“Vivo creyendo que voy a prevenir el Alzheimer”

 

Raúl Mena-López es una suerte de Ramón y Cajal de nuestro tiempo. Con muchos menos medios que sus colegas estadounidenses, este mexicano ha logrado rebatir una de las teorías principales sobre el Alzheimer. No sólo eso, también ir a un congreso en Washington y convencer con su exposición. Hace 16 años fundó el Banco de Cerebros de México, que aún dirige, y por el que se pelea día a día para conseguir medios para continuar su investigación.

–¿Con cuántos cerebros cuentan para su investigación?

–Ahora mismo, con 17 cerebros. Nos cuesta mucho, porque los hospitales no colaboran. Son los propios pacientes los que piden ponerse en contacto conmigo y dar los cerebros.

–¿Está la gente concienciada?

–Ahora mismo, sí. Pero muchas veces no tenemos capital, porque no h ay recursos y me tengo que pelear con las administraciones. Por ejemplo, un hombre que vivía en el estado de Veracruz, a unos 700 kilómetros de México DF, donde estamos, me llamó diciendo que quería donar un cerebro. Me contó que era el de su mujer, y que ya lo tenía preparado en formol. Me sentí mal al no poder ir a recogerlo al momento, lo que me reprochó. En ese momento, le dije que no se preocupara. Que iría yo a por él, porque sentí una responsabilidad.

–¿Pesa mucho esa responsabilidad?

–Es importante, porque cada cerebro perteneció a una persona que alguien quería mucho, y ese alguien que la cuidó ha decidido donárnoslo. Cada vez que un alumno nuevo viene a trabajar conmigo, es lo primero que le digo.

–¿Qué hace falta para curar el Alzheimer?

–Deberíamos identificar qué lo causa; ese es el problema, que no sabemos por qué se produce. De esa manera, podríamos prevenirlo.

–Entonces, ¿por qué han sido tan publicados sus descubrimientos en las revistas científicas?

–Porque hemos conseguido hacer algunos descubrimientos sobre qué es lo que mata las células; sobre el proceso en el que la neurona acaba muerta y, en cierta forma, momificada.

–¿Cómo lo hacen?

–Se debe a una cascada de reacciones en cadena. Hemos logrado identificar que una de las etapas claves de esa reacción en cadena son las fosforilaciones de proteínas tau. Esto rebate las teorías estadounidenses, que hablaban de las proteínas beta.

–¿Y se enfrenta a los investigadores americanos?

–Bueno, me han llegado a invitar a sus congresos. Tras una conferencia, el profesor Mesulam, de la North Western University, una de las más prestigiosas en el campo, me dijo lo que hasta ahora ha sido el mejor piropo: “Su investigación es tan bella que es imposible que sea mentira, porque la belleza y la verdad se identifican”.

–¿Qué aplicaciones prácticas podrían tener sus descubrimientos en el campo del Alzheimer?

–No sabemos la verdadera causa de la enfermedad, pero sí qué es lo que mata las neuronas. Ahí, los investigadores básicos podrían probar con cobayas algunos fármacos que ralenticen ese proceso y lo paren, diagnosticado en las primeras etapas.

–¿Cuándo cree que podría hallar la verdadera causa del Alzheimer?

–Sería irresponsable y mesiánico por mi parte dar una fecha, porque no lo sé.

–¿Pero será posible alguna vez encontrar la cura definitiva para el Alzheimer?

–Como ya he dicho, sería la prevención. Vivo creyendo que algún día seré capaz de prevenirlo.

–¿Es tan desconocido el cerebro?

–Cuanto más lo estudio, más creo firmemente que tiene que existir un ser superior, porque no sabemos nada de él. Hay profesores que en la universidad dicen que es como una computadora. ¡Mentira!, un ordenador está hecho por el hombre y sabemos cómo funciona. El cerebro es mucho más que todo eso.

–¿Hoy día, hay algún tratamiento para el Alzheimer?

–Es un proceso que no se puede parar, que sigue su ritmo, dependiendo de la persona, pero que es imparable. Es terrible, y por eso no soy capaz de atender pacientes. Pero espero ayudarles con mi trabajo. Y no hay que olvidar que en un diagnóstico de Alzheimer hay, al menos, dos víctimas

–¿Cuáles?

–El enfermo y, sobre todo, el cuidador, que sufre más. El mejor tratamiento es cuidar al cuidador, porque es un trabajo de 24 horas. El enfermo, al menos, duerme y no se entera; pero la persona que se hace cargo de él, ni siquiera duerme bien. Y, más grave, hay veces que tiene que cuidarlo, quiera o no. Incluso puede que le odie, pero no le quede otro remedio que atenderlo.

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