Señala con el dedo índice al cielo, entorna los ojos y exclama “a sus órdenes mi capitán”. El que habla es el subteniente retirado Manuel Sánchez Ríos y se refiere al capitán Bejarano, un tótem de la Guardia Civil en Ceuta fallecido hace unos años pero cuyo recuerdo perdura con fuerza entre quienes fueron sus compañeros.
Hoy miércoles, día de la Virgen del Pilar y de la Hispanidad, se celebra la Patrona de la Benemérita y el entrevistado para FaroTV, en representación de los veteranos de este Cuerpo con 178 años de historia, no olvida un sentido reconocimiento a los que siguen ya sea en activo o desde la reserva y, sobre todo, de los amigos que ya no están.
La vida de guardia civil de Manuel Sánchez Ríos daría, como mínimo, para una película: fue uno de los primeros guardias civiles en llegar a la tragedia del Camping de Los Alfaques con 243 fallecidos en la provincia de Tarragona, un compañero suyo fue asesinado en Barcelona a manos del grupo terrorista del GRAPO, vivió en los años del plomo en el País Vasco destinado nada menos que en la frontera de Irún con Francia, y en Ceuta tuvo que lidiar con los disturbios del Ángulo o posee todo un anecdotario de sus años de destino en el Príncipe y su experiencia cuando la frontera era una simple valla (casi de jardín) que delimitaba el paso entre España y Marruecos.
Aunque el hombre no vive únicamente de grandes experiencias y con lo que procura quedarse de sus 42 años en el Instituto Armado es con el cariño de tantos amigos que se ha llevado: “Me quedo con la amistad, el compañerismo y la familia que hemos sido”, recalca Sánchez Ríos, quien asegura que a lo largo de sus años en el Cuerpo ha recibido una serie de medallas, “cosa que agradezco y es para estar orgulloso”, pero para él la condecoración más alta es que cuando sale a la calle cualquier compañero le saluda, le pregunta por su vida y charlan. “Es la mayor satisfacción”, resume.
El pasado 4 de julio de 2022 se publicó la Orden General número 5 por la que se busca regular la relación institucional con el personal retirado de la Guardia Civil. El propósito es dar un paso más allá en una estrategia de reconocimiento y cuidado de los “veteranos”.
De ahí, que testimonios como el del subteniente retirado sean tan importantes ya que no sólo conforman la crónica benemérita sino que además su visión como testigo directo de hechos relevantes del último siglo en España y Ceuta hace que sea una voz autorizada que merece la pena ser escuchada con mucha atención.
Manuel era el mayor de una familia de nueve hermanos y su condición de huérfano de padre le permitía eximirse del servicio militar.
“Yo desde pequeño siempre tenía la ilusión de ser guardia civil y aunque en aquella época podía haber quedado exento, mi madre me recordó que yo había dicho muchas veces que quería ser guardia civil y me pidió que fuera un hombre de bien. Total, que no procuré convencerla y acabé haciendo el servicio militar e ingresando en el Cuerpo que es lo que quería ser”, relata sobre su vida este caballa.
Los primeros años de destino los vivió en la provincia de Tarragona, en Torre de la Mora. “Era algo así como Anyera o el Fuerte de Francisco de Asís en Ceuta, una torre con un cabo y siete guardias y en aquella época los servicios eran del anochecer al amanecer, en un verano uno empezaba a las siete de la mañana y se recogía a las diez de la noche”, rememora.
Curiosa palabra la del destino, pues su siguiente puesto sería en el municipio tarraconense de San Carlos de la Rápita donde ya se empezaba a notar la profesionalización del Cuerpo. A tres kilómetros de este sitio, en la localidad de Alcanar, iba a vivir este guardia civil ceutí el horror como nunca lo había visto un 11 de julio de 1978. Un camión de gas propano que viajaba de Barcelona a Castellón tuvo un escape en la cisterna y explosionó dejando a su paso 217 fallecidos y 300 heridos, según cifras oficiales.
“Son cosas que uno intenta olvidar pero no puede”, asume haciendo memoria de aquel episodio en el que fue uno de los primeros guardia civiles en entrar a evacuar heridos en aquel camping apocalíptico más propio de un campo de batalla que de otra cosa.
