La situación que se vive en el pabellón de La Libertad es extrema. Quizá si se ponen datos, negro sobre blanco, ayuden a visualizar lo que a diario pasan todos los que allí tienen que trabajar: desde el personal de Cruz Roja y de Luna Blanca hasta los propios vigilantes de seguridad, pasando por los internos. Solo funcionan 3 inodoros para más de 200 personas (imagínense por un momento la situación); hay casos de sarna y tuberculosis constatados sin que se hayan adoptado medidas que eviten su contagio al resto; solo tres vigilantes se encargan de controlar algo que es incontrolable porque la tensión cada vez va a más y conforme pasan los días se hace insoportable. Cualquier pelea menor se convierte en un complejo problema en materia de seguridad dado el hacinamiento, las extremas condiciones de habitabilidad y la sencilla mala vida que se hace fuerte en el pabellón deportivo.
‘La Libertad’ se ha convertido en una especie de pelota ardiendo que nadie quiere mantener entre sus manos. El Gobierno de Ceuta decidió abrir las instalaciones para dar acogida a los inmigrantes del puerto y a un puñado de transfronterizos. Comenzó con poco más de cien y ahora se supera los 200. Mientras llevó a cabo estas gestiones para cumplir las directrices del Ministerio de Sanidad en la lucha contra el coronavirus, la Delegación no asumió su competencia directa en inmigración. El resultado es evidente: la salud de todos los internos y de las personas que prestan algún tipo de servicio se está viendo comprometida, estamos ante una olla a presión reconocida por todos pero que nadie quiere retirar del fuego.
“Es insoportable”. “Esto puede estallar en cualquier día”. Son frases reconocidas por quienes pasan sus horas en ‘La Libertad’, por quienes reconocen que el ambiente “cada vez está más crispado”, que el clima de “inseguridad, de amenazas y de tensión” va en aumento. Y eso genera miedo o recelos entre los propios internos y entre quienes prestan servicio en el lugar.
En la tarde del pasado martes agentes de la Policía Nacional acudieron a lo que se dijo era un registro rutinario en el pabellón. No se contó lo que se había intervenido. Fueron los tres únicos vigilantes de seguridad que trabajaban en ese turno quienes tuvieron que registrar una por una todas las camas y cachear a los usuarios. Erróneamente se atribuyó esas funciones a la Policía, cuando lo cierto es que estos vigilantes fueron los que tuvieron que desempeñar tales funciones.
Objetos punzantes, cuchillas, piezas metálicas sacadas de mobiliario que ha sido destrozado… se retiró cualquier objeto que pudiera, en un incidente, emplearse para hacer daño. La Policía realizó un cordón de seguridad mientras cada vigilante cacheaba y registraba. Después de marcharse los agentes, de terminar el llamativo despliegue, volvió la tensión al pabellón estando a punto de producirse otra agresión grave contra un trabajador de Cruz Roja. Y ya van varios episodios de este tipo. En el subconsciente colectivo se pregunta a qué esperan para intervenir.
En ‘La Libertad’, además del grupo de transfronterizos que ha manifestado públicamente su querencia por ir a Marruecos, viven los inmigrantes que estaban en el puerto. Sobre algunos pesan órdenes de prohibición de entrada en España que aún así burlaron permaneciendo en Ceuta. Hay muchos casos de drogadicción, de alcoholismo a los que se suman los afectados por tuberculosis o sarna, cuyo tratamiento se hace complejo en un espacio en el que lo más que pueden hacer es jugar al fútbol. No hay separación entre ellos en las duchas. Las escasas mujeres que viven en estas instalaciones son apartadas en un cuartillo al margen del resto de hombres para evitar cualquier posible incidente. Fuera, en pensiones, naves y casas, viven más marroquíes que son mantenidos por otras personas y que, de momento, no están yendo a ‘La Libertad’. Un lugar que es visto como última posibilidad, último recurso si escasea el dinero o desaparecen los apoyos.
La situación supera a todos. La salud en general se ve seriamente comprometida, la seguridad lo mismo. ¿Existe un plan de emergencia ante lo que pueda suceder? No se pueden cumplir de manera exhaustiva los protocolos de separación por el número de personas que hay. El sobresfuerzo por parte de los presentes es notorio, en la Enfermería se multiplican los problemas entre quienes buscan erráticamente que se les suministre pastillas para calmar el enganche a sustancias que no pueden seguir tomando… el panorama lejos de pintar un futuro inmediato mejor se ve ennegrecido.
Y pasan los días y asistimos a los mismos discursos: la Ciudad deja patente su hartazgo al pedir a Delegación que ofrezca un recurso que permita cerrar ‘La Libertad’. De la Delegación lo último que se supo es su argumento de que desconocían cuántos de los usuarios eran realmente inmigrantes y cuántos no. Eso fue lo último que se trasladó a la prensa, una respuesta incongruente puesto que la Policía tiene registrados a todos, sabe perfectamente que más del 80% son inmigrantes del puerto y conoce quiénes tienen antecedentes y quiénes no.
Pasan los días y la situación va a peor, los trabajadores se cansan, soportan una tensión contenida imposible de ser afrontada, la saturación física y mental supera cualquier límite, el miedo a lo que pueda suceder anida en todos. Así se vive cada día en lo que era un pabellón que se reconvirtió de la noche a la mañana en un amago de campamento sin ley, sin normas, en donde los destrozos han terminado por saquearlo, en donde la inseguridad va comiendo terreno y la insalubridad es evidente. La mezcla de falta de acción política y dejadez muestran la peor de sus caras en un lugar que no debería permanecer ni un día más abierto. Ni uno.
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