El colectivo Caminando Fronteras ha presentado las cifras del monitoreo de la frontera, en donde recogen las hasta 4.404 víctimas de la Frontera Occidental Euroafricana y episodios como la desaparición de cinco adolescentes que partieron de Ceuta en una embarcación a finales de noviembre de 2021 y de los que nada se sabe todavía. La presentación del informe ha contado con Helena Maleno, coordinadora del colectivo Caminando Fronteras, y María González, responsable del Eje Derecho a la Vida.
La oenegé ha documentado, contando con testimonios de las familias, 83 embarcaciones desaparecidas con todas las personas abordo. Además de las 4.404 víctimas, 4.175 han muerto en su paso por la frontera y 229 han desaparecido. 628 mujeres y 205 niños y niñas han perdido la vida durante el año. El 94.80% de las víctimas siguen sin ser identificadas. El aumento porcentual de las muertes es del 102,95% en relación a 2020.
Caminando Fronteras hace mención a la forma en que se activan las búsquedas de desaparecidos. Ahí citan la desaparición de los cinco adolescentes denunciada por varias oenegés que pusieron en conocimiento de las fuerzas de seguridad, de Salvamento y de Marruecos el caso. “El día dos de diciembre las compañeras de la organización No Name Kitchen alertaron de la desaparición de cinco menores que salieron en una balsa sin motor desde Ceuta el día treinta de noviembre con la intención de llegar a la península. Los amigos contaron que los adolescentes embarcaron desde la Playa de Benítez”, explica. La primera respuesta que se obtuvo desde Salvamento Marítimo fue que tenían que comunicarlo a Cruz Roja, poniendo como posibilidades que hubieran llegado a Alhucemas o que no hubieran salido. “En ningún caso los servicios de rescate mencionaron si se habían iniciado actuaciones para la búsqueda de los menores”. A día de hoy nada se sabe de ellos. “Resulta que vivir y que tu vida importe también es un privilegio”.
La oenegé habla de distintas rutas de llegada: la canaria, la de Alborán, la argelina y la del Estrecho. La crudeza de la primera sigue convirtiéndola en la más mortífera de las cuatro. “Tan solo en esta ruta se han contabilizado hasta 4.016 víctimas, en los 124 naufragios de los que el colectivo ha tenido constancia y ha podido realizar seguimiento. No obstante, y a pesar de la reiterada dificultad que se encuentra en la ruta argelina para tener conocimiento de las embarcaciones -y las tragedias- que en ella tienen lugar, se han podido contabilizar hasta 191 víctimas en 19 naufragios”, recoge en su informe.
“En los casos de la Ruta del Estrecho y la Ruta de Alborán, los datos no son menos preocupantes, con 102 y 95 víctimas respectivamente, en un total de 27 naufragios (17 en el Estrecho y 10 en Alborán). Todos estos datos resultan todavía más alarmantes si se visibilizan desde un corto recorrido temporal, pues las 893 víctimas que se contabilizaron en 2019 ya se duplicaron el curso pasado, con 2.170 muertes en 2020. Todavía peor resulta que se hayan cumplido los presagios que se adivinaban con los datos del primer semestre de 2021: un año más los datos se vuelven a duplicar, alcanzando las 4.404 víctimas”, expone la entidad.
Si aplicamos las estadísticas hay titulares que hacen pensar. Se han producido en 2021 hasta doce muertes diarias en las distintas rutas migratorias. Detrás de esas cifras hay auténticos dramas, historias con nombres y apellidos, familias destrozadas. Luego están los datos nunca conocidos de aquellos sobre los que no consta denuncia o de los que nada se supo.
Caminando Fronteras denuncia lo que sucede en las rutas mediterráneas. “Debido a la militarización de la frontera mediterránea, pero también a los intereses territoriales (marítimos y terrestres) que se disputan en el Atlántico cada vez hay menos intentos de cruce desde el Norte de Marruecos hacia el estado español a través del mar. A pesar de este descenso, las muertes continúan por falta de medios de rescate. La política aplicada en la zona recuerda a la del Mediterráneo Central cuando los servicios públicos de Malta e Italia abandonaron los rescates creando un derecho a la vida de segunda para las personas migrantes”, explican en el informe.