“No sabíamos lo que había sucedido porque se oían explosiones de la bombona de butano y hasta el agua ardía”, detalla sobre aquella tragedia en la que tuvieron que evacuar de la manera que fuese a la gente. “Estuve años que probaba la carne que fuera me sabía a carne quemada, fue tremendo”, indica.
Sin duda, la más impactante y dura aunque no la única experiencia difícil. En su siguiente provincia, Barcelona, vivió otra terrible con la muerte de un compañero en un bar de Horta a manos del grupo terrorista del GRAPO. “Había ascendido a sargento y decía que vaya suerte que no le hubiera tocado el País Vasco -eran los años ochenta del plomo- y lo acabaron matando”, lamenta sobre otra vivencia traumática que lleva cosida.
Previo paso por Ceuta también se enfrentó al terror de la banda ETA cuando fue destinado ya como sargento en el año 90 a la provincia de Guipúzcoa, concretamente a la frontera vasco-francesa de Irún donde viviría un momento crucial en los años de lucha y desactivación de los terroristas.
En su carrera también consta su paso por Ceuta a lo largo de diferentes etapas: del 83 al 90 como cabo primero; del 92 al 2002 como sargento; y ya para finalizar su trayectoria como subteniente en el extinto Banco de España.
Es decir, ha sido también un observador privilegiado de cambios en la sociedad ceutí y un protagonista de alguno de sus acontecimientos más sonados. Estuvo destinado en el Príncipe, de donde guarda gratos recuerdos y vecinos para toda la vida, y también resalta el compañerismo en la Comandancia de Hadú y en los otros puestos en los que ha ejercido.
Si hay alguna experiencia difícil fue la de los famosos disturbios del Ángulo del 11 de octubre de 1995 cuando todo cambió en torno a la inmigración. Manuel fue uno de los guardias civiles que tuvo que intervenir de urgencia y, desde luego, no olvida la violencia y el riesgo de aquellos enfrentamientos que marcaron a la sociedad ceutí.
Él antes había vivido otro tipo de experiencias relativas a la inmigración bastante más amables y cuando aquello de la presión migratoria no era un tema recurrente ni por asomo.
“La valla era solamente una marca para limitar lo que era España de Marruecos, se evitaba que pudiera entrar la gente y ya está. Era una simple valla, de hecho pasaba la gente, se hacía diligencia y se devolvía y ya está. Se les decía mira por aquí no puedes pasar ya te estás dando media vuelta y se iban tranquilamente, pero eran hombres que venían a ganarse dos pesetas o a vender los cuatro artículos que traían”, recuerda sobre otro tiempo bien diferente respecto a la frontera de hoy.
Tras más de cuatro décadas de servicio, ha visto cómo las cosas cambiaban a mejor: los turnos se normalizaban, el logro de la Seguridad Social en sus primeros años con el tricornio o el llegar a ver que hasta se le pagaba la indumentaria a los guardias. “Esto ha cambiado de la noche a la mañana”, apunta.
Él siente el cuerpo y desde que se jubiló en 2015 no ha dejado de acudir a los actos.
“Si yo naciera ahora y tuviera la oportunidad volvería a ser guardia civil, jamás en la vida me puedo arrepentir”, asevera este subteniente retirado para el que ha merecido la pena escoger a esta familia que va de verde y donde cuidar a los “veteranos” es una orden.
Reconocimiento especial al retirado como “referente social externo e interno”
La Orden General número 5 del 4 de julio de 2022 lo que pretende es cuidar más a los “veteranos” aumentando las actuaciones de reconocimiento que actualmente se mantenían.
Se inicia así un nuevo proceso de institucionalización de la relación para conseguir un tratamiento homogéneo para dicho personal y establecer los mecanismos necesarios que favorezcan su vinculación con el Cuerpo mitigando la posible sensación de abandono institucional y contribuir al crecimiento personal de estos hombres y mujeres.
Según el Instituto Armado, se quiere realzar “el sentimiento de pertenencia y resaltar la figura del retirado formando un referente social tanto externo como interno”. Dentro de la orden se alude a que deben ser tratados con el respeto, reconocimiento y consideración que merecen los más antiguos de la casa.
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