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Varón, adolescente... y con problemas judiciales

Varón, español, con una edad media entre los 16 y 18 años y ejemplo vivo de una serie de déficit emocionales y carencias que, junto a la incidencia de otro tipo de factores, ha terminado por arrojarlo hacia la amplia bolsa de la criminalidad que se dispersa por el juzgado.

Ese es el perfil característico del menor delincuente que se estila en Ceuta y con el que trabajan los integrantes del Área de Menores en la ciudad. Son los protagonistas de la memoria anual que incluye los casos de los adolescentes que, en Ceuta, terminaron teniendo problemas con la justicia, siendo algunos de ellos protagonistas de esa ristra de titulares de prensa que, de ciento a viento, hace tambalear el sistema.
Tráfico de hachís a pequeña escala, robo de coches, robo de motos o, últimamente, de ordenadores (la Policía ha montado un sistema de vigilancia en centros escolares los fines de semana para evitar que continúen) constituyen las ‘modas delictivas’ a las que han sido arrastrados unos adolescentes cuyo patrón de referencia ha pasado de estar en su casa para situarse en un grupo donde las leyes no entienden ni de normas ni de moral.
Durante el pasado año, 180 menores fueron objeto de algún tipo de sanción pasando a depender de los programas que pone en marcha el Área de Menores de la Ciudad. Son datos que se recogen en su memoria anual –la última que se ha editado– y en donde se demuestra que más del 80% de los casos tratados se referían a jóvenes de entre 16 y 18 años y varones. Las chicas tienen muy poca presencia en la delincuencia que no alcanza la mayoría, aunque se ha detectado un leve aumento en esa franja de edad. En datos, durante 2012 fueron sancionadas 9 adolescentes de 16 años y 8 de 17, cifra que nada tiene que ver con los 53 y 64 varones, respectivamente.
Con todos ellos trabajó el equipo de funcionarios a los que se les encomienda el trabajo de recuperar a estos jóvenes, reinsertándolos en un sistema social que debe moverse al margen de la ilegalidad. Las conductas delictivas están ahí y sus protagonistas forman parte de una problemática delincuencial que ha sido generada por la misma sociedad en quiebra.
En Ceuta la tipología de faltas y delitos recogida en la memoria que los juzgados llevan a cabo cada año y trasladan al Área de Menores con la que trabajan de manera conjunta, esconde una criminalidad que se reduce a sota,caballo y rey. Tráfico de hachís, robos a personas o de propiedades son los delitos que destacan en las estadísticas junto a los desarrollados contra la seguridad vial.
Si hablamos de faltas, figuran con mayor peso las efectuadas contra las personas (un 37%) y contra la propiedad (casi un 48%), habiendo dado pie todas ellas a la imposición, con el visto bueno del juez de menores y la Fiscalía de las distintas medidas controladas por el equipo funcionarial ubicado en el Ceuta Center. Del total de medidas impuestas, un 64% se refirieron a medidas de libertad vigilada y un 14% a tareas socieducativas, todas ellas bajo control de las áreas implicadas en hacer seguimiento a ese menor que, por causas diversas, han desviado su camino. Desde el año 2007 a la actualidad, la evolución de esta delincuencia ha ido variando aunque sin experimentar unos picos excesivamente llamativos. Las modas influyen, pero también la degradación que a nivel general sufre una sociedad en la que los menores van sufriendo la misma pérdida de esquemas morales y pautas de conducta que se refleja entre los adultos.
El Área de Menores ha dibujado un perfil del menor infractor que debería servir para ayudar a que dicha delincuencia aminore, siempre y cuando la sociedad sepa involucrarse también en intentar arreglar el desaguisado que ella misma ha ido provocando.
Cuando un menor llega al punto final de esta cadena, que no es otro que la práctica de un delito o una falta, ha arrastrado una serie de factores. La escasa comunicación familiar, la dificultad de los padres para controlar las actividades de sus hijos y la débil capacidad para poner límites y normas dan pie a una situación que puede forjar una actitud propensa a estos resultados. El menor ofrece una personalidad definida por su dureza emocional, los problemas de control del enfado, un desarrollo moral por debajo de lo esperado para su edad y una seria dificultad para afrontar adecuadamente las situaciones que le generan malestar. Esto le lleva a actuar de una manera distinta a la que podría adoptar un adolescente no afectado por esta ristra de efectos negativos.
Inadaptado a la escuela, con una grave dificultad de adaptación a la escuela, con la consiguiente escasa formación para acceder al empleo, ese menor empieza a tener demasiado tiempo libre que debe llenar de alguna manera, encontrando la autoestima y la identidad en el grupo, que será el que imponga sus normas y leyes con el punto de mira en la obtención de objetos de manera fácil y en el flirteo con las drogas.
Tal y como ha estudiado el Área de Menores, estamos ante factores de riesgo, individuos cuyo sentido de valía personal está orientado hacia las actividades ilegales, cuyos valores y creencias vienen a justificar su comportamiento al margen de la ley; adolescentes en definitiva que minimizan las normas, que desprecian la autoridad y que terminan siendo carne de cañón de los fallos del sistema.
Dicen que la única medicina contra la delincuencia y todos los demás males de la humanidad es la sabiduría; cuando una sociedad se ha esforzado en potenciar otro tipo de valores anulando los del esfuerzo y el conocimiento obtiene estos resultados. Las áreas implicadas en atender a los menores infractores pueden alcanzar pequeños logros, pero la sociedad debe ser partícipe del papel que a ella le toca.

