Los mercados representan las venas de un pueblo, el ágora, las charlas de un lado para otro, las colas, las prisas, los aromas de frutas y verduras, las chacinas colgadas, el mar de pescados frescos, las carnes variadas de guisos mágicos, los tocinos, huesos y costillas del puchero, las especias, los puestos de pan mezclados de dos cultura, los dátiles africanos, los frutos secos colocados en un orden simétrico, el café con leche de urgencia y los churros para comenzar la compra.
Pasear los sábados por esta plaza de abastos, por el mercado central de Ceuta es viajar con los cinco sentidos: las gentes, los placeros, los vendedores de cupones y la nostalgia de las costumbres.
Si veis una cola en la segunda planta deberéis pedir la vez, esperar, dejar vuestras bolsas de la compra en el suelo y dejar que el tiempo pase hasta que te toque el turno. Mientras tanto surgirán debates, opiniones sobre cualquier tema; es la voz de los que casi nunca tienen voz para decir lo que piensan.
Estarás en la VOLATERÍA VILLATORO de MARIVÍ Y JESÚS. Se dice de ellos que tienen la llave del paraíso para conseguir los mejores carnes del mercado: alitas, pollos de granja y de corral, pinchitos, corazones, hamburguesas caseras, diseñadas con sus manos siguiendo recetas heredadas,
Las pechugas, los muslos y contramuslos, salchichas de pollo, filetes empanados listos para comer.
Hablar con Jesús y Mariví es una oportunidad para poner la carne en el asador de lo que realmente preocupa a los ceutíes: los precios, lo que pasa en el mundo, la Ceuta de aquellos años en los que la Ciudad vivía la prosperidad la alegría: la pesca, los salazones, las fábricas, los comercios. Ese tiempo ha sido enterrado por la desidia de los responsables que taparon los ojos y abrieron sus bolsillos.
Mi amigo Manolo todos los viernes de cous cous madrugaba para comprar dos pollos exquisitos. Llevaba años esperando el viernes, lo trataban como si fuera familia, con la confianza, con la empatía de la buena gente. De vez en cuando lo acompañaba a la volatería de los VILLATORO y disfrutábamos de cualquier ocurrencia o anécdota.
Me contaba Mariví que el puesto era de toda la vida, allá por los años treinta. Su madre, al ser hija única se quedó con el negocio. En la guerra cayó una bomba; la guerra se mete en todos los lados. Mariví expresa su tristeza con un tono amargo e irremediable: el mercado va decayendo, se apaga lentamente, las reformas son promesas que se las lleva el viento, los puestos cierran, cuando hay festivos de puente parece que se anuncia otra pandemia.
Me cuenta que los autónomos trabajan en precario, el Estado no cuida a estos pequeños empresarios que suman más de un millón de personas.
No hay aparcamientos ni zona de carga y descarga y eso supone una rémora para los comerciantes y compradores.
Algunos políticos se pasean por este recinto ajado por el abandono, comer tienen que comer todos días.
¿Qué pasará con el mercado dentro de 40 años? Ya veo a un guía con un grupo de visitantes diciéndoles que "aquí había un mercado".
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