marcos “Id por todo el mundo y proclamad el buena nueva a toda la creación”.
Todo el sistema natural está engranado con unas leyes y formas de cooperar para el mantenimiento de la biosfera, la joya más preciada de cuantas nos han sido donadas a los herederos de Adán y Eva. Sin su presencia, no solo no podríamos sobrevivir sobre la faz del planeta, sino que nos moriríamos de tristeza. Todo lo creado alaba con su existencia y belleza al Cielo; justamente, nosotros, garantes y gestores del jardín heredado en usufructo, debemos entender nuestra crucial misión con respecto a la inocente naturaleza, para no mancillarla y destruirla con nuestros afanes codiciosos y embrutecidos.
No se ama a Dios convenientemente, si se destruye y daña intencionadamente su obra natural, tampoco se le ama, si pudiendo hacer algo para proteger la naturaleza frente al espíritu del mundo, no se hace. El pecado de omisión es sin duda el más feo y menos defendible; el más traicionero y cobarde. Pues, aquél que pudiendo proteger al más débil, a lo más débil, a lo que no tiene voz propia, no lo hace, carece de justificación plausible ante la justicia suprema.
Los trabajos que realizamos con nuestros proyectos, y en concreto esta nueva campaña de fondos circa-litorales en Canarias, persigue los valores eternos de la verdad, la bondad y la belleza, pero no solo para disfrutar de las consecuciones intelectuales y vivenciales, sino para ser de utilidad, tanto a la sociedad como a la propia obra natural que merece nuestra respuesta amorosa. La conservación y preservación de toda esta naturaleza salvaje, y su utilización razonable en beneficio de la humanidad inspira nuestra labor.
Las autoridades ambientales y pesqueras de Canarias tienen suficientes datos sobre sus mesas de trabajo para tomar decisiones oportunas. Sin discriminar a los trabajadores de la mar, pueden y deben ordenar convenientemente algunas actividades pesqueras. La pesca insensible y ciega a los impactos, produce unos enormes daños a los corales de estos fondos marinos. Sus consecuencias juegan en contra del sector pesquero, porque la destrucción paulatina de este santuario disminuye su capacidad de resiliencia, y va mermando las poblaciones de peces que persiguen.
El enclave de Montaña Clara, cuyos daños están siendo de un calado dramático, por su singularidad y la enorme importancia científica y patrimonial que tienen, necesitan una urgente actuación para protegerlos cuanto antes de los agresivos anzuelos, y medios de fondeo que todavía se emplean por aquellos lares. Sin lugar a dudas, es el tesoro biológico sumergido más relevante de Canarias.
El monumento natural, resiste porque no soporta demasiada presión antrópica, debido a la distancia a la que se encuentra de la isla de Lanzarote, y a la protección que le proporciona el propio mar, que no permite faenar en muchos momentos del año. Su majestuosidad no merece este desdén; unas simples actuaciones de restricción garantizarían su protección a la vez que no impedirían las necesarias faenas de pesca. Contemplar esta abundancia de peces, tan elegantes como los meros, los abades o los grandes medregales y jureles, paseando entre estos corales gigantes, es un raro privilegio que nunca apreciaré lo suficiente. Siempre nos preguntamos, como sería todo este entorno, si estuviera protegido de la pesca directa, y también, si sería posible, llegar a recuperar la naturalidad que este edén sumergido tuvo hace miles de años. Puede que sí.
En el entresijo de barranqueras y paredones que exploramos, existen algunos entornos que todavía conservan grandes dosis de naturalidad, y por lo tanto conservan cuadros naturales bellísimos, muy antiguos por sus enormes dimensiones y gruesos esqueletos córneos. Mientras tanto, nuestra obligación es realizar las pertinentes evaluaciones científicas, y mostrar todas las amputaciones, dislocaciones, deformaciones, heridas y la multitud de colonias yacentes en el fondo de los precipicios sumergidos, que han sido arrancadas de cuajo.
La propia administración recaba datos a través de los proyectos que nos concede, y eso significa que hay un honesto interés político-administrativo por mejorar la conservación de este promontorio único, y auténtico patrimonio de la humanidad.
Deseamos que lleguen a tiempo para detener este maltrato. Dejamos una serie de imágenes, para ilustrar aquello que estamos comentando, y solo esperamos que sirvan para ayudar a tomar conciencia de nuestra responsabilidad colectiva.