El PP de Ceuta acumula una fuerza excesiva. A pesar del indisimulable deterioro de su proyecto político, la aplastante hegemonía electoral de la última década le ha proporcionado una posición social asaz dominante que le permite controlar férreamente toda la vida pública.
Este hecho, en sí mismo, es un problema. Toda comunidad es plural por naturaleza, si un fenómeno coyuntural (explicado en el caso del PP en Ceuta en múltiples ocasiones) encorseta el pensamiento en una única y estrecha perspectiva, se produce una nociva desconfiguración del sistema representativo que lo colapsa. Pero si además, quien detenta tan inmenso poder, pierde por completo las referencias básicas del interés general, estamos ante un auténtico cataclismo. Es lo que está sucediendo. El PP se está desenvolviendo torpemente, como un coloso ciego. Cada movimiento es un mazazo azaroso sobre el futuro. Ya nadie sabe muy bien quien ni cómo toma las decisiones en un partido deshilachado (inexistente orgánicamente); más pendiente de gestionar sus infinitas cuitas internas que de redireccionar la Ciudad.
La decrepitud del PP está arrastrando la Ciudad hacia el disparate constante. Ninguno de los nudos neurálgicos de nuestro armazón vital, escapa a este huracán de irreflexión, despropósito e irresponsabilidad. La convivencia, la seguridad ciudadana, las relaciones fronterizas, la economía y el empleo, la educación. Todo está seriamente perjudicado y en dinámica desfavorable. Estamos incursos en un singular proceso autodestructivo. La ciudadanía concentra toda su energía en la atonía. Las administraciones públicas han elevado la parálisis a la categoría de estrategia. Su capacidad de reacción se limita a portentosos despliegues mediáticos, tan efímeros como falaces, para calmar a la opinión pública cada vez que se produce un escándalo de gigantescas proporciones. Por cierto, cada vez más frecuentes. Las rutilantes proclamas de inversiones millonarias, proyectos ambiciosos e iniciativas audaces, se desvanecen de manera fulminante por la fuerza de unos hechos incontestables y delatores. Un breve repaso a documentos esenciales para el futuro de la Ciudad, como el “Plan Estratégico para el Desarrollo Económico de Ceuta”, o la “Ponencia Congreso-Senado sobre las especificidades de las Ciudades autónomas de Ceuta y Melilla y su situación ante la Unión Europea”, provocaría en cualquier ceutí una profunda depresión. No es que no hayamos alcanzado ninguno de los objetivos propuestos, es que en todos y cada uno de ellos se ha producido una notable involución. Es un exponente tan fiel como concluyente de la situación descrita.
Decía la conocida Ley de Murphy que “todo lo que pueda salir mal, pasará”. Parece que el PP está empeñado en que esta ley adquiera en nuestra Ciudad la cualidad de axioma. Ahora anuncia su intención de aprobar el nuevo Plan General de Ordenación Urbana. El actual está caducado desde el año dos mil. Los trabajos de revisión (realizados por una consultoría peninsular), datan del año dos mil ocho (antes de la crisis). Y ahora pretenden convocar un pleno en el mes de agosto (hecho insólito) para dar el visto bueno, sin más debate, a un documento que marcará, acaso definitivamente, el devenir de la Ciudad en las próximas décadas. Plantearse el desarrollo urbano de Ceuta sin resolver el problema del suelo militar (aproximadamente el cuarenta por ciento del total); sin definir el encaje del puerto; sin plantear con rigor y realismo a los núcleos poblacionales fuera de ordenación (El Príncipe, Recinto Sur, Benzú…); sin contemplar una estructura productiva alternativa; y sin establecer un modelo de crecimiento adecuado para abordar el fenómeno de la “superpoblación”; es una soberana estupidez. Y a pesar de ello, se hará. La aritmética, una vez más, prevalece sobre la razón. La barbaridad es de tal magnitud, que induce a la sospecha. ¿Por qué así? y ¿Por qué ahora? Algunas operaciones urbanísticas de gran calado que están previstas, y que auguran pingües beneficios económicos, pueden ser la causa última de este nuevo dislate. Aunque, eso sí, sería guardar fidelidad a la idiosincrasia de esta Ciudad: para hacer millonarios a unos pocos, arruinamos la vida a generaciones completas.