La situación en el Tarajal ha continuado hoy un poco más calmada que en las jornadas anteriores. Durante esta mañana de jueves, un dispositivo de TRACE limpió la playa de Ceuta por la que han estado pasando miles de personas en los últimos días. El Ejército de Tierra, con sus vehículos blindados apostados en la arena, vigila la frontera.
Quienes se han acercado a la zona querían cruzar de vuelta a Marruecos, algunos de forma desesperada. A media mañana, un hombre se ha adentrado en el agua con intención de bordear el espigón. Según ha referido a ‘El Faro’ después —con el carné de identidad marroquí en la mano—, había tenido problemas con los gendarmes para regresar y, tras haber pasado tres días sin comida ni un lugar donde dormir ni trabajo, quería ir a su casa, con su mujer y sus hijos.
Pero a estas personas también se han sumado los atrapados en Ceuta, ciudadanos de Marruecos de distintas edades que llevaban un año y dos meses encerrados en la ciudad autónoma sin poder volver a sus propios hogares. Han visto en estas “devoluciones” una oportunidad para entrar en su país de origen. Por la tarde ha habido familias enteras que se colocaron con sus maletas en la fila frente a los barrotes azules de la frontera ‘oficial’ a la espera de su turno para entrar. Cada dos horas, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado abrían los portones.
A poca distancia, en las naves del Tarajal, se verifica la edad de los jóvenes que han llegado y se atiende a los menores. Los 250 niños y adolescentes a los que se trasladó durante la noche del miércoles al jueves a Piniers, un albergue provisional, han pasado la mañana desinfectando junto a los efectivos del Servicio de Atención Médica de Urgencia (SAMU) los barracones con lejía en los que pasarán los próximos días.
Hasta los alrededores del recinto también se han ido acercando marroquíes en busca de sus familiares. Algunos como Mohamed (nombre ficticio para preservar su identidad), 18 años, o Youness Ezzayany, de 27, buscan a sus hermanos. Mohamed lleva un par de meses en el centro ‘La esperanza’ y le avisaron desde Marruecos de que el suyo, con solo 7 años, se había unido al gentío para llegar a Ceuta.
El de Ezzayani, natural de Castillejos, se llama Wael y tiene 17. Youness Ezzayany se encontraba trabajando en Tetuán cuando lo llamó un amigo para avisarle de que había una multitud cruzando la frontera. Llegó corriendo, nadó alrededor del espigón y se reencontró con su primo, que lleva dos años en Ceuta, en ‘San Antonio’, y, según ha manifestado Ezzayany a este medio, está arreglando sus papeles.
Youness Ezzayany procura a su hermano para averiguar si se encuentra bien y despedirse antes de intentar marcharse a Bélgica o a los Países Bajos, países en los que cuenta con parientes. Con varios títulos —es electricista y tiene cursos en informática— y un nivel medio de inglés desecha la idea de volver a Marruecos. Aunque dice que va a echar mucho de menos a sus padres y su hermano, está decidido a llegar al norte de Europa “para buscar un futuro” y mejores condiciones de vida. Pero Wael Ezzayany podría no estar en Piniers; los menores que se encuentran durmiendo en las calles de Ceuta todavía se cuentan por centenares.
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