El mundo libre y democrático camina hacia la “globalización”, en la que los distintos países y territorios, aun siendo cada uno independiente, tienden a unir esfuerzos y voluntades en la medida de lo posible, en un proceso dinámico, económico, social, tecnológico y cultural, de cara a comunicarse mejor, relacionarse más y poner en común lo mutuamente intercambiable, porque siempre se ha dicho - y con razón - que “la unión hace la fuerza” y, de esa forma, normalmente todos salen ganando.
Pues si ello resulta ser tan importante a nivel global, qué podemos decir a escala inferior, en los ámbitos regional, provincial y local, como es el caso concreto de Extremadura y sus pueblos, casi siempre olvidados y dejados de la mano de Dios, como ha sido típicamente tradicional, pese a ser una de las regiones que más historia y universalidad ha dado a España, con el trabajo callado y laborioso de sus hijos, con su civilización llevada la Nuevo Mundo, con su comportamiento pacífico y generoso, sin haber tenido nunca ambiciones ni egoísmos; para, luego, ni siquiera tener ella misma su propia historia a la que todavía no se le ha hecho la justicia que merece. Cáceres y Badajoz, son las provincias más extensas de España, pero de las menos pobladas.
Y, si se trata del ámbito local, es de las que más diseminados tiene sus pueblos, normalmente distantes unos de otro y con escasa población, como elocuente ejemplo de la “España vaciada”, al contar con escasos recursos y posibilidades de porvenir de sus gentes, que con frecuencia se ve obligada a emigrar. Cuenta con una población de 1.054.779 habitantes, pero tiene fuera de su territorio 608.101 emigrantes. Cada mes se ven obligados a emigrar fuera más de 200 extremeños, al carecer la región de industrias y servicios desarrollados y crearse muy escasos y deficitarios puestos de trabajo. Los municipios extremeños son sólo 388, cuando la media regional es de unos 550.
El éxodo rural extremeño es una realidad innegable y su despoblación afecta ya hasta a las ciudades. Pero jamás la población extremeña ha dado problemas a España; es de las regiones que menos protesta o reclama, a veces, ni siquiera lo que es suyo o que por derecho le corresponde; su sino siempre fue vivir en paz, su eterna conformación y resignación. Lo dijo en una de sus décimas poéticas el cura de Saraicejo, Francisco Gregorio de Salas, que parcialmente decía: “Los extremeños...jamás entran en porfía, ni quieren tomar partido, contentos en su rincón; cada cual en sí mismo metido, aunque es hombre de viveza, de llaneza y madurada razón...”
Con decirlo yo ahora tan modestamente, no descubro nada, poque ya lo pusieron de manifiesto eximios historiadores y personas de prestigio reconocido. Uno de ello, Vicente Barrantes, escribió: “Extremadura, es una región que ha llenado la historia, y luego ella ni siquiera tiene la suya, a pesar de haber dado a la Patria las mayores grandezas”. El escritor, Rivas Mateos, también recoge en una de sus obras: “Los extremeños dieron por España tantas vidas cuantas vidas se necesitaron, y lo hicieron sin protestar, abrazados a la bandera nacional, y en silencio, que es como se sufre el verdadero valor”. También Unamuno, escribió: “El que no conozca a los extremeños, de aparente aspecto apático, pero valerosos y apasionados en el fondo, mal puede explicarse la obra de España en América”. Salvador de Madariaga: “Extremadura es una de las mejores regiones de España, predestinada con justicia a dar los más famosos conquistadores del Nuevo Mundo”. Y el rey Juan Carlos I dijo en 1992: “Ya es hora que España haga justicia a Extremadura”. Aunque, luego, todavía la hora de Extremadura siga sin llegar.
Pues todo esto viene a cuento de que Extremadura fuera el pasado día 20, pionera en la unión de dos ciudades: Don Benito y Villanueva de la Serena. Y es que, desde muy antiguo, existe entre ambas localidades el viejo dicho popular de que: “Para matrimonio bonito: ella de Villanueva, y él de Don Benito”. Y, como los pueblos son un poco lo que sus gentes, pues resulta que la una y el otro y se dieron el “sí quiero”. Y los casó nada más y nada menos que un referéndum, aunque esta vez fuera plenamente constitucional, legal y autorizado. Los contrayentes fueron apadrinados y representados en su unión por sus respectivos alcaldes, Miguel Ángel Gallardo y José Luis Quintana, respectivamente. Don Benito-Villanueva de la Serena (Badajoz), con 37.284 y Villanueva 25.752 habitantes, respectivamente, que ambos unidos suman más de 60.000, que harán la tercera ciudad extremeña, sólo superadas por Cáceres y Badajoz.
Para mayor mérito y sorpresa, son políticos en ejercicio pertenecientes a partidos de distinto signo ideológico; que, dejando a un lado los propios intereses de partido y los suyos personales, han tenido ambos la generosidad y altura de miras de renunciar previamente a presentarse a las primeras elecciones en las que ya ambas localidades se presenten por primera vez a las urnas como un solo pueblo; dándose un efusivo abrazo, sin ponerse zancadillas, ni trabas, ni tramas políticas. Se han puesto a velar de verdad por el bien del pueblo y en beneficio de la sociedad, impulsando y promoviendo lo mejor para sus respectivos pueblos. ¡Olé ahí esa forma de hacer política!.
