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Vecinos de La Almadraba: "De Juan XXIII para acá, esto es Marruecos"

Los vecinos de la calle Tobogán, en

Para salir del barrio el problema es el mismo, sólo hay una salida y la señalización les obliga a tomar la dirección al Tarajal, teniendo que hacer el cambio de sentido en la rotonda que hay bajo el ambulatorio, lo que conlleva soportar la cola de horas para poder entrar o salir de sus casas. “Este problema lo teníamos cuando era el Paso del Estrecho y duraba una o dos semanas como mucho, pero así ya llevamos casi cinco años con este problema”, lamenta otro de los vecinos.

No sólo las viviendas

Además de la situación de los residentes, otro sector que está sufriendo las consecuencias del caos fronterizo son los negocios cercanos a la carretera.

Las colas impiden a los posibles clientes llegar a los comercios que se ven, en algunos casos, con graves dificultades para poder mantener sus locales abiertos cada mes. La propietaria de la farmacia que se encuentra a pie de carretera no esconde su disgusto por una situación que parece no tener solución.

“Evidentemente, de esta manera, no se puede trabajar. ¿Cómo accede la gente a este lugar cuando vienen en coche? Ni se puede trabajar, ni se puede vivir, ni se pueden detener... Esto no es ni un barrio ni una zona normal”. Esto representa para todos ellos una reducción económica importante y una situación de desempleo en la zona , derivada de toda la problemática adyacente a la frontera.

En algunos casos, como el de un vendedor de neumáticos de un local de la carretera, el llegar a fin de mes se convierte en una proeza, pues a su negocio sólo se puede acceder en coche y los clientes no llegan hasta su local por las colas permanentes.

“Antes ha llegado un coche para arreglar pero no ha podido pasar”, se queja el comerciante que cada día ve pasar miles de vehículos frente a su taller, dejando sin acceso a sus clientes.

Aislamiento y abandono

Estar en esta situación ha derivado que se sientan en un estado de completo abandono por las autoridades.

Empezando por la atención sanitaria, que tiene serios problemas para acceder a la zona de sus edificios, así como los servicios de limpieza o de emergencias. “Han ocurrido muchos casos de urgencias, en los que ha venido la ambulancia y les ha costado entrar y salir.

Los mismos médicos han tenido que bajarse, incluso, y pedir que les dejaran pasar”, recuerda otra de las vecinas. Lo mismo ocurre con los servicios de limpieza, que además es uno de los problemas, junto con el aislamiento, que más está afectando a la convivencia de los vecinos.

Día con día, denuncian que muchos porteadores o personas que rondan las inmediaciones a la frontera ocupan sus calles como “baños públicos” y también acumulan sus deshechos, sin reparo de que los vea algún niño que esté por la calle.

“Esto se ha convertido en un vertedero”, critica una vecina que lamenta que sus hijos tengan que ver toda esta “porquería”, generando además un estado de inseguridad latente para los más pequeños, que sortean los vehículos para poder cruzar la calle o bien para coger el autobús. “Ni siquiera tienen un lugar donde jugar”, apunta otro vecino.

Soluciones

Pese a estar años padeciendo este problema, no saben quién o quiénes son los responsables ni qué solución puede tener su situación. Lo que sí saben es que hasta el momento no se ha hecho nada por arreglar este problema y se sienten abandonados.

No obstante, exigen que pronto les llegue una solución que les devuelva a la normalidad y su barrio sea el de antes.

“Queremos que esto llegue a las personas que puedan tomar una solución. Si esto no lo pueden quitar, por lo menos que se metan a arreglar la barriada. Que le pongan solución a este problema tan gordo que tenemos aquí. Una cantidad de cosas que nadie viene a hacer nada”, exigen los vecinos.

Las rutinarias de la tarde y por la noche

Para las fuerzas de seguridad no hay descanso en la zona fronteriza. A diario se suceden avalanchas protagonizadas por cientos de personas. En la noche del miércoles, la Benemérita tuvo que intervenir en una de estas salidas masivas, cuando cientos de porteadores salieron hacia Marruecos con la mercancía y los agentes del vecino país cerraron su frontera.

Esto llevó a que los hombres y mujeres con los bultos a sus espaldas tuvieran que regresar a territorio español, esperando para ir saliendo poco a poco al ritmo que marcaba Marruecos. Y así se repite día tras día, sin que haya soluciones para controlar unos movimientos sobre los que deciden las autoridades marroquíes y que vienen a colapsar todo el entorno del paso del Tarajal.

El número de agentes de la Benemérita desplazados a la zona no puede adecuarse al volumen de porteadores, hombres y mujeres, que han vuelto a utilizar el paso del Tarajal para sacar la mercancía, transformando lo que es una frontera en otro ‘Tarajal II’. De forma indistinta y sin orden se vuelve a canalizar un flujo que recuerda a otras épocas.

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