Ceuta fue una ciudad-cárcel hasta comienzos del siglo XX y en Marruecos todavía hablan de los presidios del norte, refiriéndose también a Melilla. La población reclusa, en aquellos años difíciles, no tenía libertad de movimientos más que dentro de la ciudad y ello con determinadas restricciones. Creo que no debemos volver a eso. Así, los extranjeros que llegan ilegalmente a Ceuta de cualquier tipo o condición, deberían ser retenidos aquí si la Ley lo exige, mientras se completan expedientes o papeleos, pero después deben tener el mismo tratamiento que en las demás ciudades de España. No podemos volver atrás y convertir a la ciudad en un depósito de personas.
Entre esto y la macro-cárcel que se está construyendo, Ceuta, además de otros problemas, puede volver atrás y adquirir de nuevo un tinte de recinto cerrado para la salida, que entiendo no es conveniente.
Dicho esto, hay que reconocer que el principio de autoridad brilla últimamente por su ausencia en demasiados casos y los ciudadanos estamos asistiendo , atónitos, a manifestaciones crónicas que pueden servir de modelo a otros, sentadas cotidianas con vecinos soportando situaciones hasta faltas de higiene en el mismo centro de la ciudad, niños que no pueden jugar en sus sitios habituales, pérdida de imagen ante los turistas, agresiones a profesores o vigilantes, apedreamientos de autobuses o bomberos, agresiones a coches-patrulla y barrios de Ceuta en los que casi se ha perdido el control y reina de vez en cuando la violencia, al no existir comisaría o cuarteles permanentes, ni una política para solucionar el problema de fondo, todo lo cual debe atribuirse, en mi opinión, a falta de instrucciones concretas de Madrid. Y la mancha de aceite de esa dejación de autoridad se va extendiendo y caminando, lenta pero inexorablemente, hacia el centro de la ciudad.
El problema no es específico de un barrio. Cualquier espacio ciudadano que se deje de controlar, irá cayendo en el desorden. Ese control de las zonas se pierde por el deterioro del orden público, pero también por la falta de vigilancia en el cumplimiento de las ordenanzas municipales, que va desde las obras ilegales al desbordamiento de mesas y sillas en la vía pública, pasando por las basuras incontroladas, las aperturas, los ruidos y un largo etcétera. Esta es la verdadera tarea que también pone los cimientos del citado control efectivo de determinadas áreas urbanas.
Pero es que además Ceuta, al ser parte integrante de un Estado moderno que respeta el imperio de la Ley, es lógico que esté sometida al control de los Tribunales de Justicia que velarán porque el derecho se respete en todo momento. Por ello, las Administraciones Públicas deben contar con el asesoramiento legal correspondiente y de muy alto nivel, actuando con eficacia en cada caso concreto.
Algunos deberían ver el video que se filmó el 11 de octubre de 1995, cuando unos pocos policías locales y ciudadanos que pasaban por allí, defendían el puente del Cristo de una oleada de agresivos manifestantes que bajaban del impresentable campamento de las Murallas Reales, camino del centro de la ciudad, hasta que llegó la Policía Nacional. Entonces, tras una nueva pérdida de imagen a nivel internacional para Ceuta, se solucionaron transitoriamente las cosas, pero es que las situaciones en que se paraliza a gente desesperada sin una perspectiva de futuro, sin una política basada en los tiempos límite de estancia, generan problemas graves, antes o después.
Y si a eso unimos la citada falta de decisión para mantener el orden público dentro de las previsiones de la Ley, puede ocurrir que los dos puentes de la Almina, en este caso, vuelvan a marcar un territorio donde medio se controlen las cosas. Y los resultados de aquel 11 de octubre de 1995 fueron de 20 heridos -entre ellos dos graves- un manifestante y un policía nacional. Todo esto unido, como decíamos, a un deterioro considerable de la imagen de Ceuta ante el mundo entero, precisamente cuando se acababan de invertir 120 millones de pesetas -720.000 euros- en una campaña de publicidad que pretendía atraer turistas a una ciudad presumiblemente tranquila.