Estamos con las víctimas. Su dolor es nuestro dolor. Estos días hemos escuchado hasta la saciedad estas dos frases en boca de políticos, asociaciones, vecinos, amigos y hermanos. Incluso del presidente del Gobierno. Es lo que toca. Y, por supuesto, lo comparto. Faltaría más.
Pero es un discurso vacío, hueco, hipócrita en la mayoría de los casos. Porque cuando toca sentir el dolor que tenemos en la acera de debajo de casa, el dolor nos resbala. Somos incapaces de escuchar, entender, de ponernos en la piel del otro, de sentir su dolor para comprender sus actos.
Leemos en la prensa la noticia de que familias de sirios acampan en la Plaza de los Reyes y ¿en qué pensamos? En que Siria nos queda muy lejos. Vemos a padres con niños pequeños durmiendo a la intemperie y decimos “¡vaya padres! ¡qué irresponsables! ¡que actúe la Fiscalía de Menores!”. Y cuando vemos a un padre amenazar con dejar caer a su bebé, ya es el acabóse. No nos entra en la cabeza, ponemos el grito en el cielo, nos indignamos y repudiamos a ese hombre sin corazón. Como mínimo. Estamos en un Estado de Derecho y, sobre todo, debemos proteger a los más débiles, en este caso los menores. Es lo justo y necesario. Yo pienso lo mismo. Obviamente.
Pero por una suma de casualidades tuve que acudir yo ayer a hacer las fotos a la Plaza de los Reyes porque estaba pasando algo. Un grupo de mujeres ceutíes estaba junto al colectivo sirio que pide cruzar a la península. Y he conocido a la mujer siria que detuvieron el miércoles. A la esposa de ese padre que amenazó con dejar caer a su bebé. A la madre de dos niñas y un niño que se llevó Menores porque no estaban atendidos correctamente.
Era ella la que estaba rodeada de mujeres caballas que le daban su aliento y le ayudaban a entender lo que estaba pasando. Y no he podido contener las lágrimas. Soy madre, y en esos minutos que he pasado con ella y con quienes le acompañaban, se me ha encogido el corazón.
Los hijos son lo más grande para cualquier padre. En cualquier cultura.
La situación que vive su país, el viaje que han tenido que hacer para llegar hasta esta bendita tierra... ¿por qué lo habrán hecho? Tendrán muchas razones, pero creo que una es bastante obvia: sus hijos.
Y llegan a Ceuta y se encuentran en el CETI, en el limbo administrativo. No sé si la idea de acampar en la Plaza de los Reyes es de ellos o alguien les asesoró. No me importa.
¿Cuál es la respuesta de las autoridades? Aquí se cumple la ley, no admitimos presiones. ¿Cuál es la respuesta de políticos? Nadie habla del tema. ¿Qué hace la ciudadanía? Pasamos por delante echando de comer a las palomas, que estamos ya muy hartos de ver inmigrantes que vienen a quitarnos el trabajo a nuestra casa.
Pienso en esa madre…que lucha por sacar a sus hijos de un país en guerra, con otra cultura, con otras leyes, que llega a Ceuta y le dicen que se tienen que esperar no se sabe cuánto, sin poder hacer nada más que ver las horas pasar. Que coge a sus hijos y se planta frente a la Delegación del Gobierno. Y que después de que llegaran unos señores muy bien vestidos y con muy buenas intenciones, un día llega la Policía y se lleva a sus hijos. Después la detienen a ella y a su marido. El marido se queda en la cárcel, a ella la ponen en libertad.
Y allí estaba ella ayer, sentada en un banco de la Plaza de los Reyes. Con unos papeles en español en la mano, sus hijos en un albergue y su marido en la cárcel.
Unas mujeres se acercaban para intentar traducirle, para intentar animarla, pero en esa madre, esa mujer, esa persona sólo había lágrimas, mirada perdida, desesperación, impotencia, soledad.
Por cierto, mañana creo que el delegado del Gobierno y no sé cuantos líderes políticos más van a convocar otra rueda de hombres, también en la Plaza de los Reyes, para apoyar a las víctimas, a cualquier víctima. Porque su dolor es nuestro dolor. Y estamos con las víctimas. Que no se nos olvide.