Programas individualizados y objetivos en el punto de mira

Con los datos encima de la mesa, con el trabajo conjunto entre el ámbito judicial y el de Menores se interviene para intentar frenar esa delincuencia focalizada en el menor, que en el caso de Ceuta no alcanza los sucesos de gran calado tipo homicidios o robos de gran violencia. Con los programas puestos en marcha se persigue una mejora de la competencia social y de la capacidad que puede tener el menor tratado para gestionar su vida fuera de la delincuencia. Es decir, se trata de que una vez cumplidas las sanciones dispuestas, ese menor que fue delincuente sepa incorporarse a la vida rutinaria sin volver a caer en dichas prácticas. El adolescente debe ser capaz de controlar sus emociones y aprender, por ejemplo, algo básico: pensar bien.

Sobre MENA y leyendas urbanas

Hay veces que las mentiras, a base de tanto repetirlas, terminan dando pie a aseveraciones erráticas que son asumidas como válidas por el común de la sociedad. Intentar romper el mito, acabar con lo que ‘todos dicen que es así’ resulta complicado. Desde el Área de Menores se trabaja de forma constante, en silencio, abordando la problemática que rodea a un grupo generacional social que, por causas múltiples, ha desviado su camino, engordando las bolsas delincuenciales. ¿Qué porcentaje de esa delincuencia protagonizada por menores es ejercida por los mediáticos MENA? En base a las estadísticas objetivas y reales que maneja el Área, los Menores Extranjeros No Acompañados, que antaño vivían en el centro ‘La Esperanza’ del Hacho y ahora lo hacen en el albergue de Hadú, no alcanzan ni el 27% de ese protagonismo, teniendo en cuenta además que en esos datos de extranjeros se incluyen a otros menores marroquíes que no residen en el centro ceutí sino que entran por el Tarajal, delinquen y se van. La delincuencia de menores en Ceuta es protagonizada, en su amplia mayoría, por adolescentes nacidos en la ciudad, españoles, y no por los que, siendo de Marruecos, están siendo acogidos, por mero cumplimiento de la ley, en el centro gestionado por la Ciudad.
Las leyendas urbanas y toda la literatura que rodea a los MENA les hace estar en el punto de mira de todo lo que suena a delincuencia, pero la realidad, la que debe conocerse y aceptarse, dice todo lo contrario. La delincuencia de menores en Ceuta es nacional y masculina. De acuerdo con los datos registrados en 2012, la amplia mayoría de los delitos y faltas producidos en la ciudad tuvieron como protagonistas a adolescentes que arrastran una fractura social, una ausencia de identidad, que han abandonado la ESO y que cubren el tiempo libre dando forma a una delincuencia menor, que tampoco va más allá de los robos o el tráfico a pequeña escala, y que, en buena parte de los casos, viene alentada por adultos que lideran los grupos en los que encuentran su ‘acogida’.
Los MENA están relacionados con las infracciones más residuales, ya que de las cometidas, la amplia mayoría se refiere a asuntos producidos en el mismo centro en el que están acogidos o a hurtos en establecimientos. Entre los primeros se encuentran cualquier incidencia que tengan con algún educador, ya que éste está considerado como autoridad. Entre los segundos figuran sustracciones de objetos de los establecimientos que son tipificadas como faltas y que son las menos dentro del grupo de escasas incidencias que protagonizan. Estas situaciones afectan además a MENA que tienen entre 16 y 17 años.

reproducción Delincuencia en menores, según la edad y el sexo.
el faro A pesar de las erráticas concepciones extendidas en la sociedad, los MENA son los menos implicados en la delincuencia juvenil.

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