Estamos en Ceuta, esa pequeña ciudad fronteriza multicultural que, aun estando en continente africano, pertenece a España y consecuentemente a Europa. Hoy día 9 de Julio de 2013 el Salón de Actos Autonómicos del ayuntamiento acoge a una importante personalidad de las letras , más bien a un “Dios del Parnaso de las letras”: el aclamado Mario Vargas Llosa.
Una de las ideas clave del coloquio fue la de “la literatura como antídoto contra la violencia”. El escritor defendió que la literatura no sólo sirve para el entretenimiento, sino que es una herramienta que debería ser utilizada para acercar a las personas y para conseguir esa paz –que se nos antoja tan utópica- entre los distintos pueblos, culturas…
Sin duda, lo que más he disfrutado de este coloquio, ha sido que un Nobel de literatura nos contara cómo es para él el acto de escribir. Resulta irónico que un hombre que ha recibido tantos premios gracias a su escritura sienta inseguridad a la hora de comenzar una historia. Ensimismados, escuchamos cómo estructuraba sus textos y creaba sus personajes, cómo si al escuchar los distintos procesos pudiésemos dar con el origen de su genialidad, con la receta de una obra maestra. Pero cuando ya sus personajes y su historia superaba el primer borrador y parecíamos tener la respuesta, resultaba que los personajes ya habían decidido su destino y el escritor pasaba a ser un mero instrumento, cuya función era la de respetar la vida que éstos habían cobrado por sí mismos. Así funciona la magia de la literatura.
Habló de su compañero Julio Cortázar, al que le sucedía exactamente lo mismo, pues, para estos genios, la voluntad de escribir una historia que nos llega por la experiencia de otra persona no obtiene buenos frutos, ya que esto provoca rechazo o entorpece la labor creativa del escritor. Al final, “la historia no se planea, sale al encuentro”.
También tocó su faceta periodística, al explicar que los nacionalismos, como las distintas colectividades: “judíos, cristianos, musulmanes, blancos, negros…” tienen su origen en la esencia tribal del carácter del ser humano en los albores de la historia. Esto es, en la necesidad de sentirse miembro de un colectivo para así evitar la responsabilidades que lleva consigo la individualidad.
Finalmente, no podemos olvidar su concepción política de la literatura como revolución e inconformismo. Es halagüeño que Vargas Llosa esté convencido de que la crisis que atravesamos terminará, y que al contrario de lo que ponía en boca de uno de sus personajes: “Este país no está jodido, sólo ha cometido errores de los que se recuperará”. Además, para animarnos y transmitirnos esperanza, recordó cómo se vio desde fuera la reciente historia española y el ejemplo que supuso para el resto del mundo el cambio de una dictadura a una democracia, del aislamiento a la integración, sin apenas secuelas y con una rápida recuperación.
En uno de sus últimos ensayos, “La civilización del espectáculo” vaticina la desaparición de la cultura si se sigue utilizando como un “estupefaciente” indefinidamente. Que la cultura esté al alcance de todos gracias a los medios de comunicación es un acierto, pero que por esto mismo la cultura se envilezca y empobrezca no, y la única forma con la que se podría frenar esta situación es con la elevación paralela de la cultura y de la educación. Son muchas lecciones las que nos ha transmitido este genio de las letras en apenas una hora y algunos minutos. Desde hoy, “Ceuta es una ciudad más literaria que de la historia”.