El viaje a los países musulmanes, en general para cualquier occidental, es un viaje muy atractivo porque el choque de culturas suele impactar. Se pueden encontrar ciudades con trazado europeo pero con medinas intransitables, llenas de especias, olores, sabores picantes como regla general, y dulces bañados en miel y almendras de alta calidad, todo ello acompañado del griterío constante de los pobladores de las mismas.
Si nos alejamos de las ciudades y nos adentramos en las zonas rurales, el cambio ya es espectacular. Casas aisladas sembradas en terrenos secos y polvorientos donde cuesta trabajo pensar cómo será posible el sustento de esas personas cuando los animales que cuidan no tienen un solo metro cuadrado verde. Ya la llegada al desierto, produce un interés enorme porque suele ser una parcela totalmente desconocida para el occidental, por mucho que se haya fotografiado en el cine. Sus habitantes suelen ser hospitalarios y si hay algo que puede molestar al occidental como el acoso constante para poder vender sus productos, es algo que al comenzar el viaje ya se tiene asumido y fácilmente comprensible dada la economía que se maneja.
La cuestión de creación de infraestructuras, muy lejanas a la de los países del primer mundo, es cuantificable y solo consiste en invertir cuantiosamente en esos países. Así, existen países musulmanes que gozan de infraestructuras extraordinarias, como es el caso de los países del Golfo Arábico y más tarde o más temprano también las tendrán los hoy clasificados como más pobres. El caso de Marruecos, donde se considera a su rey como el mejor y mayor inversor del país, ya que es una de las grandes fortunas mundiales, es paradójico.
Si todo lo anterior llega a causar una cierta sorpresa, hasta cierto modo comprensible, existe un apartado en el que la sorpresa se convierte en estupor y es cuando el occidental se quiere adentrar en los meandros de la religión. Toda la vida de cualquier ser humano que profese la religión musulmana discurre desde que se levanta hasta que se acuesta dirigida por lo establecido en el Corán, según las palabras reveladas por el arcángel Gabriel al profeta Mahoma y los hadices, las obras que detallan la vida y obra de Mahoma y las interpretaciones de Mahoma. Al ser todo procedente de Dios es muy difícil por no decir imposible cualquier cambio que pueda afectar a la vida cotidiana en una sociedad moderna. Incluso hechos mundialmente conocidos son ignorados so pretexto de no conocer el caso. El caso de Asia Bibi, pakistaní católica condenada a morir ahorcada por haber bebido en un vaso de agua de sus compañeras musulmanas del campo con las que trabajaba, y al ser increpada por ellas contestó que su Dios hubiera permitido un trato distinto, lo que ha sido considerado como una blasfemia y que lleva desde 2004 en prisión lo que ha llevado a los principales líderes mundiales a presionar al Presidente de Pakistán para que en caso ser de nuevo condenada ante el Tribunal Supremo pueda ser indultada, es un primer ejemplo de la falsedad con la que se tratan los asuntos religiosos en el Islam cuando no hay posibilidad de lógica alguna. He de reconocer que este punto, me hace parecer que cualquier viaje a cualquier país musulmán, me parece un viaje a la Edad Media. Para intentar aclarar la sorpresa que lleva el machacar constante de que la religión musulmana es una religión de paz, letanía sostenida por todo tipo de líderes occidentales ante cualquier atentado “terrorista” sin adjetivar lo de “islamista”, con la idea de separar religión y terror, cuando la única ligazón de todos los atentados terroristas que acaecen en Europa y Estados Unidos es la religión musulmana, basta solamente hacerse alguna sencilla pregunta: ¿Usted ha visto algún terrorista cristiano, judío, budista, hinduista, sintoísta, que produzca atentado tras atentado y que en caso de suicidio haga alusión a su Dios? Pero Occidente continúa con la falsa hipocresía de que es más temible la represalia contra el musulmán terrorista que la propia violencia terrorista, siendo uno de los problemas fundamentales el que la mayoría de los musulmanes, que son pacíficos y respetan las leyes no están dispuestos a reconocer y menos aún a repudiar, la justificación teológica de la intolerancia y la violencia enraizada en sus propios textos religiosos, por lo que se debe considerar al islam