La Facultad de Enfermería como escenario de enfermeros e investigadores locales y de otros lugares del mundo. El centro se ha convertido este martes en Ceuta en la sede de las V Jornadas Internacionales, una serie de ponencias que han versado sobre distintos temas, entre ellos el tatuaje, los piercings y su implicación a nivel sanitario.
Julia Pérez, investigadora del Campus de Ceuta, ha expuesto cómo este elemento, con raíces en poblaciones tribales, va más allá de lo estético. La tinta en la piel y sus formas o las perforaciones decorativas tienen involucraciones sanitarias, sociales, culturales e incluso vinculación con movimientos feministas.
Pérez, antropóloga y enfermera, ha señalado cómo en España no hay una norma fija en torno a la profesión. “La regulación es laxa o inexistente en relación a la formación. A veces se hace en sitios no reglados”, ha destacado.
Ello conlleva que muchos de estos cualificados no sepan cómo actuar ante situaciones que requieren de conocimientos sanitarios. “Se realiza en muchos casos en centros no reglados. No es suficiente para hacer frente a posibles complicaciones”, ha resaltado.
Hacer frente a complicaciones
“Cuando yo trabajaba como piercing, por suerte ya era enfermera y sabía reaccionar ante problemáticas que se daban. Una persona sin esta formación puede no saber cómo responder”, ha especificado.
Algunas de estas dificultades que se presentan pueden deberse a malas prácticas. Un ejemplo es el uso de una pistola para realizar piercings, lo que, desde el sector profesional, denuncian que no es adecuado.
Aunque se use un elemento esterilizado para realizar la perforación, “la pistola es un dispositivo que no pasa por este proceso entre un uso y otro”. Pérez ha asegurado que esta herramienta puede convertirse en un vector de infecciones.
Otro de los instrumentos que pueden provocar estas dificultades es el uso de catéteres que, tal y como ha subrayado Pérez, no “está diseñado para ser usado para esta práctica”. A su vez, ha asegurado que “el plástico que lleva adherido no es apto para ser introducido, por ejemplo, en el cartílago. Es lo que se usa porque muy poca gente sabe manejar otro tipo de aguja”, ha detallado.
Otro de los motivos es la falta de instrumentos específicos, que sí existen a día de hoy y que empieza a llegar desde Estados Unidos. Se suma a ellos el punch de biopsia, usado para realizar piercings subterma, es decir, debajo de la piel. Usarlo requiere de conocimientos. Tampoco existe regulación para hacer implantes subtérmicos de silicona, según Pérez.
“La falta de formación conlleva en algunos casos la ausencia de profesionalización porque, si no hay un marco legal o formativo al que acogerse, es difícil que se den criterios homogéneos para regular esta práctica”, ha explicado.
Tatuajes y su vinculación con la mujer
La investigadora ha centrado su investigación al papel del tatuaje en la mujer y el movimiento feminista. Un ejemplo de ello se dio en los años 20 cuando aquellas que formaron parte del movimiento sufragista, comenzaron a ir más a hacerse este tipo de prácticas estéticas como una forma “de reivindicar su cuerpo”.
La entrada de mujeres a profesiones masculinizadas en los 70 también trajo consigo una feminización de la profesión. Más mujeres comenzaron a dedicarse a trazar tatuajes. De hecho, Pérez señala que en Occidente las primeras comenzaron a surgir en los años veinte.
Una de esas pioneras fue Jessie Knight, que abrió un estudio en Escocia. A España las profesionales de la tinta llegaron mucho más tarde. El primer negocio encabezado por una mujer abrió sus puertas en el año 1984.
Pérez ha expuesto que el tatuaje es también para las mujeres una forma de reconciliarse con su cuerpo, pero también una fuente de prejuicios en las que se les asocia con la indiscreción o rasgos negativos.
Nayeri Laban