Estamos ya en el esperado y próspero, como todos los años, año 2015. ¿Han cambiado las cosas solo por cambiar de año? Objetivamente, tenemos menos dinero en los bolsillos tras los consumismos de rigor y más calorías convertidas en kilos de más. Hace más frío y nos adentramos inexorablemente en este nuevo cambio climático.
Somos más mayores y más modernos: ya no llamamos por teléfono, ahora whatsappeamos de lo lindo; últimamente ya no se habla del tiempo, porque ya tenemos nuestro smartphone que nos libra de mantener conversaciones no deseadas y nos impide las deseadas.
Pero la gente sigue igual de indignada, empobrecida, crispada, derrotista, incrédula, escéptica, pasiva, desesperada, asustada ante la nefasta realidad económica, social y política del día a día. Si los políticos no arreglan nuestros problemas, ¿para qué los queremos?, empieza a pensar un 53 por ciento de los españoles encuestados. La gente no quiere palabras sino hechos: trabajo, bienestar, seguridad, felicidad…
La política tradicional y sus representantes (PP, PSOE…) se ha convertido en una política de palabras, promesas y programas electorales incumplidos; nadie –ni ellos mismos– cree realmente en lo que dicen o prometen: Saben que no lo van a cumplir, pero necesitan votos y más votos. Los programas y las promesas han quedado muy desprestigiados. Muchos ciudadanos no los leen, ¿para qué? Las palabras –como las promesas– se las lleva el viento y los políticos de siempre. Verba volant… Hasta tal punto que recientemente un niño de 5 años definía a un político como un hombre o mujer que habla mucho y hace poco, muy poco, añadiría un adulto, por el interés general.
¿Es posible el cambio?, nos preguntamos todavía aquellos a los que todavía la indignación no nos impide ver el bosque. Sí y no.
Sí: decía Einstein que, tenía pelos de sabio despistado pero ni uno solo de tonto, si queremos que las cosas cambien, no debemos aplicar una y otra vez las mismas soluciones, procedimientos, y con la que está cayendo, la misma política o los mismos políticos. Es tan evidente que muchos no lo ven, como ocurrió con el cuento del traje nuevo del Emperador. ¿Lo recuerdan?
No: si seguimos con esta política tradicional (PP, PSOE…) de las palabras atractivas pero huecas de hechos, pero de sobres y tarjetas repletas, de los políticos que no nos representan, incitando a la población votante a un gran abstencionismo que no les preocupa mientras sigan acaparando el poder. Una política sin ciudadanos, que solo son súbditos y desinformados votantes cuatrienales y contrariados pagadores de impuestos para mantener el status quo de los más poderosos (bancos, multinacionales, navieras, etc.) y sus servidores o aliados, los políticos tradicionales.
Bueno, les tengo que dejar, ha habido un brutal y sangriento ataque en Francia contra prensa satírica… A lo mejor otro día seguimos “arreglando el mundo”, si el bipartidismo o el fanatismo no lo impiden. Me terminaré el turrón que me ha quedado de las fiestas, por darme una alegría ante tanta barbarie y desolación.