responsable de los actos de sus fieles más violentos y exigir que se reforme o reniegue de los principios y creencias que se emplean para justificar esos actos. Debemos defender nuestros principios liberales y los musulmanes deben vivir en Occidente de acuerdo con nuestros principios y nuestro compromiso con la libertad de expresión. Es nuestro modo de vida el que está amenazado. El islam es una barrera al progreso al abarcar aspectos personales, culturales, políticos, y religiosos. La obsesión del islam por la vida después de la muerte tiende a erosionar los incentivos intelectuales y morales que resultan esenciales para salir adelante en el mundo actual. Reconozco que es tal la impresión de distancia entre las civilizaciones occidental y la de los países árabes, después de innumerables preguntas sin respuesta que yo consideré con cierto sustento lógico, que he debido leer dos libros sobre el particular con objeto de iluminar mi continua ignorancia sobre el particular: “La maladie de l’islam” de Abdelwahab Meddeb y “Reformemos el islam” de Ayaahan Hirsi Alí. Ambos autores abogan por la reforma del islam que según creen está muy cerca. Creo que confunden los deseos con la realidad. El hecho de que el islam no tenga una jerarquía como es el caso del Papa en la Iglesia católica no es un tema menor para reformar las costumbres religiosas de 1600 millones de musulmanes. Una religión que tuvo que propagarse por la violencia en la época de Mahoma cuando viajó a Medina y que propugna lo maravilloso de la vida después de la muerte y que esta vida maravillosa lo será aún más si la muerte se alcanza matando no creyentes en lugar de impulsar lo extraordinario de la vida anterior a la muerte, tiene como resultado que sus fieles prefieran morir matando a vivir. La profunda desigualdad entre hombres y mujeres, la creencia de que el Corán sea considerado como palabra de Dios última e inmutable , la infalibilidad de Mahoma como último mensajero inspirado por Dios , la afirmación de que la sharia sea un sistema legal integral que regula el ámbito espiritual y secular y el concepto de yihad como guerra santa en la actualidad sin haber puesto en el tamiz de la crítica el islam desde el siglo VII por no haber tenido un Voltaire que manifestó que la intolerancia fue la enfermedad del catolicismo, demuestra que necesita una reforma.
Pero Occidente debe ser firme en el mantenimiento de sus principios fundamentalmente el de la libertad y advertir que son los musulmanes los que si desean instalarse en nuestros predios son ellos los que deben adaptarse a nuestras costumbres y en modo alguno ser condescendientes con ellos en cuanto a admitir principio alguno del islam. El manifestar que el islam en la actualidad es difícil que sea entendida como una religión de paz y deben ser los propios musulmanes los que abanderen su repulsa en primer lugar en caso de atentados terrorista criticando duramente a sus correligionarios. Esta será una forma de que puedan iniciar su reforma, la que no han hecho en catorce siglos. Por ello debemos comenzar por no permitir en Europa el burka en la mujer porque es un signo de humillación para ella y ya sabemos que la mujer en el islam está infravalorada, recibe la mitad de la herencia del marido, no puede casarse con un no creyente al contrario que el hombre, si lo hiciera podría ser condenada a muerte, el hombre puede casarse hasta con cuatro mujeres lo que tampoco se le permite a las mujeres, debe ir siempre cubierta lo que tampoco se exige a los hombres, en fin por no entrar en otros temas como el de la homosexualidad condenado en algunos lugares con la horca, el adulterio con la lapidación y el robo con la mutilación. El integrismo es el cáncer del islam, hora es de que penetre la razón en esta religión. Por ello es necesario paralizar las fuentes financieras que inagotablemente nutren las cuentas bancarias de dichos integristas lo que les permiten la compra de armas y la creación de artefactos explosivos que últimamente se oyen en Europa. Occidente debe amenazar seriamente a los países productores de petróleo del Golfo Arábico para que cesen en su influencia financiera sobre el integrismo islamista y ya en silencio iniciar la reforma que muchos desean.
Es hora de que el islam deje la Edad Media y aparezca en la Edad Contemporánea, por el bien do todo tipo de civilización.