Opinión

Sobre urbanismo incontrolado y las construcciones ilegales

Estas son las letras de una persona cansada. Cansada de intentar hacer las cosas según cauces legales y oficiales. Pedir mi permiso de obra si voy a cambiar un suelo, arreglar la escayola de la casa o reformar el baño. Lo normal, creo yo, y lo que haría en cualquier otra ciudad del territorio nacional. No solo lo entiendo como un deber, es también un exigencia si queremos que las cosas se hagan dentro de la legalidad.

Pero esto no parece ser lo normal aquí, en Ceuta. Todos los días saco a mi perro y me doy una vuelta por mi zona, (parte trasera de Real 90, zona Molino, Canalejas, Recinto y alrededores). Me sorprende que ese urbanismo incontrolado y descontrolado no sea tan visible para los demás, sobre todo para nuestras autoridades urbanísticas, vinculadas al área de Fomento. No sé si será por la escasez de funcionarios que hace imposible que se levanten de sus mesas, salgan de sus despachos y vean como están los edificios, cómo se construye irregularmente, sin el mínimo criterio arquitectónico y viendo cómo algunas construcciones desafían incluso las esenciales leyes de la gravedad (me pregunto de forma repetida una cosa: si luego se derrumban, porque los palillos que tienen como pilares no soportan las 5 plantas de la construcción, quiénes serían los responsables: por supuesto, el que lo ha construído, pero ¿y quien lo ha dejado construir por desidia urbanística?, yo imagino que también).

Yo, en este empeño de hacer las cosas con un mínimo de rigor y legalidad, he sufrido esta misma irregularidad urbanística, pues un vecino adyacente a mi casa ha decidido levantar pisos sobre su tejado. La casa objeto de la irregularidad era como las típicas de la zona centro, la Ceuta añeja, a tan solo unos metros de la Plaza Azcárate, en plena calle Canalejas: simple en sus líneas pero con el encanto de los edificios antiguos: un par de plantas y un tejado a dos aguas. No voy a entrar en las modificaciones estéticas realizadas, pues el libro de los gustos está en blanco; el del mal gusto, también.

La cosa es que hace un par de años, en la ‘rehabilitación’ de la vivienda, optaron por sustituir ese tejado a dos aguas por uno plano. Ya entonces lo veía venir, pero no quise precipitarme.

Al cabo de un tiempo, unos meses tal vez, empiezo a ver que comienzan a construir encima de ese tejado, ahora plano, y a levantar ladrillos, al objeto, supuse, de realizar un piso más. Conforme vi que avanzaba la obra, me puse en contacto con un abogado al que le confío las pocas cosas que tengo, Carlos Alonso López. Le expongo la situación. Él, a sabiendas de la difícil situación personal que atravesaba, me tranquilizó para que no me preocupara, que se ponían con el tema. Así fue. Mi ansiedad al sentirme desprotegida por mis propias autoridades urbanísticas, crecía conforme iban cerrando. El abogado me pedía paciencia, yo terminé por no asomarme a esas ventanas y claudicar ante el hecho: las obras ilegales que había visto proliferar sin que nadie que las parara ahora me afectaban a mí con total impunidad. El trámite estaba hecho: la denuncia ante las instancias de la Consejería de Fomento, aportando datos, fotos e incluso referencia catastral de la vivienda.

Meses después -si no digo que un año después- una vez la construcción estaba finalizada con todo lujo de detalles, me consta que al que ejecutó la obra ilegal le llegó la notificación de la denuncia. Hasta ahí no sabemos qué más ha podido pasar.

Esta mañana me levanto mirando hacia la ventana y veo que encima del añadido denunciado están poniendo más ladrillos y se perfila la construcción de una nueva habitación encima de la existente. Ya no me sorprende nada, ni que los propietarios del inmueble hagan lo que les salga de las narices ni que las autoridades que se encargan de decir hasta la saciedad que hay que luchar contra la construcción ilegal, por contra, no hagan nada. Este es su talón de Aquiles, solo que el talón parece que lo tuviera yo, no ustedes, pues es a mí a quien le duele.

Este sentimiento de indefensión es complicado sobrellevarlo para un ciudadano normal, porque así es como algunos nos vemos: indefensos e impotentes, porque ni podemos defendernos ni podemos hacer más de lo que hacemos, que es una denuncia por Registro que caerá en saco roto e irá a parar a váyase usted a saber dónde.

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