“Salvamento Marítimo español no hace intervenciones más abajo del paralelo 35’50 aunque corran peligro las vidas de las personas y se tenga constancia de que Marruecos no ha movilizado ningún servicio de rescate. Hemos constatado estas situaciones en las alertas recibidas desde embarcaciones neumáticas a remos en el Estrecho, donde las personas aportan posiciones exactas, y aunque el riesgo de naufragio es muy alto, pasan horas sin que se inicien labores de rescate”, critican.
Y esos datos se completan con testimonios. “Señora se ahogó mi bebé, se ahogó”, exclama A., no le salen las palabras de la boca y después de llorar durante largo rato, continúa “Estábamos en la zodiac, iba con mi bebé y el resto eran amigos del barrio. Llevaban horas llamando para que nos rescatasen, pero no venía nadie, entonces uno de ellos dijo que intentásemos volver a tierra. El viento nos llevaba también, y las olas nos llevaban arriba y abajo, casi estábamos llegando cuando volcamos. Mi niño seguía atado a mí, soy nadadora, en mi país nadaba y eso hice, nadar y llegué. Mi bebé está muerto, muerto, la gendarmería me trajo al hospital y el bebé está en la morgue. Quiero salir de aquí y enterrarlo”. A. pudo enterrar a su hijo en Tánger después de sobrevivir a aquel naufragio el veinte de mayo. De sus cinco compañeros no ha habido noticias, ella intenta rehacerse emocionalmente, aunque sigue con muchas pesadillas y ansiedad. A., explicó que desde las once de la mañana hasta las seis de la tarde estuvieron pidiendo auxilio a los servicios de rescate. Después se quedaron sin comunicación e intentaron volver atrás cuando ya era noche cerrada.
Entre los perfiles de las víctimas en la ruta del Estrecho y Alborán figuran marroquíes y subsaharianos que dejan sus países por conflictos bélicos, empobrecimiento agravado por la covid o por el cambio climático. Desde el monitoreo realizado se recogen factores que, consideran, han provocado tragedias. Así enumeran el uso de rutas cada vez más peligrosas, con tránsitos más largos en peores condiciones geográficas. “Partimos de la base que las embarcaciones ya están en riesgo nada más entrar en el mar, pues no cumplen los requisitos de una navegación con seguridad. Pero las condiciones de muchas embarcaciones se han ido deteriorando durante estos doce meses: malas condiciones de los materiales, motores que no funcionan y sobrecargas”, apuntan.
Las personas sufren esperas largas en malas condiciones de alimentación y exposición ambiental y sufren de un nula experiencia de navegación de las personas que van a bordo de las embarcaciones, lo que provoca que pierdan fácilmente el rumbo. La falta de coordinación de los diferentes países para salvaguardar la vida de las personas migrantes influye junto a la falta de medios de rescate y los recortes de materiales y de recursos humanos en los servicios de Salvamento.
Tras las muertes queda la revictimización de las víctimas, sobre la que también incide esta oenegé. “Hemos podido constatar casos de supervivientes que han sufrido una expulsión o desplazamiento forzoso tras haber vivido una terrible tragedia. En el caso del estado español a las personas que sufrieron naufragios se les aplican directamente protocolos de extranjería y no el protocolo de atención a víctimas de tragedias múltiple”, recogen.
Falta ayuda psicosocial, una atención específica a los supervivientes además de dificultades para identificar a los seres queridos son factores que no hacen sino aumentar el drama. Las familias no pueden cruzar fronteras para asistir a los entierros. No existen para las personas migrantes protocolos que pongan en primer plano la identificación de las personas fallecidas. Además, ni siquiera se ponen en marcha acciones para identificar la filiación de las víctimas con las personas que viajan en las pateras. En el mes de abril se hacía público el terrible caso de una niña que agonizó sola en el hospital mientras su madre estaba en un centro de atención temporal de extranjeros. Fue un médico quien hizo todo lo posible por buscarla y que pudiese dar el último adiós a su hija antes de morir.
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