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Unidas por una patera

A sus 13 años, Celeste tenía una meta. Una meta muy clara: llegar a España para estar con su madre. La noche del 8 de octubre, esta adolescente costamarfileña se subió a una patera de pesca a motor con otras 11 personas, todas de origen subsahariano.

El mar se abrió ante ellos y emprendieron rumbo al faro: la luz que ha marcado y sigue marcando el destino de los inmigrantes. La Guardia Civil los interceptó pasadas las diez de la mañana en el cruce de Cuatro Caminos, tras haber embarrancado en la playa del Desnarigado. Celeste lo había logrado, había conseguido la mitad de su sueño.
Su rostro asustado y aniñado marcaba la diferencia entre sus demás compañeros de travesía. Los miedos de Celeste se agotaron en el momento en que los profesionales del Área de Menores se hicieron cargo de ella, comenzaron a indagar en su historia, trabajaron por dar respuesta al interrogante que todos se hicieron aquel 8 de octubre: ¿qué hace esta niña aquí?
Celeste habló. Contó que su madre estaba en España, que residía en el País Vasco y que había conseguido llegar en una patera hasta Melilla para, después, lograr el pase a la península. Madre e hija emplearon la misma ruta: el mar. Ese Estrecho convertido en la gran tumba para miles y miles de inmigrantes pero que, en este caso, ha permitido que madre e hija lo sorteen poniendo a salvo sus vidas para, después, unirse en el camino.
El equipo que encabeza Toñi Palomo activó el protocolo que se pone en marcha ante casos de menores extranjeros no acompañados. Celeste fue acogida en el centro ‘Mediterráneo’ y comenzó a trabajarse para que pudiera tener un reencuentro con su progenitora, Lidie. Durante estos tres meses se ha trabajado duro para garantizar la protección a la menor. Así, se ordenó la práctica de las pruebas de ADN para que éstas verificaran que Lidie y Celeste tenían esa vinculación familiar, posibilitando así que se llevara a cabo la reagrupación. Dicho y hecho. El pasado lunes, Lidie viajaba de norte a norte: desde el País Vasco en donde reside y trabaja hasta Ceuta para reencontrarse con su hija, a la que había dejado hacía cuatro años en Costa de Marfil junto a su marido y otros dos hijos más. El reencuentro se produjo en la sede del Área de Menores, ajeno a los focos mediáticos, a los intereses de las grandes cadenas... en una intimidad solo rota por las emociones de quienes por fin podían estar juntas. Ahora, ya en su hogar, ambas emprenden una vida unidas junto a la pequeña Pilar, que el próximo febrero cumplirá 4 años y que también hizo otro viaje ‘particular’ en patera, ya que Lidie llegó a Melilla embarazada y parió a su hija pequeña ya en España.
“Estoy muy feliz y muy contenta”, expresa Lidie en una entrevista mantenida con El Faro. “Todo fue una sorpresa, yo no sabía que mi hija iba a venir aquí. Me llamó una abogada para contármelo... me asusté al principio, pero ahora, gracias a Dios, está conmigo”, explica emocionada.
Lidie llevaba cuatro años sin ver a Celeste. El mismo periodo que lleva en España, el mismo que dejó atrás una vida complicada en Costa de Marfil para alcanzar el sueño de poder, simplemente, vivir. “No sabía nada de que mi hija quería venir a reencontrarse conmigo. Yo hablaba con su padre, me decía que la niña estaba bien y pensaba que estaba allí...”, indica.
Pero no. Celeste había decidido partir y lo hizo acompañada de su tía (hermana de Lidie) y de un amigo de su padre. Los tres partieron juntos hasta Marruecos pero solo el amigo y Celeste terminaron embarcando, de madrugada, en la patera junto con más varones subsaharianos que habían sido reunidos en una de las playas.
Lidie sabe que su hija ha estado “muy bien” en el centro ‘Mediterráneo’, que la han cuidado a la perfección y que la han protegido, pero prefiere no conocer detalles sobre un trayecto que, reconoce, tuvo que ser duro. Lo sabe perfectamente porque ella también lo pasó, estando embarazada de seis meses. “No he querido preguntarle cómo ha sido su viaje, porque yo también vine en patera hasta Melilla. Para mí fue muy duro, por eso no he querido preguntarle cómo le fue a ella. Mejor eso olvidarlo”, recuerda.
Lidie, que trabaja cuidando a una señora mayor, sueña ahora con que sus otros dos hijos también puedan venir a España: un niño de 8 años y otra niña de 15, que siguen a cargo de su padre en Costa de Marfil. Es el sueño que tiene cualquier madre. “Ahora estoy muy contenta, todos estamos muy bien. Ojalá podamos estar todos juntos”. Es su esperanza, es su deseo, quién sabe si las puertas de Ceuta o Melilla podrán servir para que la familia se reencuentre. Ellas, al menos, lo han conseguido.

Vidas que el Estrecho no rompió

Lidie fue una valiente. Hace cuatro años decidió embarcarse en patera, dejando atrás Costa de Marfil, a su marido, a sus tres hijos y emprendiendo un camino complicado embarazada del cuarto. Lidie buscaba ayudar a su familia, tener una vida más allá de la miseria que asola África y optó por una vía, la de la inmigración irregular, marcada por la tragedia. Son tantos los que han fallecido en el camino, tantos los desaparecidos... pero el miedo no venció a Lidie, ella consiguió llegar a la ciudad hermana en donde fue acogida en el CETI para terminar consiguiendo su salida a la península. En estos cuatro años Lidie consiguió un trabajo, un hogar en el País Vasco y tuvo a su cuarta hija, a la que llamó Pilar. Nada le hacía imaginar que la segunda de sus hijos, Celeste, iba a emprender la misma ruta. La dejó cuando aún no había cumplido los diez años y ha logrado encontrarse con ella convertida ya en una adolescente. El Estrecho, la enorme tumba de las tragedias, de los sueños rotos, de los dramas que no cesan, no pudo con ellas. Hoy, madre e hija descansan en su hogar. Han logrado el reto que otros inmigrantes no han conseguido, que otros padres no han logrado. La historia de Lidie y Celeste es la luz frente a cientos de historias oscuras como la conocida esta misma semana con el fallecimiento, en Senegal, del padre de Princesa, la bebé que llegó en agosto de 2014, sola, en una patera hasta Tarifa. Sus padres se quedaron en África, soñando con reencontrarse con la pequeña. El padre, John, ya no podrá conseguirlo. La muerte ha roto, esta vez sí, sus sueños.

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