Categorías: Opinión

Y, hasta el año que viene

Que de catorce hermandades de penitencia, una se quede sin salir a la calle podría parecer una cuestión menor. No así tratándose de una de las más señeras, de las que concitan más devoción y con el título de Real desde 1976. Ha sucedido con la de Los Remedios. La cara negativa de una Semana Santa que sigue siendo un auténtico lujo y quién sabe si hasta un milagro para una ciudad de las características de Ceuta. Su ausencia invita a la reflexión, mirando siempre a un futuro ante el que, dada la peculiaridad de nuestra tierra, se hacen inevitables los interrogantes.
Lo del Cristo de la Buena Muerte debería servir de lección, para que jamás vuelva a repetirse con cualquier otra hermandad. No es de recibo que su piadosa nave quedase a la deriva sin junta de gobierno y sin que nadie, desde dentro o desde fuera, se lanzara a tratar de poner remedio a la serie de situaciones que se venían viviendo, cuando todavía se estaba a tiempo.
Como bien señalaba Juan Carlos Aznar, el presidente del Consejo, “las hermandades no son ningún juego sino mucho compromiso”. Y esa es la difícil barrera, especialmente en los tiempos que corremos, ante la que muchos, aún con sentimientos cofrades, terminan dándose la vuelta. El Viernes Santo vivimos un vacío demasiado profundo. La ausencia del Cristo de la Buena Muerte y su inseparable Dolorosa pesaba en el ambiente. No me imagino tal circunstancia de haber estado hoy con nosotros uno cualquiera de aquellos inolvidables cofrades que supieron hacer grande a Los Remedios, como los Manuel Olivencia, Pepe Remigio, Paco Curado o su hijo Quino, entre otros.
Afortunadamente la situación está bajo control. Convocadas las pertinentes elecciones, Pepe Montes, como se rumorea, parece que encabezará una única candidatura, en cuya lista suenan nombres propios muy válidos. Pepe puede ser la persona que precise en estos momentos la hermandad, no sólo para recuperar su salida procesional, sino para hacerla seguir por la senda de prestigio, señorío y rica vida espiritual interna que históricamente la caracterizó. Recuérdese cuando al principio de la década de los noventa, con Montes al frente del Consejo, se produjo un antes y un después de una Semana Mayor que parecía languidecer peligrosamente, salvo el caso de honrosísimas excepciones que, afortunadamente, un cuarto de siglo después, no sólo se mantienen vivas sino que siguen siendo un motivo para el optimismo.
Los ceutíes se han volcado este año con su Semana Santa. Pese a que la población cristiana, llamémosla así, se nos ha reducido ya prácticamente a la mitad y al habitual éxodo de personas por estas fiestas, la afluencia a las procesiones ha sido manifiesta hasta altas horas y por los más diversos puntos. Un reconocimiento a la buena organización, seriedad, colorido y belleza de las que han sabido hacer gala las hermandades. Hay quienes sostienen que la vuelta de la Semana Blanca al calendario escolar ha podido  tener su influencia. Puede ser. Y la crisis, claro.
Sobresalientes nuestras dos bandas. La Amargura, siguiendo los pasos de su dinámica y joven hermandad, continúa creciendo y de qué modo. Qué gran banda han sabido hacer. Como la de la Ciudad de Ceuta, cada vez más consolidada y envuelta en la excelencia. Acertadísima, por otra parte, la iniciativa de la salida del Medinaceli el Lunes Santo. Se ha ganado así un día para la Semana Santa, descargando por otro lado las tradicionales salidas de las otras tres importantes hermandades del Jueves Santo.
En estos tiempos de crisis religiosa y de valores, resulta admirable el empuje y la ilusión que muestran esos jóvenes de la Amargura, ya con su anhelada casa de hermandad, los de la Pollinica o Las Penas. Lo han vuelto a demostrar. Con ellos hay futuro y la posibilidad de liderar un movimiento capaz de afrontar con garantías el inevitable e incierto relevo generacional.
Una año más se ha evidenciado la falta de costaleros. No basta el hacer cantera o el mimarlos. Sucede también, como señalaba Andrés Peña, que tienden a irse a las hermandades con más gancho. Significativo el caso de la Expiración que, para su paso de palio, se vio precisada a traerlos de San Fernando. ¿Será el principio de lo que pueda suceder en un día no tan lejano? O, siguiendo con la misma Expiración, que más pasos se vean precisados a volver a las ruedas, como ocurre ahora mismo, con el suyo de misterio, debido a su gran peso.
Pero no nos olvidemos de la cita de esta mañana con el Resucitado, broche resplandeciente de esta Semana Mayor, con el deseo de que no tengan problemas para completar los 35 costaleros de su paso.

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