La verdad ‘dormida’ de Samir, el joven tapicero de Marruecos que lleva 3 años y 7 meses en coma en Ceuta

Lleva 3 años y 7 meses postrado en una cama. Con el mejor cuidado que alguien pudiera tener, el de una madre. Un ángel de nombre Sadía que no se mueve de su lado, día y noche, para darle de comer, lavarle, hablarle y rezar por él. Así desde el 21 de abril de 2015, cuando Samir, un tapicero marroquí habituado a venir a Ceuta con su bicicleta para hacer trabajos, sufrió un brutal accidente en la Cuesta Parisiana que lo dejó en coma.

Los mismos años que Samir lleva en cama son los que su madre está pidiendo justicia. No entiende cómo no aparecen los testigos del accidente para declarar en el juzgado, no puede comprender cómo en todo este tiempo nadie ha dado un paso al frente convirtiendo mensajes que aparecieron reflejados en Facebook de supuestos testigos del accidente en declaraciones judiciales. Sadía y Samir, Samir y Sadía arrastran en silencio el sufrimiento por una injusticia.

Este joven tapicero pedaleaba con su bicicleta cuando un vehículo lo golpeó, cayó al suelo con lesiones importantes que lo han dejado en cama. Sadía mantiene que este accidente tuvo un responsable, argumentando que el médico que lo trató en el Hospital aseguró que un golpe tan fuerte no podía haberse causado por una caída sin violencia.

En los juzgados se dictó un auto de archivo. Un punto y final judicial que provoca el rechazo de esta madre que ruega encarecidamente que las personas que puedan saber algo no tengan miedo, que quien sepa lo que realmente sucedió ese abril de 2015 dé un paso al frente.

La madre de Samir, Sadía, no puede marchar a Marruecos, pide justicia

A la injusticia sufrida por Samir, un chico que dejó de cruzar la frontera del Tarajal pedaleando su bicicleta cuando contaba 35 años, se suma el temor de una madre por su futuro. Ingesa ha confirmado a este periódico que a este paciente no se le va a desalojar del Hospital Universitario de Ceuta, pero que, habiendo cumplido 3 años y 7 meses, se debe buscar un traslado a otro centro en el que pueda recibir cuidados y para ello tendría que organizarse su evacuación a la península. A Sadía se le ha comunicado que para llevar a cabo este trámite, debe trasladar un informe sobre la situación de Samir al Hospital de Marruecos, para confirmar, primero, si allí se le podría tratar. De contestarse de forma negativa, ya con ese rechazo, se procedería al traslado a la península.

Sadía considera “descabellado” esta situación. Primero, porque ella no puede abandonar el Hospital para trasladar ese informe a Marruecos, no puede dejar a su hijo del que no se ha separado desde ese día. Segundo, porque el accidente no se produjo en el vecino país, sino en Ceuta, por lo que la responsabilidad se focaliza en esta ciudad. Queda una tercera razón de peso: si marcha Sadía a Marruecos, ¿se le asegura que pueda regresar a Ceuta?, ¿qué pasará con su hijo? “Ella es la que la hace de todo, día y noche, junto a él, le lava, le mueve...”, explica una interlocutora a este periódico.

Sadía pide a través de El Faro que no se olvide esta historia, que no se olvide a Samir y que se haga justicia de una vez por todas. Las alternativas que le ofrecen en el ámbito médico las considera imposibles de realizar. Y allá, desde una habitación en el Hospital Universitario de Ceuta, reclama que su voz no se olvide.

Sobre testigos, juzgados y una vida destrozada

El día en que Samir sufrió este accidente pedaleaba su bicicleta por la Cuesta Parisiana. Iba a hacer un trabajo. Ganaba dinero para mantener a su madre en Marruecos, era uno de tantos jóvenes con habilidades que entra a la Ceuta para hacer encargos. A él se le daba bien la tapicería. Cuando a Sadía le avisaron del accidente, la Policía le entregó la documentación de Samir, pero nunca apareció la bicicleta que pedaleaba, prueba inequívoca de si había sufrido una embestida de un vehículo o no. Sadía cree que hubo personas que vieron todo, que saben lo ocurrido, pero que por razones que no pueden entenderse no han declarado en tres años y 7 meses. Samir respira, pero no habla, no reacciona. Él sabe la verdad.