Después de veinte días de cuarentena, FaroTV sale a la calle micro en mano para enseñarle cómo está nuestra ciudad. Eso sí, lo hacemos protegidos. Mucho.
Los servicios de limpieza desinfectan Ceuta, las colas de las tiendas abiertas y supermercados se hacen con distancia de seguridad entre los que esperan. Las mascarillas y los guantes se han convertido en el particular uniforme de la ciudad.
Cielo azul, tejados, calles y playas vacías, gaviotas sin rumbo. Ahora en las calles se lleva el silencio y en las casas el bullicio. Este confinamiento nos ha pillado desprevenidos. Ahora prima la seguridad y la salud y por eso los rigurosos controles policiales se han hecho con las carreteras. Antes estábamos abajo, en la calle y ahora desde los balcones todo se ve muy raro.
Todavía hay quien se acuerda de las palomas de la plaza de los Reyes, ahora tan solitaria. Un gentil taxista compra arroz para ellas. Las alimenta cada dos días porque “le dan pena. Antes los niños les daban de comer y ahora están abandonadas y hambrientas”, dice.
Los trabajadores también toman sus propias medidas de seguridad: por ellos y por los demás. En la farmacia Segura Mori han puesto mamparas para cuidar de todos, al igual que han hecho los taxistas de Ceuta.
La gente curiosa sale a los balcones y nos cuenta cómo están viviendo la cuarentena. Unos teletrabajan y otros intentan divertirse como pueden. Hay quien pone banderas de España en sus balcones con lazos negros en recuerdo al primer fallecido.
Ya no hay saludos ni abrazos y besos, tampoco ruido en los bares ya que lo ha sustituido el silencio. La tranquilidad de los parques es abrumadora porque están completamente vacíos, vallados por cintas de la Policía. Faltan los niños, sus risas y diversión. Un quiosquero nos cuenta que siguen “al pie del cañón aunque la situación es un fracaso total porque no hay nadie por las calles, solo policías pasando de un lado a otro. Y realmente echo mucho de menos a los niños” por el parque infantil que tiene detrás de su quiosco.
La Semana Santa es la fecha más importante en el calendario de los católicos y ha tenido que tacharse este año. No habrá pasos ni fieles por las calles pero Ceuta no se olvida da de los cofrades, hermandades o nazarenos.
La puerta de Correos se ha convertido en la única ‘salida’ que hay de la ciudad. Las colas son eternas todas las mañanas, las esperas angustiosas y casi se palpa la incertidumbre. Una señora que llevaba más de una hora de espera “y no sé si me dará tiempo a entrar porque a las 14:30 cierran”, cuenta que “voy a hacerle una transferencia de dinero a la mujer que trabaja en mi casa, ya que no puede venir”.
¿Cómo trabaja un periodista desde casa? Es una sensación rara y difícil, son 24 horas para servirte y mantener a los ceutíes bien informados. Desde casa, los compañeros de El Faro enseñan sus reinventados puestos de trabajo: portátiles, discos duros, televisión y cámara encendida. El mercado antes necesitaba vida, pero ahora más que nunca. Eso sí, siempre con precaución y bien equipados para protegernos. Los mismos comerciantes ‘gritan a la desesperada’ que están abiertos y necesitan clientes: “Estamos abiertos para todos de ocho de la mañana a cinco de la tarde, pero el problema es que no se sabe que esto sigue en marcha”, confiesa el dueño de una pollería.
Si echamos la vista atrás la playa de la Ribera estaría ya con gente visitándola, algunos entrando o saliendo del mar... los más adelantados a la temporada de baño. Faltan las huellas en la arena. Sólo están surcos de los camiones de limpieza y las pavanas desorientadas. Aunque ya falta menos para romper ese metro de distancia y salir a la calle. En definitiva, volver a la ansiada normalidad. Qué primavera más extraña nos ha tocado.