El pasado 13 de marzo,
la frontera que separa Ceuta de
Marruecos echó el cierre separando familias, dejando a uno y otro lado del Tarajal a padres, hijos o hermanos. Aquel cierre se pensaba que iba a durar semanas, pero suman ya 8 los meses de separación y también de ruina. Mustafa Fezzak es el portavoz del
colectivo de transfronterizos atrapado en nuestra ciudad, él pone voz a los cientos de hombres y mujeres que todavía están en Ceuta, que tienen que quedarse aquí para trabajar y ayudar a las familias que quedaron al otro lado. Pide ayuda al reino de Marruecos como también a España para habilitar un pasillo humanitario que les permita entrar y salir, rompiendo una agonía para muchos ya desesperante.
“Somos unos 500 atrapados los que estamos sufriendo esto. Llevamos casi 9 meses con la frontera cerrada. Somos transfronterizos, que trabajamos con seguro social y solo pedimos un paso en la frontera”, detalla Mustafa en declaraciones a FaroTV. Este sábado, en la explanada más próxima al Tarajal, se reunió una representación de las cientos de personas atrapadas en Ceuta, fue una concentración simbólica para que sus historias no sean olvidadas, como tampoco sus reclamaciones. No han estado todos los que son por las restricciones sanitarias, pero cada uno de ellos representa a los que quedaron en sus casas, constituyendo una voz única. “Hay personas que han perdido a sus familias y no han podido siquiera ir a los entierros. Pedimos que se pueda salir por la tarde y entrar por la mañana, un paso para esta gente, nada más”, añade Fezzak.
Muchos de estos transfronterizos duermen en las casas donde están trabajando, en garajes de esas viviendas o se han tenido que buscar lugares en donde dormir al no poder regresar a sus hogares en Marruecos. “Tienen trabajo y un lugar donde dormir, pero les falta la vida, la libertad. Estamos aquí como dentro de una cárcel, la verdad”, matiza.
Lakbira lleva atrapada en Ceuta desde el cierre de la frontera, pide que haya una solución ya que con el dinero que ganan trabajando en la ciudad tienen doble gasto: pagar por vivir aquí y mandar dinero a sus familias. Resulta complicado salir delante de esta manera. Los alquileres son imposibles mientras que la paga es la misma.
“Necesitamos una solución, llevamos 8 meses atrapados. Estamos trabajando y no queremos perder ese puesto, pero no tenemos descanso. Aquí, para un alquiler, no tenemos derecho porque somos de Marruecos. Lo que ganamos tenemos que pagar para vivir aquí y mandar además dinero a nuestras familias”, explica.
Turia, toda vestida de blanco, participó también en esta concentración, ella perdió a dos de sus familiares directos en Marruecos, no pudo ir a los entierros ni de su madre ni de su marido al estar la frontera cerrada. Tiene a dos hijos al otro lado del Tarajal a los que no puede ver, tiene que seguir trabajando para mantenerlos. El cierre de la frontera ha sido la peor de sus pesadillas.
“Estoy aquí en una situación muy mala, buscando alquiler. Tenemos que tener residencia para poder firmar el contrato y no podemos porque se ha caducado la documentación. Necesitamos una solución para salir a Marruecos. Ha muerto mi madre, mi marido…”, relata entre lágrimas de emoción y recuerdo. No pudo ir a sus entierros. “Mis niños están solos, pasan mucho tiempo en la calle, están en manos de Dios. Solo queremos una solución porque estamos muy mal, estamos fatal”, añade.
Mina estaba trabajando aquí cuando la frontera cerró. Quedó atrapada con su hija pequeña que cursa estudios en el centro de educación especial de San Antonio. Tiene caducado el pasaporte, no puede hacer los trámites necesarios para la renovación de los papales al estar atrapada en la ciudad. La mayoría de estos transfronterizos no puede renovar, se les pide un certificado de empadronamiento de Marruecos pero no pueden cruzar a su país para pedirlo de manera presencial como se les obliga. No pueden renovar sus cartillas, por lo que temen que vayan a perder sus puestos de trabajo y el seguro.
Los transfronterizos piden al Gobierno de España y de Marruecos que adopten una solución para ayudar a todos los atrapados a uno y otro lado de la frontera. Ellos son las víctimas de un cierre que sorprendió a todos. Algunos de sus compatriotas regresaron en las repatriaciones que organizó la Delegación, pero si ellos lo hacían se arriesgaban a perder el trabajo con el que mantienen económicamente a sus familias. Es un círculo del que no saben salir, del que no pueden salir. Son las víctimas más débiles de un problema gestado en la frontera sur de Europa.