El
mitin oportunista ofrecido por el secretario general de VOX, Javier Ortega, en Ceuta fue una auténtica vergüenza. Lo fueron sus palabras, sus mensajes pero también sus intencionalidades. Porque Ortega desembarcó en una ciudad para aprovecharse de un momento de tensión social generado por la avalancha que causó varios heridos. No le importaba lo que pueda pasar en esta ciudad, ni si hay medios para vigilar el perímetro, ni lo que realmente ocurrió. Solo venía a atrapar votos y a captar adeptos para un discurso peligroso, atentatorio contra eso que llamamos convivencia. Si las instituciones de esta ciudad estuvieran a la altura y obviaran la cobardía y el complejo que les marcan, habrían salido a lanzar un mensaje alejado de tantas y tantas sandeces, indecencias y perlas que soltó Ortega para conseguir el aplauso de quienes, quiero pensar, no sabían bien lo que aplaudían o se dejaron llevar por el momento. Me cuesta creer que algunos de los que estaban allí puedan pensar cómo este descerebrado y pueda secundar unos mensajes sustentados en el odio, en el miedo colectivo, en la mentira y en los asustaviejas.
Pensemos que fue el momento, pensemos que fue la confusión, pensemos que los que acudieron a escuchar a Ortega pensaban que acudirían a un acto en defensa de la Guardia Civil... pensemos cualquier cosa lejana a reconocer que hay un germen social que respalda unas conclusiones más próximas al radicalismo y al extremismo que a lo que decimos que se llama democracia.
Ya hemos pasado varios ciclos históricos recibiendo a marionetas de intereses bastardos que se acercan a Ceuta para calentar a las masas y ganar adeptos. La clave está en si somos maduros para diferenciar las cosas, para evitar manipulaciones y para alejarnos de quien desembarcó en esta ciudad para ejercer un papel de salvapatrias que le viene grande a quien solo es un asustaviejas que pasaba por aquí. Espero.