"Y es que los pueblos se están quedando solos; el campo se abandona sobre todo por los más jóvenes, que tienen que emigrar donde puedan encontrar nuevos horizontes de vida más halagüeños en otros lugares, a veces a miles de kilómetros, no quedando en muchos pequeños municipios más que los más ancianos"
Y es que tal unión lleva también aparejada otras connotaciones y un hondo significado que no quisiera pasar por alto. Fíjense bien, en las frecuentes ocasiones en que, habiéndose tratado de referéndums promovidos o impulsados por políticos de algunos otros territorios, siempre se exigen para desunir, segregar, separar y aislarse, pretendiendo saltarse y violentar la Constitución, las leyes y la Justicia; mientras que el referéndum extremeño ha sido completamente constitucional, legal y autorizado. Y el referéndum en Extremadura ha servido, exclusivamente, para unir a dos de sus pueblos. Pues, así es Extremadura.
Y esa unión tiene como ventaja para ambas ciudades se convertirán en la tercera ciudad de Extremadura por razón del número de habitantes, pudiendo contar así con Universidad propia, reducir e integrar todos los servicios público de ambas poblaciones en uno solo, en lugar de tener entre ambas toda la duplicidad de organismos, como el Servicio de Bomberos, la recogida de basuras, etc. Y eso ya, de por sí, supone un enorme ahorro en presupuestos; también pueden acceder a más y mayores subvenciones, al contar con más habitantes.
Y lo han diseñado y proyectado de forma que ni siquiera tienen que despedir trabajadores, aprovechando las jubilaciones que corresponden; pero es que, además, se promueven el desarrollo económico, industrial, tecnológico y social. sube en varios puntos el PIB, crecen las inversiones tanto públicas como privadas, se crean nuevos puestos de trabajo, se implanta la unidad de criterio en ambas poblaciones, se crean nuevas empresas por parte de la inversión privada, con la correspondiente creación de empleo, se reúne población suficiente para poder crear una universidad y un único estadio de fútbol, polideportivos y otros servicios de interés público.
Esta unión extremeña no ha sido fruto de la improvisación. Llevaba ya estudiándose y madurándose muchos años. Y la misma se ha producido sin el menor inconveniente, siendo apoyada por la Junta de Extremadura y el Gobierno central, apoyada por destacadas personas de ambas poblaciones, entre las que me es grato mencionar a mi buen amigo y valedor de mi pueblo, MIRANDILLA, Ángel Valadés Gómez (q.e.p.d.), que tanto trabajó desde 1960, divulgando el proyecto, promoviendo la idea en sus artículos, incluso habiendo ideado con otras personas cómo debía ser dicha unión, que él anhelaba con pasión, y que cuánto disfrutaría ahora si pudiera verlo ya hecho realidad desde allá "arriba"., sería muy feliz. Si él pudiera verlo hecho realidad desde allá arriba en el cielo.
Y fíjense en el hondo significado que ha tenido el referéndum extremeño de Don Benito-Villanueva, comparado con la que forman allí donde en algunos otros territorios han exigido, e incluso celebrado subrepticiamente y por la fuerza, de forma ilegal para atentar contra la Constitución, para segregarse, independizarse y romper deliberadamente España en aquel siniestro de referéndum de autodeterminación, “sí o sí”, que por fuerza se quería y todavía se sigue exigiendo, pese a la prohibición por el Estado y por el Tribunal Constitucional que por sentencia lo prohibió, pero que al final celebraron, nada más y nada menos que para irse de España en su propio perjuicio.
Y ahora resulta que van dos ciudades extremeñas y solicitan celebrar ellas otro referéndum; pero esta vez no para separar, sino para unir. Esa es la gran lección que da Extremadura. Como diría el gran poeta extremeño Luis Chamizo, fiel intérprete de nuestra antigua lengua en el Miajón de los castúos: “porque nusotros los extremeños semos asina, pardos como el color de nuestra propia tierra”.
Así ocurre, que hasta la producción agrícola ahora falta, las fincas y senaras, que antes se cosechaban en los pequeños municipios, ahora se abandonan, y allí donde antes se producía hasta en los lugares escabrosos, como bancales, eriales, posíos, huertos, olivares en las laderas de las sierras, etc., ahora aparecen abandonados, sin labrar, sin cosechar y sin producir. Hasta muchos productos agrícolas que todavía se producen, en bastantes casos, se dejan sin recoger por falta de mano de obra; que esa es otra de las cosas que no se comprende, cómo en un país donde aparecen censado varios millones de parados, luego no se pueda encontrar trabajadores para la recolección por falta de gente que quiera trabajar, teniéndonos que venir de fueras miles y miles de temporeros.
Y es que los pueblos se están quedando solos; el campo se abandona sobre todo por los más jóvenes, que tienen que emigrar donde puedan encontrar nuevos horizontes de vida más halagüeños en otros lugares, a veces a miles de kilómetros, no quedando en muchos pequeños municipios más que los más ancianos. Y, cuando los mayores faltan, los pueblos desaparecen y con ellos también se entierran su cultura, su patrimonio, tradiciones, costumbres, recuerdos familiares de los seres queridos que en ellos tuvieron toda una vida; desaparecen las construcciones arquitectónicas más simbólicas y emblemáticas, como iglesias, escuelas y otros centros que forman parte de su patrimonio.
Enhorabuena a los nuevos pueblos "contrayentes", en este caso, Don Benito y Villanueva de la Serena, que en adelante formarán uno solo, ambos formando parte de las fértiles comarcas de “La Serena” y “Vegas altas del Guadiana”. Que su unión sea para bien, cumpliéndose los objetivos buscados y los propósitos deseados. Metafóricamente, que: “sean felices y coman perdices”.
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