El joven Usama cuenta que hubo un barco portugués que se negó a rescatar a su amigo porque estaba temblando.
Usama ha tenido la suerte de pasar más de 22 horas a la deriva flotando en alta mar y sobrevivir a duras penas. Pocas personas pueden contar una historia como la suya, llena de fuertes emociones y también de momentos dramáticos. Él fue uno de los dos jóvenes ceutíes que se perdieron cuando paseaban en una moto de agua por costas marroquíes el pasado día 23 de julio. Su compañero de viaje, Bilal, murió en el intento de sobrevivir y ser rescatado. Fue enterrado en el cementerio de Sidi-Embarek el día 25 de julio. Ahora, tras más de dos semanas recuperándose de las heridas físicas y psicológicas, Usama ha querido dar la cara para contar lo que pasó y denunciar la dejadez de los servicios de Salvamento en su caso.
Usama recuerda que ese día Bilal y él estaban en Marruecos con unos amigos y que a mediodía decidieron ir a dar un paseo con una moto de agua. El reloj marcaría las 15.15 horas cuando se quedaron sin gasolina y a la deriva frente a la costa del reino alauí. “La corriente nos iba arrastrando y encima la moto comenzó a hundirse”, narra. Los dos chicos compartían un vehículo que era de color gris y que terminó en el fondo del mar. “Primero comenzó a hundirse por la parte trasera y poco a poco se fue a pique también la parte de adelante. Muy pronto estábamos los dos flotando en el agua”, explica. Por suerte, ambos llevaban el chaleco salvavidas puesto y eso les hizo flotar.
Los chicos comenzaron a realizar llamadas desde los teléfonos móviles a sus familiares y amigos para pedir auxilio. “Estuvimos casi una hora y media hablando con nuestras familias y tratando de indicarles dónde estábamos”, dice Usama. Sus familiares confirman su versión y aseguran que ellos estuvieron contactando con los servicios de Salvamento para que salieran a buscarles, pero que encontraron una negativa. “Nos decían que no podían hacer nada porque estaban en aguas marroquíes”, explica uno de los familiares de Bilal indignado. “No pusieron ningún tipo de interés en el asunto, los dejaron morir”, exclama. El problema es que aseguran que por parte de Marruecos también encontraron problemas, ya que les decían que tenían que darles el aviso oficial desde España para que ellos pudieran salir. Nadie lo hizo y los jóvenes quedaron a la deriva y sin vehículo. “Un helicóptero podría haber salido a buscarles, pero no les dio la gana de hacerlo cuando hacía falta y salieron a las 23.30 horas, cuando ya no servía de nada”, aclara un cuñado del fallecido.
Usama recuerda aquellos duros momentos de incertidumbre y asegura que “yo pensé que no lo iba a contar”. Una idea que se afianzó en su cabeza cuando al comenzar la caída del sol (21.00 horas) les avistó un mercante que se les acercó. “Pensé que nos ayudarían, pero se negaron a subir a Bilal a bordo porque estaba temblando del frío y decían que no querían que se les muriera dentro del barco”, comenta. Aquella fue la sentencia para Bilal, porque su oportunidad había pasado. Usama explica que para dar calor a su amigo se abrazaron y no dejaron de nadar y moverse. “Íbamos hacia donde nos arrastraba la corriente para no agotarnos y mantenernos lo más calientes posible”, dice. Sobre las 00.00 horas (“cuando la luna se puso en lo más alto”, es como lo explica Usama) Bilal falleció. Ya no tenía más fuerzas y su amigo no pudo hacer nada. Un poco antes, con la caída del sol, habían comenzado a aparecer las medusas y a picarles.
A partir de ahí, Usama tomó una decisión difícil, pero muy importante: no pensaba abandonar a su amigo. “Íbamos a morir juntos”, narra. Unió sus salvavidas y como pudo siguió intentando nadar hacia cualquier parte. “Yo no tenía la esperanza de poder sobrevivir (...) lo cierto es que quería que algún tiburón me encontrara y me comiera para acabar con aquella agonía”, confiesa.
La noche fue muy dura y las fuerzas desfallecieron en varios momentos, pero finalmente se volvió a hacer de día, el sol le dio un pequeño respiro y le trajo una nueva oportunidad de vivir. Sobre las 12.30 horas del domingo el buque mercante ‘Grande Italia’ les encontró a escasas millas de la costa malagueña y les rescató. “Aquello fue como sentir que volvía a la vida otra vez. Es algo que no tiene explicación. Sentí una gran alegría”, afirma Usama. “Recuerdo que nadé con fuerza hacia el barco y me acerqué todo lo que pude porque sabía que o me rescataban o me mataba, pero no quería seguir más tiempo en el agua”, concluye.
Bilal ya estaba muerto, mientras que él presentaba signos de insolación y abundantes picaduras de medusa. Fue tratado en el hospital Carlos Haya de la capital malagueña y a los pocos días regresó a Ceuta.
Ahora, tras aquella desagradable experiencia Usama y los familiares de Bilal se preguntan si los servicios de Salvamento no podrían haber hecho algo por salvarles. “En cuanto hay unos inmigrantes salen a salvarlos corriendo, pero en el caso de Bilal no hicieron nada. ¿Por qué?”, cuestiona uno de los jóvenes familiares. “Salvamento habló con ellos por teléfono y ellos le explicaron que estaban cerca de Cabo negro y que veían cerca una fragata. Si hubieran salido a buscarles les habrían encontrado, pero les dejaron morir (...) no pusieron ningún interés en salvarles la vida”, asegura otro familiar. “La muerte de Bilal quedará en sus consciencias, porque dejaron morir a un ser humano”, sentencian.
Las medusas le picaron toda la noche
El cuerpo de Usama A.M. todavía tiene las marcas del naufragio. Las más visibles son unas cicatrices que les dejaron las múltiples picaduras de medusas que sufrió. “Cuando la vi pensé que serían algo malo. Nos estaban picando y nos dolía mucho, pero a la vez nos aportaban calor”, explica Usama. El joven cree que la presencia de las medusas grandes fue uno de sus talismanes, ya que las pequeñas descargas que recibía su cuerpo cuando tocaba alguna fueron pequeños aportes de energía que lo mantuvieron con vida y despierto. Además, Usama presentaba acumulación de líquidos en diversas partes de su cuerpo. En la cabeza tenía tres bultos que tuvieron que ser drenados.
El joven superviviente también sigue sufriendo las secuelas psíquicas de una experiencia tan traumática, aunque con la ayuda de sus familiares y amigos intenta superarlo. De hecho, les está muy agradecido porque el día en que naufragó todos aquellos que tenían motos de agua y embarcaciones de cualquier tipo salieron a la mar jugándose sus propias vidas para tratar de encontrarles y rescatarles. El problema es que las baterías de sus móviles se apagaron sobre las 17.30 horas y quedaron totalmente incomunicados, sin poder dar señales de vida ni decirle a nadie más en qué lugar del Estrecho se encontraban flotando. Eso les podría haber salvado la vida a los dos.