La aprobación de la vacunación en los más pequeños ha terminado por reabrir, de nuevo, el debate en torno a los pro-vacunas y los negacionistas. Jugamos con un grueso poblacional importante que tendrá un difícil manejo, ya que la opción de recibir la vacuna anticovid va a estar más influida por la concepción que, sobre la misma, tienen sus progenitores. La realidad de la vacuna, de su efectividad, está en los datos. Sigue habiendo contagios, pero ni mucho menos de la gravedad que antes de la vacuna; sigue habiendo fallecidos, pero nada que ver con aquellas jornadas en las que teníamos que informar, casi a diario, de muertes, habiendo días en los que morían hasta 4 afectados por el virus. De todo esto parece que no nos acordamos, somos así de pobres, lloramos cuando tenemos la tragedia delante de nuestras narices para, después, ser unos auténticos insensatos.
La vacunación de estos niños, con edades entre 5 y 11 años, comenzará el 15 de diciembre. Debería haberse hecho en los propios colegios, como a los de nuestra época nos vacunaban sin problemas, en una sola jornada y con un mayor control en la famosa revisión médica. Se ha optado por otra decisión mucho más problemática que convertirá esa vacunación en algo más compleja, pero los que toman decisiones mandan, son los mismos que olvidan cómo se hacían las cosas antes y sin tanta reunión ni debate.
Los padres que reniegan de la vacuna deberían ser honestos con sus propios hijos. La decisión de unos de no vacunarse -incongruente aunque respetable- no debe condicionar el estado de unos niños que precisamente están en el objetivo de los mayores contagios. Esa decisión de padres puede pasar factura a los que no tienen poder de decisión, les puede pasar factura contraria a su salud. Algo que debería ser tenido en cuenta por quienes creen que ser padre es ser dueño de sus hijos. Sin más.
El debate está encima de la mesa, veremos sus consecuencias. Eso de priorizar la salud parece no ir con quienes cuestionan incluso la existencia del covid pero no todo lo demás, ni las vacunas previas recibidas ni siquiera lo que comen, lo que respiran o con lo que les toca convivir.