Visto para sentencia el juicio por los disparos a un joven en el Polígono

El informe de los forenses solicitado por la Fiscalía considera que “la voluntad del acusado no estuvo anulada ni alterada”, ya que, de hecho, fue capaz de responder a los estímulos.

El tribunal de la Sección VI de la Audiencia dejó ayer visto para sentencia el juicio seguido contra un sargento de la Legión, autor de los disparos que, en marzo de 2014, recibió el joven David R.G., causándole lesiones graves que podían haber derivado en su muerte de no ser por una rápida intervención hospitalaria.

Se retomaba así una sesión judicial que quedó suspendida el pasado 6 de abril y en la que se volvía a poner de manifiesto el deseo del acusado, Pablo M.G.P., por obtener el perdón de la víctima. Antes de que el magistrado Fernando Tesón levantara definitivamente la sesión, el acusado confesó no reconocerse en la persona que aquella noche adoptó ese comportamiento criminal. "No sabía ni qué hacía. Ojalá pudiera hablar con David y su familia para encontrarme mejor, pedirles perdón... No quiero recordar más esto, solo pido perdón por las heridas morales y físicas, no sabía ni lo que hacía", expresó emocionado como aquel que busca con insistencia la tranquilidad quebrada.
La sesión de ayer era clave porque se trataba de hallar nuevas respuestas que sirvieran de explicación a cómo una persona con un comportamiento normal pudo haber terminado de esta manera, dejando sobre el escenario judicial dos visiones opuestas.
Una, la de la doctora Julia Cano, reconocida psiquiatra forense, que ya mantuvo en la primera sesión de juicio oral que el acusado fue preso de un estado emocional pasional tan intenso que terminó ofuscando la razón. Ayer volvió a insistir en la misma línea, recalcando que, de hecho, de haber sido consciente plenamente de sus actos podía haber actuado de una forma menos torpe, asegurando un final distinto. Ésta, no obstante, resultó contraria a la expuesta por los dos forenses que realizaron un informe a petición del Ministerio Fiscal en el que analizaron el comportamiento del acusado. Esta es la otra visión, la de unos profesionales que consideran que la noche en que se produjeron los hechos no existió una anulación de la capacidad de reflexión ni de razón.
Indicaron además que la gravedad de su actuación fue clara, al dejar en riesgo de muerte a la víctima, aunque no quisieron pronunciarse en cuanto a la intencionalidad al considerar que ésto competía solo al tribunal. Los forenses consideran que por parte del acusado hubo reacción a estímulos externos y que era consciente de lo que hacía, es decir, no presentaba alteradas sus capacidades hasta ese punto de existir una anulación y una pérdida de razón absoluta que le llevara incluso a no reconocerse en sus actos.
El tribunal tiene por delante dos visiones bien distintas sobre una misma realidad. Tan distintas que, depende de por cual se inclinen, variará notablemente la sentencia final. ¿Actuó el acusado con premeditación y alevosía, como considera la Acusación Particular, aquella noche o, muy al contrario, estuvo dominado por una obsesión de tal calado que no era consciente ni de sus actos ni de sus consecuencias?
La Sala se topa con un caso complicado, en el que, como dijo la Defensa, se "dan todos los requisitos de los atenuantes", un caso digno de estudio en la Facultad.
En sus informes finales, tanto Fiscalía como Acusación Particular mantuvieron sus peticiones de cárcel. El primero 7 años por homicidio, el segundo hasta 14 por asesinato en grado de tentativa acabada. El Ministerio Público considera que por parte del acusado sí hubo intencionalidad de acabar con la vida de la víctima, llegando a efectuar 6 disparos y acertando en todas las ocasiones. De igual forma resaltó que su voluntad ni estuvo anulada ni alterada al ser capaz de responder a los estímulos. Puso un ejemplo al recalcar que, de haberse visto atrapado en ese estado pasional tan intenso, no hubiera sido capaz de abrir la mochila que portaba y sacar su arma para disparar.
La Acusación Particular elevó el grado de la carga delictiva al entender que en la conducta del acusado sí hubo ensañamiento además de alevosía. El empleo de una pistola justifica, a su juicio, que "quería asegurar la muerte" y el modo de actuar es el propio de una persona "lúcida, que no tiene anulada ni la razón ni la reflexión", aclaró en su exposición.
Frente a las Acusaciones, la tesis de la Defensa, representada por los abogados que insisten en que se tenga en cuenta el estado psicológico de su patrocinado y en que la Sala vea más allá en toda esta historia, marcada por el sufrimiento de todos, para así entenderla en su totalidad.
Cómo un 'boina verde', preparado para la lucha cuerpo a cuerpo, que forma parte de la elite, con importantes valores termina envuelto en un caso de este tipo podría tener una explicación pero, a ojos de la Defensa, ésta no existe porque todo lo que se produjo aquella noche en el Polígono ni estuvo motivado, ni premeditado, ni reflexionado. Mandaba la obsesión. Todo lo demás quedaba anulado. "Si hubiera querido matar" a la víctima "hubiera ido detrás", aclaró. "Todavía le quedaba una bala en la recámara que pudo usarla pero no lo hizo", matizó.
La Defensa pide que los hechos se encuadren en unas lesiones y que se tenga en cuenta atenuantes como el arrepentimiento o la reparación del daño, al haber puesto ya a disposición de la víctima una cantidad económica, aunque bastante inferior a la indemnización que se solicitó ayer.
La balanza de la racionalidad y la ofuscación espera saber por donde inclinarse finalmente. La Audiencia tiene el cometido de hacer pesar más o menos uno de los platos.