La Ciudad Autónoma de Ceuta ya ha pedido al Área de Costas de la Delegación del Gobierno los permisos preceptivos para volver a rehabilitar el edificio de La Sirena de Punta Almina, un Bien de Interés Cultural (BIC) que ya fue reformado en 2010 por la Fundación Forja XXI, aunque su posterior abandono a falta de un uso definido degeneró en el tapiado de todas sus puertas y ventanas para evitar la continua entrada de vándalos que arrasaron con su interior, aunque no han causado daños estructurales.
El nuevo proyecto elaborado pretende dar al inmueble otra vida como centro de interpretación medioambiental, con tres espacios cerrados y diferenciados: una sala para las asociaciones de deportes de montaña y senderismo, otra para un centro de avistamiento de aves y otra para Obimasa.
El perímetro interior del edificio seguirá teniendo uso público y servirá para acoger a los visitantes que quieran conocerlo por dentro, como el pasillo que lo circunda por fuera. El cuerpo trasero del edificio quedará destinado para la consejería de Medio Ambiente y Servicios Urbanos.
Para conseguir su reacondicionamiento se realizarán obras de adecuación del edificio que incluirán una nueva distribución de espacios, instalaciones, acabados, revestimientos y restauración de carpinterías, entre otras.
La Sirena de Punta Almina nació en 1913, aunque la I Guerra mundial demoró su puesta en marcha para reforzar con señales acústicas el sistema de aviso a navegantes del Faro de Cerro Mosquero, que empezó a funcionar en 1855, ya que la niebla suponía un peligro en el estrecho para las embarcaciones que se acercaban a la costa ceutí. Sus peculiares señales acústicas, similares a los mugidos de un animal, le valieron el sobrenombre de ‘la vaca’.
“La línea de actuación del proyecto se basa en sugerir, esas nieblas o confusión generadas por las condiciones climáticas, en el interior del edificio”, explica Juan Miguel Rocher en su proyecto. Para ello ha proyectado unos cerramientos de vidrio que independizan los diferentes espacios.
Por delante de ellos se disponen unos perfiles anclados en el suelo y falso techo, donde se sujetan diversas cuerdas de algodón, lo cual dificultará la visión hacia el interior de los diferentes departamentos que se crean, así como un juego de luces y sombras, que pretende recordar o emular esa confusa visión desde la costa en días de niebla. “Este edificio siempre ha estado vinculado al mar: por ello, se los materiales protagonistas de la reforma son: la cuerda, el vidrio, madera y acero”, resume el arquitecto.
A nivel de distribución, se mantendrá el almacén y los aseos actuales, independizando los tres espacios restantes mediante los citados cerramientos de vidrio.
De este modo, el perímetro interior del edificio podrá seguir siendo público y ser visitado sin alterar ni interferir la actividad que se desarrolle en las diferentes dependencias.
Debido a su relación con el mar, se opta por cabos como elemento de vínculo con los barcos, además de intentar recrear esa sensación de confusión “con el juego de luces y sombras”. El sistema de cuerdas utilizadas permite que se puedan utilizar para colgar paneles, cuadros o cualquier otra exposición, ya sea de los propios usuarios que utilicen el edificio, como para exposiciones permanentes o efímeras de diferente índole.
Los huecos de ventanas y paredes perimetrales del edificio quedarán limpios, enmarcando los diferentes paisajes y vistas que se tienen desde el interior del edificio hacia los acantilados, el Estrecho de Gibraltar y la Península.
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