Es un auténtico desastre, la suma de fallecidos no hace sino aumentar para consternación de todos. Sabemos que la tragedia está escribiendo sus primeros capítulos atendiendo únicamente a la cifra de desaparecidos. Nadie se atreve a hacer un balance sin temor al equívoco de lo que todo esto puede suponer.
La constante información recibida nos deja perplejos, incapaces de reaccionar ante lo ocurrido, sabiéndonos sometidos a una naturaleza que es capaz de dominarlo todo.
Hoy hay hogares que continúan sin lo más básico, familias destrozadas que deben asumir la pérdida de sus seres queridos con un salir adelante cada vez más complicado.
La situación es desesperante y ante la misma la lealtad institucional y la cooperación política brillan por su ausencia. Ante la tragedia no cabe rascar votos, ante la magnitud de lo que sucede no caben mensajes que solo buscan enfrentamientos y no orientar el camino en lo único que hoy por hoy sirve: ayudar a las familias que lo han perdido todo.
Las duras imágenes ofrecidas de manera excepcional por los medios de comunicación, la reacción social de la gente que emprende camino solo para ayudar choca con la bajeza de formaciones políticas que usan los tiempos de forma inoportuna y que sin vergüenza alguna hacen política cuando no deben.
Hoy solo hace falta unión, criterios únicos, cooperar para que los afectados puedan salir adelante. El debate político, la contienda y demás asuntos tienen otros foros de análisis y distintos escenarios, pero no el que de manera descarnada se está empleando ahora.
No sabemos las cifras de muertos que van a terminar alcanzándose, ni tampoco el estado en que quedarán pueblos enteros. Eso es lo que importa, lo demás es carnaza y bajeza.