A Zakaria Zitouni le encantaba el fútbol. También pasar tiempo con su familia. Son precisamente esos familiares quienes lo definen como un joven “amable y de buen corazón”. El pasado domingo, la unidad de Salvamento Marítimo con base en Ceuta, la Atria, localizaba su cadáver en el mar, a doce millas.
Desde el 20 de marzo no sabían nada de él. Dieron la voz de alerta. Nada más publicarse su imagen en El Faro, la Guardia Civil constató que su rostro era el de la misma persona fallecida, además de que sus datos cuadraban con los recogidos en la documentación que portaba.
De la esperanza a la verificación de su muerte. Del deseo por saber algo de su paradero a solo aspirar ya a que Zakaria pueda ser enterrado en su país. Esta misma tarde la funeraria Al-Qadr ha procedido a su traslado a Marruecos.
Zakaria era de Safí (Marruecos). Cuenta su familia que había trabajado en oficios asociados a la artesanía de aluminio y vidrio.
Como muchos otros jóvenes de ese país encontró en la ruta de los espigones la forma de dejar atrás su tierra y buscar, en este lado, una opción de vida.
Las muertes y cuantiosas desapariciones no frenan esas huidas. De Zakaria su familia ha podido saber que murió en el mar, ahogado. Otras madres aún no conocen dónde pueden estar sus hijos. Entre los cuantiosos desaparecidos hay varios niños.
Cuando la Atria localizó el cuerpo de Zakaria, llevaba pocas horas muerto. Vestía un traje de neopreno, pero al realizársele la autopsia se pudo verificar que protegía en su interior su documentación con la identidad.
Esto sirvió a la Guardia Civil para conocer los datos personales del joven, la verificación de que era él la pudo aportar además la familia, informada ya oficialmente de esta tragedia.
En este caso, el poco tiempo que llevaba fallecido además de la existencia de un documento de identificación personal han sido claves para ayudar en ese intento por cerrar el ciclo del duelo.
Los integrantes del Laboratorio de Criminalística de la Policía Judicial de la Guardia Civil hacen todo lo posible por identificar a los fallecidos. En algunos casos, esa verificación llega pasado un tiempo, pero llega, que es en el fondo lo que importa.
Es clave siempre denunciar esas desapariciones como también aportar las muestras de ADN. Tan importante es que gracias a esos pasos se ha logrado saber quiénes eran las personas que están enterradas en Sidi Embarek, lo que abre el camino a solicitar una posible exhumación de restos.
Poner identidad a esos fallecidos es lo que persigue la Guardia Civil, algo que desgraciadamente no se puede lograr en el caso de desaparecidos cuyos cuerpos, cuya historia, quedó borrada en las rutas de los espigones.
A la familia de Zakaria se le ha podido llamar, confirmar una desgraciada noticia, pero al menos ponerle un punto y final a su ciclo vital.
Hay varios niños que están desaparecidos, de los que nunca más se ha sabido. Si todos los casos provocan lamento, los de unos niños más aún. Sus familias dieron a conocer sus rostros, sus historias, denunciaron lo sucedido en instancias oficiales como la propia Guardia Civil, pero no han sabido nada.
Son los niños perdidos en la ruta Marruecos-Ceuta. La familia de Zakaria descansa, en parte, en paz porque sabe qué le sucedió a este joven. Y saberlo ha sido gracias a un trabajo previo e impagable de la Guardia Civil.
La labor continúa porque las desgracias siguen produciéndose. En lo que va de año casi 10 muertes en el mar, los casos de desaparecidos ni se valoran, ni siquiera se conocen más allá de los que trascienden mediáticamente.
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