Las elecciones a la comunidad de Madrid están suponiendo una radiografía a la Democracia en la que nos planteamos las reglas del juego dibujadas en la Constitución de 1978.
La libertad, el voto, las urnas, los partidos políticos, los debates, el poder de la palabra, los mecanismos de información del pueblo: prensa, radio, televisión, mítines encuestas, y un largo etcétera de herramientas sociales desde las que se vertebra la palabra de ciudadanos que elige a sus representantes.
Yo nací en el año 1964; tenía once años cuando un señor muy triste nos anunció la muerte de Franco. En mi colegio nos mandaron para casa sin saber realmente las dimensiones de aquella noticia. En ese frío noviembre adolescente comencé a descubrir que aquel suceso cambiaría nuestras vidas. Traigo a la memoria los fastos de un entierro, la proclamación del Rey, los discursos de Adolfo Suarez, las primeras elecciones, las calles empapeladas de carteles, los coches pitando intermitentemente lanzando pasquines con las fotografías de los candidatos y de los programas electorales. Se prometía el cambio, la mejora de la educación, trabajo para todos, calidad en la sanidad, respeto por las ideas políticas y, en definitiva, un repertorio de intenciones en las que debería cimentarse una sociedad democrática; esa sería la nueva hoja de ruta. Y así, diseñamos la esperanza mientras tarareábamos la canción del Grupo Jarcha “libertad sin ira”. Recuerdo la letra como un mantra: “ libertad, libertad, sin ira libertad, guárdate tu miedo y tu ira porque hay libertad, y si no la hay, sin duda la habrá”.
Con 14 años, supe de la importancia de una Constitución; corría el año 1978 y los cimientos comenzaban a levantar ese proyecto colectivo de la sociedad española.
No salió gratis: atentados, secuestros, amenazas, tiros en la nuca, dianas dibujadas en las cabeza de líderes políticos, coches bomba, un terror incontrolado que ponía en jaque el anhelo de la liberación.
Y, en este ir y venir, llegó el 23 de Febrero de 1981. Con 17 año, pegado a la radio escuché el "Al suelo todo el mundo". Fue la noche más larga. Al día siguiente, nos sentimos vencedores derrotando al ruido de sables y respirando la dignidad que quisieron arrebatarnos
Salimos a la calle en todos los rincones:
Todas las ideologías, todos los partidos, todas las ideas. Formamos una cadena para desencadenarnos y unirnos en un abrazo liberador.
Hace unos días cumplí 57 años y la memoria me transporta a la escuela en la que mi generación comenzaba este viaje.
¿No recordamos? ¿Hemos difuminado todo el dolor? ¿Cómo olvidar a Miguel Ángel. Blanco, a los abogados de Atocha, Irene Villa, Ernest Yuch, Gregorio Ordóñez, Tomás y Valiente, Ortega Lara, militares, policías, sindicalistas, a tanta gente de a pie? La sangre derramada marcó huellas indelebles
¿Cómo es posible desandar tanto peaje?
¿Se merece nuestro país sumido en una terrible crisis sanitaria y económica volver a las amenazas, a los sobres con balas, a los insultos, a romper todas y cada una de los logros que han marcado este medio siglo?
Llegará el día después de las elecciones y tendremos que volver a caminar sin ira, sin rencores ancestrales, sin amenazas
Volveremos a las calles de Madrid y entre bocatas de calamares y churros en la Puerta del Sol, nos sentiremos iguales, con los mismos problemas. Esta ciudad, invivible pero insustituible que cantara Sabina, volverá a ser cosmopolita, tolerante y libre.
Nos pintaremos las manos de blanco y volveremos a pensar que es posible arrimar el hombro desde distintos puntos de vista.
La puerta de Alcalá será testigo.
Antonio Flores volverá a recitar uno de los himnos de esta urbe: “Pongamos que hablo de Madrid”.