La enajenación de Vox en Ceuta va de mal en peor. Empeñados en exhibirse en la Asamblea como macarras, los diputados ultraderechistas añadieron ayer otra muesca especialmente lustrosa a su ya larga lista de sandeces y dislates. Tras un verano largo en el que se desentendieron definitivamente de sus obligaciones como electos (condición por la que perciben casi 1.400 euros al mes en los casos de Redondo y Ruiz y cerca de 2.000 en el de Verdejo), los tres se tomaron el Pleno de ayer como gamberros.
Primero el portavoz quiso armar una zapatiesta aireando supuestos “favores” con los que recogió cable en cuanto Vivas le instó a dar nombres: “Si lo hago me pondrán una denuncia”, lloriqueó Verdejo, a quien el presidente advirtió con acierto que con esa actitud se retrata como un “mentiroso” o un “cobarde”. O las dos cosas.
El revés no debió sentar a la extrema derecha, que optó por dejar sus escaños e irse a comentar la jugada fuera. Primero en el hall del Salón de Plenos. Después se alejaron más, tanto como hasta el ridículo más patético, de donde nunca se vuelve.
El debate parlamentario siguió su discurrir y pilló fuera a los de Vox, que demostraron lo que en realidad les importaba (nada) la creación de una partida presupuestaria para ayudar a PYMES y autónomos a paliar sus pérdidas por la subida de los precios de la luz, la gasolina y suministros básicos.
Reaparecieron tarde y mal con mueca de indiferentes y pasos apresurados de pendencieros políticos pillados in fraganti.
Todo es puro trámite para Vox, cuyos representantes en la Asamblea no disimulan que lo único que les inquieta son las cábalas electorales, repasando una y otra vez, tan convencidos de su victoria, a quiénes echarán del Salón de Plenos e incluso de una ciudad cuya principal institución denigran con su comportamiento y actitud arrastrándola a las cotas más bajas de indignidad conocidas.